Valeria y la estrella

Autora: Bianca Quijano


Bianca Quijano es abogada de formación, profesora por vocación quien encontró en el dibujo una herramienta educativa para representar el imaginario de aquellos acontecimientos que si bien, pueden ser narrados, se apoyan de las imágenes para abrir la puerta al reconocimiento de emociones. Prefiere ilustrar y escribir sobre mujeres y su relación con la naturaleza. 
Actualmente vive en Tijuana donde participa en el ámbito educativo y en proyectos en beneficio de las mujeres.

Créditos del fanzine Delfos 4


Consejo Editorial del Fanzine Electrónico Delfos

Miguel Ángel Almanza Hernández
Director y editor

Pedro N. Sacristán
Director de arte

Yolanda Pomposo Díaz
Diseño editorial

Marisela Hernández Barrientos
Producción ejecutiva

Mayra Daniel Arganis
Consultora editorial


Agradecimientos especiales a:

La escritora Raquel Castro que nos concedió una amable y amena entrevista.

A nuestros artistas invitados:
Enrique García Bruno, Gabriel García Morales y Mario Sánchez M.

A nuestra tallerísta invitada Yolanda Pomposo Díaz que nos leyó su cuento: «Revivirán sus rostros».

A todos los colaboradores del fanzine electrónico Delfos 4, ¡muchas gracias!

ESCRITORES


Ángel Fuentes Balam. Mérida, Yucatán. 1988. Director de Teatro, escritor, actor. Egresado de la Licenciatura en Teatro de la Universidad de las Artes de Yucatán. Ha sido Profesor y Director de la Compañía Escuela de Teatro del Centro Cultural El Claustro, Campeche. Diplomado en Creación Literaria por el INBAL. Director y productor de “Perros que parecen laberinto Teatro”. Es autor de las obras literarias: “Melodía tu engranaje quieto”, “Cruoris o la rabia que fuimos”, “Devoré el cráneo de Eros”, y la novela “X’mahaná o el beso del candil del diurno”. Ha publicado dramaturgia, cuento y poesía en antologías y revistas a nivel nacional e internacional. 
Carmen Macedo Odilón. Autora de las plaquettes Pequeñas desaparecidas y Visiones de un después no humano (Ediciones Arboreto 2022, 2024). Forma parte del consejo editorial de la revista Palabrijes, el placer de la lengua (UACM) e integrante del comité Mariarcadia organizador de Imaginarias: Premio Nacional para Mujeres Cuentistas de Ciencia Ficción. Ha sido locutora del programa Palabrijes sonoro (UACM) y colaboradora de la revista Cuentística. Tiene textos en antologías, revistas literarias y sitios web, así como cuentos premiados por diversas universidades mexicanas. 
Ganadora del VII Premio Internacional Bitácora de vuelos 2023.
Héctor Miguel Rivero, (San Luis Potosí 1986). Licenciado en Mercadotecnia es un escritor naciente dedicado a la creación de historias subversivas, vibrantes, transgresoras, que logren en los lectores el punto de partida para un cambio de conciencia. Se ha formado en diversos talleres literarios y es participante asiduo del Taller Delfos de Escritura Creativa.
Israel Rojas es licenciado en Letras Hispánicas por la UAM-I. Alumno del laboratorio de poesía del poeta Óscar Oliva, Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, en 2016. Ganador del Sexto Bazar de Horrores de Arcadia Fusión Cultural y Fóbica Fest 2022, con sede en la ciudad de Guadalajara, con el cuento El lenguaje de la muerte. Editor en la editorial El Viaje y el camino y autor de los libros: Península Hamartia (poesía), Descantar del Homo Dipsómano (poesía) y La moneda está en el aire (narrativa).
José Tamayo nació en Mazatepec, Morelos, México. Estudió la carrera de Letras Hispánicas en la Universidad Autónoma del Estado de Morelos, es egresado de la escuela de Escritores Ricardo Garibay. Integrante de diversas antologías de las editoriales Lengua de Diablo, Astrolabio, Venado Azul y Lebrí, entre otros grupos literarios y comunidades. Ha publicado algunos textos en distintas revistas.  El 15 de agosto del 2023, publicó en la colección “Aquí dragones” de la editorial Lengua de Diablo, su primera antología cuentística llamada La tierra cuarteada.   
Juan Pablo Sotomayor Rivas es médico de profesión. Ha publicado algunos artículos de divulgación médica en la revista LUX Médica de la UAA (Universidad autónoma de Aguascalientes). Fue colaborador del semanario EA! del diario El Jalisciense de 1992 a 1993. Ha publicado cuentos en múltiples antologías de México, Argentina, Honduras, Chile, Perú y España. Es autor de la novela de suspenso sobrenatural El quinto círculo y de la colección de cuentos Relatos del reino de octubre.
Mayra Daniel Arganis es licenciada en Ciencias de la Comunicación con especialidad en Periodismo y Maestra en Administración con especialidad en Gestión de Proyectos. En 2017 fue coordinadora de Comunicación Digital del Festival Internacional Cervantino y desde 2016 es profesora de Talleres de Gestión de Redes Sociales. Ha publicado en diversos medios como El Universal, La Jornada, La Revista del Consumidor y actualmente en NeoComunicaciones. Colaboró en la revisión editorial y corrección de estilo del fanzine Delfos #1; además de participar con sus propios textos desde el fanzine Delfos 0; escribió el prólogo del Fanzine Delfos 2. Actualmente es miembro del consejo editorial del fanzine electrónico Delfos.
Miguel López González es un apasionado mexicano nacido en el Distrito Federal, ahora Ciudad de México o CDMX. Se graduó de la Universidad Intercultural con una licenciatura en Lengua y Cultura.
Desde su infancia ha sido un entusiasta del terror y la ciencia ficción, siendo fanático de maestros como H.P. Lovecraft, Edgar Alan Poe, Ray Bradbury, Amparo Dávila, entre otros. Es un escritor en desarrollo y se encuentra en constante estudio para perfeccionar su arte. Sus trabajos se centran principalmente en el folklore, la creación propia y en la transformación de sus sueños en cuentos.
Sebastián Oviedo Lobato, 26 años, médico recién egresado de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Desde pequeño ha tenido fascinación por el mundo del terror en clásicos del cine y libros de la misma índole. He participado en concursos amateur e interinstitucionales sobre escritura enfocada en la temática de terror. En el fanzine Delfos 4 participa con el cuento: “La oración del rey”.
Sidi Alejandro Hernández Osorio. Sidi no se considera escritor, pero le gusta escribir. Ha publicado un par de textos en revistas pequeñitas y espera pronto vivir de eso. Le gusta la Fantasía y la Ciencia Ficción porque el mundo a veces es absurdamente ordinario. 

ILUSTRADORES


Andrés Lechuga (Arquitecto / Artista) Nativo de Tijuana, B.C. Ha  practicado la ilustración desde temprana edad, arquitecto de profesión con participación en varios eventos artísticos locales de Tijuana y recientemente Cuernavaca desde 2015-2023. El tema central en su ilustración radica en la fantasía obscura, el terror folclórico y tonos de lo pagano-religioso. Siempre encerrando simbolismos o significados para el espectador curioso, sus ilustraciones presentan una variedad de técnicas que van desde el grafito y prismacolor, hasta acrílicos, acuarelas y hojas de oro.
Bianca Quijano Vallejo. Abogada de formación, profesora por vocación, encontró en el dibujo una herramienta educativa para representar el imaginario de aquellos acontecimientos que si bien, pueden ser narrados, se apoyan de las imágenes para abrir la puerta al reconocimiento de emociones. Prefiere ilustrar y escribir sobre mujeres y su relación con la naturaleza. Actualmente vive en Tijuana donde participa en el ámbito educativo y en proyectos en beneficio de las mujeres.
Jesús Velázquez, joven mexicano de 19 años nacido en Puebla, actualmente estudia la licenciatura en Antropología Social de la BUAP. Desde niño apasionado por el dibujo y el arte en general, autodidacta en estas cuestiones. Y posteriormente apasionado por conocer y estudiar los relatos en torno a lo mitológico y los seres legendarios, monstruosos y mágicos, en donde esta cuestión se combina con el estudio de las culturas indígenas de México aportado en la carrera de Antropología Social. 	 preguntar redes
Juan Carlos González. Nació en Tultitlán Estado de México en  1970. A corta edad comienzo su gusto por el lápiz, papel y pincel siendo la mayoría de sus  conocimientos  autodidacta, complementado con estudios  técnicos. Se ha  especializado en dibujo y pintura del cuerpo humano realizado al óleo, acuarela , pastel , etecétera. En su  trayectoria ha participado en diversos concursos  de ilustración, 5 exposiciones  colectivas, 6 individuales. Ha participado en  la realización de murales en parroquia  de Iztapalapa CDMX y Estado de México. Por un tiempo  estuvo inactivo por cuestiones laborales, actualmente  retome la actividad artística.
Karla Itzel Chable Tamayo es originaria de San Francisco de Campeche, México, es una artista visual de 21 años que se expresa a través de su seudónimo artístico Emptyheart. Licenciada en Artes Visuales, Emptyheart juega con colores y formas para crear una dualidad en sus obras, reflejando fantasía, misticismo y las profundidades de su corazón. Su arte digital, dibujos, grabados, acuarelas, pinturas al óleo, temple y acrílico, abordan temas introspectivos y exploran la condición humana. Emptyheart busca conectar con los demás y compartir su visión del mundo a través de un estilo único que invita al espectador a sumergirse en sus propias emociones. Con el objetivo de inspirar y generar reflexión, Emptyheart participa en el fanzine Delfos 4 como un paso más en su camino de crecimiento artístico y en su búsqueda de compartir su arte con un público cada vez más amplio.
Leonel Díaz. Autor y lector de historietas, docente  e Ilustrador a Sueldo. Cómo autor a publicado "La Senda de los Avatares", "Aventuras Sobrenaturales de Catrina y Kyra" y "Hell Yeah", siendo la primera la más conocida y con mayor número de páginas. Es y ha Sido docente de Dibujo, Ilustración y Fotografía, y dirigido tesis sobre auto publicación, webcomic y cartel, entre otras. Cómo ilustrador ha publicado obra de manera independiente, presentándose como vendedor de la misma en Printfest, Pixelatl, La Mole, La FIL Guadalajara, etc. Ha publicado ilustraciones en diversos números de la revista Crisálida y en el Fanzine Delfos número 2 y el número 3 ilustrando la portada. Ha escrito reseñas de historietas Mexicanas para la página web de Tandem Cómics. Actualmente inicia también sus incursiones en Art Toy con sus personajes "Lucho" y “Ginoid”. 
Lety Medina Campos (Wyber) “Me dedico a la ilustración, pero toda la vida he contado historias, por eso me he sumergido en otros terrenos como la escritura y la animación con el afán de encontrar de encontrar el medio en el cual debería dedicarme a narrar… Todavía no me decido.
Prefiero las obras en las que hay que detenerse un rato para descifrarlas, porque me da la impresión de que así las conozco mejor. Considero que todo a nuestro alrededor es una historia, esperando ser descubierta.”
María Fernanda González Hernández. Seudónimo: Capulin Kintsugi, 21 años, Municipio Tultitlán, Estado de México. Estudieó diseño gráfico aunque le atrae más las artes plásticas, desde temprana edad ha practicado el dibujo. Toda la evolución que ha tenido a través del tiempo le ha sido muy gratificante  por el esfuerzo, los logros y el conocimiento adquirido. Con cada dibujo su meta es mejorar, probar cosas nuevas en el proceso, actualmente está incursionando en el dibujo digital.
Ynad Bond ha participado en numerosas revistas digitales con historias cortas como “El cuerpo”, “Haciendo historia”. También ha publicado varias novelas interactivas bajo el sello de Pathbooks tales como “La isla de ADYS”, “Criaturas de un mundo muerto”, “Blue Justice”, “El Ejecutor” y “Blue Justice: Fuego y cenizas”. Además de publicar dos novelas gratuitas en internet como “El sendero del tigre” y “El tercer mundo”. Participó también en el fanzine Delfos 3 con los cuentos “El rugido” y “Artificial”. 

«A. I. Messiah» páginas centrales en fanzine Delfos 4

Autor: Gabriel García Morales


“A.I Messiah” por Gabriel García Morales
Título: “A.I Messiah”
Técnica: Pintura digital
Medida 5689 x 2839 pixeles
2023

Gabriel García Morales (Gabo) es licenciado en Artes Visuales por la Escuela Nacional de Artes Plásticas, actual Facultad de Artes y diseño de la UNAM. Originario del Estado de México, Gabo se ha involucrado con las artes toda su vida; el teatro, el cine, la música, la danza, la escultura, el dibujo y la pintura son siempre sus constantes motivaciones. En el arte digital y la ilustración recientemente ha encontrado lo que más le apasiona. Se ha formado con artistas como Dave Rapoza, Steve Huston, Aaron Blaise, Renee Chio, Alejandro Barrón y Jean Fraisse entre otros.

El trabajo de Gabo se desarrolla alrededor de la temática del retrato y lo fantástico. A través de sus imágenes, pretende mostrar momentos en los que las emociones se hacen presentes; capturar el tiempo donde el sentimiento se vuelva eterno.

Gabriel es co-director del Foro Cultural Goya, un espacio en la Ciudad de México, orientado a la enseñanza y difusión de las artes, tiene el objetivo de convertirlo en una de las mejores escuelas de arte del país.

«Prosopagnosia» contraportada del fanzine Delfos 4

Autor: Mario Sánchez M.


«Prosopagnosia» autor Mario Sanchéz M.

"Prosopagnosia"
50 x 40 cm 
2017

Mario Sánchez M. nace en la ciudad de México (1982) es licenciado en Artes Visuales, por la Escuela Nacional de Artes Plásticas, UNAM, donde se formó por más de seis años especializándose en la práctica y teoría pictórica. Durante dicha formación y a la fecha exhibe gran interés en las técnicas tradicionales de la pintura, el conocimiento de los materiales y la generación de un discurso propio. Aspectos como el inconsciente, las condiciones del ser humano, la insinuación, lo filosófico, el comportamiento de la psique, lo femenino y las experiencias, dan forma a su obra.

Se desempeña como docente desde el año 2006, en instituciones privadas y públicas dando cátedra en Educación Visual, Historia del Arte, Dibujo Artístico y Pintura. Ha acreditado cursos y seminarios en pedagogía de las artes, generación de programas y planes de estudio, y enseñanza con enfoque en competencias. Como artista plástico profesional cuenta con más de 40 exposiciones, colectivas e individuales, en el país y el extranjero: España, Colombia, Italia y Guatemala. Ha sido seleccionado en exhibiciones nacionales e internacionales como Entijuanarte2010, y la Bienal de Florencia 2017. Actualmente, colabora en conjunto con diversas galerías en la Ciudad de México.

Literomancia: sobre ColectivoDelfos.com

Autor: Miguel Almanza


¿Qué pretendo con ColectivoDelfos.com?

Primero tengo que explicar cómo llegué a este nombre. Originalmente era al revés: “Delfos Colectivo”, con la idea de resumir: “Conócete a ti mismo en colectivo” como una propuesta en oposición al hiperindividualismo contemporáneo. Pero cuando se lo platicaba a otras personas, la gente lo invertía porque es más fácil recordar “Colectivo Delfos” que “Delfos Colectivo”.

Creo que la palabra clave es “colectivo”, que puede ser indefinido por abstracto. Anteriormente he colaborado en varios colectivos culturales; muchos son espontáneos y desaparecen así como aparecen. Los que logran permanecer es porque desempeñan alguna actividad en torno a la cual se agrupan. Hay colectivos y colectivas de todo tipo, incluso parecen un conglomerado extraño.

Este proyecto también es un colectivo, es el primero que estoy convocando. La primera actividad a la que convoqué fue un taller mensual que ofrecí entre amigos y conocidos, durante finales del 2021 y acabando el 2022. Nos reuníamos por cinco horas, en un café o la casa de alguien; yo invitaba la pizza a quienes llegaban temprano. Éramos entre cuatro a tres asistentes, más yo mismo coordinando. Lo sostuve poco más de un año, que era mi meta.

¿Cuántos son un colectivo? Quién sabe. A la hora de la hora, acá empecé el fanzine con tres personas, todas mujeres: mi madre (apoyándome en la logística), Yolanda y Mayra (como consultoras a distancia). En realidad sí nos he considerado un colectivo cultural, aunque pequeño, ciertamente. Entre los alumnos que han acudido al Taller Delfos de Escritura Creativa y los colaboradores, hemos logrado generar una comunidad. Quienes quieran considerarse parte de este colectivo, les doy la bienvenida.

Al momento de escribir esto, hasta el fanzine Delfos 4, se suman 78 colaboradores; 48 escritores y 30 artistas plásticos, más los colaboradores del blog. A todos ustedes muchas gracias por creer en este proyecto.

ColectivoDelfos.com es un emprendimiento impulsado por mí que —además de difusión cultural—, paralelamente ofrece dos tipos de servicios en línea: servicios editoriales y servicios educativos no formales, o al menos esa es la idea. Aunque el fanzine Delfos resultó tener relativo éxito, por parte del emprendimiento he fallado debido a mi inexperiencia, creo que no inicié con los conocimientos necesarios y aún no he encontrado el equilibrio entre difusión cultural y trabajo remunerado.

Además de que, al inicio, caí en un fraude: pagué un curso de maquetación web con costo de 16 mil pesos, aproximadamente unas veinte sesiones de dos horas cada una. Así me gasté mis ahorros de un año que logré juntar como godín de callcenter. Con este supuesto curso me vendieron también software para la página web. También me ofrecieron trabajo de guionista para videos o storyteller por muy poca paga. Pero lo más raro fue que, en lugar de estar concentrados en aprender maquetación web, estaban abocados a tratar de meterme en su sistema de inversión en criptomonedas.

Ahí fue cuando me di cuenta de que había caído en un fraude. Demasiado tarde. Ya había pagado la segunda mitad. Esto que digo sucedió allá por septiembre del 2022, recién lanzado el portal ColectivoDelfos.com. Me sobé con la idea de que les había comprado el software. Pero después me percaté de que el costo de todos modos fue alto. Les dejé de contestar mensajes y dejaron de insistir en el siguiente curso.

El día que el fanzine 1 se estrenó, atacaron el sitio web. No puedo comprobarlo, pero estoy casi seguro de que se enojaron porque seguí con mi proyecto sin ellos. Me obligaron a aprender rápido y logré recuperar el control del sitio web después del ataque. El siguiente golpe fue unos meses después cuando el software pagado, los plug-ins que me vendieron, dejaron de actualizarse. Tuve que quitar casi todo lo que ellos instalaron. Dejé lo esencial y me quedé con el software que no es de cobro. He aprendido administración web a chingadazos. O a lo mejor, simplemente, caí en la ingenuidad del emprendimiento.

Antes administré un portal, pero mi administración se limitó a seleccionar, corregir y publicar textos, no conocía la parte detrás, el trabajo del web master. Creo que aprendí rápido (y sigo aprendiendo) porque ya conocía el maquetador de Blooguer, eso me ayudó a conocer WordPress. Y siempre se me ha dado bien la informática, soy curioso, busco videos, pregunto a conocidos y googleo. También tengo el apoyo de un consultor de seguridad web, Fernando Hernández (Gat@Viejo1) a quién acudo en caso de dudas o necesidad. Incluso para obtener más herramientas tomé un curso de profesionalización de prácticas en gestión de proyectos culturales, información que apenas voy asimilando. En fin, ColectivoDelfos.com es aún un proyecto en ciernes, constantemente replanteándose y evolucionando. Mi inexperiencia me obliga a ello.

Mi experiencia ha sido colaborando en otras publicaciones como escritor, editor o corrector. Además estudié la carrera de Ciencias de la Comunicación en la UNAM (ahora retomando para egresar), que sí me brindó una base teórica respecto a las empresas editoriales, al tiempo que estoy estudiando Creación Literaria en la UACM. Pero el proyecto es más grande de lo que creí. En “teoría”, todo es ideal. En el mundo material, siempre es más complicado.

Como emprendedor me siento abrumado por un mundo cibernético monstruoso que me pide posteos diarios de diferentes cosas todos los días; además de escribir, estudiar y trabajar. Así que está muy difícil. Por ello he decidido ir a paso lento pero seguro. Para que poco a poco, la permanencia sea lo que genere confianza, y poder ofrecer mis servicios cuando tenga más clara dicha situación y me sienta con seguridad. Creo que las páginas web son como los textos que se pueden pulir con tiempo y esmero.

“Literomancia” es una columna mensual dedicada a temas editoriales y literarios, escrita por Miguel Almanza, director y editor de colectivodelfos.com y el fanzine eletrónico Delfos; estudió Ciencias de la Comunicación en la UNAM; es egresado de la Escuela de Iniciación Artística 1 del INBAL, especialidad guitarra. Actualmente estudia la licenciatura en Creación Literaria en la UACM. Visita su blog personal: https://miguelalmanzaescritor.blogspot.com/ 

Portada del fanzine Delfos 4


La portada del fanzine electrónico Delfos 4 es adornada con la pintura
«Teyollocualóyan, el encuentro» del pintor Enrique García Bruno.

La combinación de luces y sombras nos lanzan a visiones chamánicas temibles y eróticas, explorando la oscuridad de nuestra mente.


Temple semigraso y óleo sobre tela.

20 x 30 cm.

2023.

Enrique García Bruno pintor nacido en la Ciudad de México en 1987. Inicia su recorrido en la pintura por cuenta propia, posteriormente ingresa en el estudio del maestro José Samano Torres.

Con gusto por el tenebrismo, los gabinetes de curiosidades, el erotismo y la muerte es como va encontrando y formando su lenguaje pictórico actual.

Considero que debemos abrazar la oscuridad, el erotismo, la sexualidad, la muerte, nuestros miedos más profundos, trastornos y perversiones; como una fuente inagotable de inspiración que nos confronta a nuestros más puros instintos de supervivencia de la carne en una búsqueda constante un poco falsa de una mejor experiencia de vida.

Síguelo en sus redes sociales:

https://www.facebook.com/mictlan.lord
https://www.instagram.com/enriquegarciabruno

Misión Cyborg en el MIDE (Museo Interactivo de Economía)

Reseña por Mayra Daniel

Sin saberlo, diariamente se libra una batalla en el mundo: los Estafadroides, malhechores que amenazan las finanzas personales de las personas en todo el mundo se enfrentan a los Gladiadores. Esta es la trama detrás de «Misión Cyborg», la exposición del Museo Interactivo de Economía que celebra 18 años.

El Museo Interactivo de Economía, que ocupa el lugar que fuera el Antiguo Convento de la Orden de los hermanos de Belén, es ahora el escenario de esta exposición temporal en la que la Ciencia Ficción es clave para explicar los riesgos de bajar la guardia y hacer transacciones digitales descuidadas o tener contraseñas fáciles de adivinar.

La «Resistencia», todos los visitantes, podrán visitar el NODO, la central de reclutamiento donde los aspirantes a Gladiadores tendrán que aprender técnicas que te permitirán enfrentarte exitosamente a los Estafadroides: fortalecer tus contraseñas digitales, reconocer páginas falsas que solo buscan quitarte tus datos personales, no caer en promociones e invitaciones que son simples trampas para apoderarse de tus bienes digitales.

La red es un auténtico Laberinto y en Misión Cyborg puedes recorrerlo para aprender más sobre los consejos que te pueden proteger; además en el Coliseo podrás escuchar la historia del enfrentamiento permanente entre los Estafadroides y los Gladiadores.

El MIDE está de fiesta, pues este museo de la ciudad recientemente cumplió 18 años, así que al visitar esta exposición temporal serás parte de la celebración. ¡No te la pierdas! El Mide se encuentra en Tacuba 17, Centro Histórico, Ciudad de México.

La palabra de los abuelos: «Jukíluwa, la que nos da de comer»

Roberto Carlos Garnica Castro

La escritura es mágica y en este preciso instante puedes “oírme” gracias a su poder, pero nunca hay que dejar de abrevar de la ancestral sabiduría oral.

En Papantla, cuna de la hermana vainilla, viven muchos abuelos que desean compartir sus historias. Aquí recupero algunas de esas narraciones y las reelaboro de manera literaria. En esta ocasión, te presento una leyenda que me compartió el maestro José Luis González Santiago.

Jukíluwa, la que nos da de comer

Era casi mediodía y la luz y el calor de Chichiní, el sol, inundaban la tierra. El pequeño Jun (Colibrí) curioseaba en el monte. Se sentía seguro porque lo acompañaba su abuelo, un hombre sabio y fuerte. Una imprudente distracción hizo que resbalara por la ladera del cerro. La caída no fue grave, pero lo dispuso para un terrible encuentro.

—¡Hhhaaaaaaa! ­—le advirtió una serpiente de aproximadamente seis metros.

Sin saber cómo, en un abrir y cerrar de ojos, Jun estaba otra vez junto a su abuelo.

—¡Préstame el machete abuelito! —solicitó jadeando.

—¿Para qué lo quieres, hijito? —le preguntó Kiwíkgolo, el señor del monte.

—Allá abajo hay una culebra muy grande.

Kiwíkgolo se asomó y contempló al reptil que, grueso como un tronco, se desplazaba con elegancia hacia el corazón de la selva.

—Pequeño Jun, ¡se trata de la majestuosa Jukiluwa, la serpiente venado! A quien tus hermanos del valle llaman mazacuata, ¿qué te hizo para que quieras apagar su vida?

—Nada abuelito, me asustó… pero podría matarme, creo —articuló el niño y agachó la mirada, pues reconoció que había hablado irreflexivamente.

—Mi niño, recuerda que todos los seres tienen un lugar y una misión. Jukiluwa es muy importante, es la reina de las cosechas, la cuidadora de la milpa. Los abuelos no la matan, es sagrada. kinkamawiyán, nos da de comer —concluyó con solemnidad.

—¿Nos da de comer? —preguntó Jun con sorpresa.

—Jukiluwa es buena, no ataca, cuida la milpa. A veces los hombres consiguen una cría y la meten en un agujero, en una cuevita cerca de la milpa, le dan huevo o pollito para que se halle y allí viva, la hacen crecer para que cuide el huerto y haya abundancia —explicó el abuelo.

Jun, pensativo, miraba hacia el horizonte.

—Nietecito mío, ¿quieres que te cuente la historia del hombre a la que Jukiluwa dio de comer?

Al niño le brillaron los ojos pues supo que sus tres corazones serían alimentados con bellas palabras.

—¡Sí, abuelito!

—Pero démonos prisa, porque nos esperan en casa.

Y fue así como, mientras caminaban entre un mar de cedros, Kiwíkgolo narró esta historia:

«Había una vez un señor que no tenía esposa, vivía solo en el monte y era muy trabajador. Todos los días se iba muy temprano a la milpa y, al mediodía, regresaba a su casa para comer. Se llenaba la panza con cualquier cosa y se sentía muy triste porque no había nadie que lo ayudara ni lo acompañara. Así pasó mucho tiempo y él se preguntaba si algún día cambiaría su suerte.

Una tarde, cuando regresó a su casa, su corazón se llenó de alegría porque, al abrir la puerta, lo abrazó el olor de las tortillas recién hechas: la mesa estaba servida, la comida era sencilla, pero no recordaba haber probado nunca algo tan sabroso.

El día siguiente pasó lo mismo y también el tercero. Era tanta su extrañeza que se dijo “Tengo que averiguar qué pasa. Mañana saldré del jacal, pero no me iré a la milpa, me esconderé en el patio y veré quién viene a dejar la comida”.

Y así hizo: se escondió detrás de una vieja ceiba y, poco antes de las doce, vio llegar a una gran serpiente café y canela que se deslizó por debajo de la puerta, ¡era Jukiluwa!

No se movió y siguió esperando, pero pocos minutos después se encendió el fogón y el hombre, sin pensarlo, corrió a la casa. Al abrir la puerta descubrió a una hermosa mujer de largo cabello negro cocinando.

¿Eres tú la que me hace el almuerzo? —le preguntó con firmeza.

Sí —respondió ella, mirándolo con sus ojos dorados.»

—Y fue así, mi niño, como la sublime Jukiluwa, al ser sorprendida, no tuvo tiempo de vestirse otra vez de víbora y se quedó, en su forma de mujer, a vivir con el hombre.

—¡Qué interesante historia, abuelito!

—Sobre la Serpiente venado hay mucho que contar.

—¿Es cierto que, en la noche de San Juan, a Jukiluwa le crecen alas y vuela hacia el mar? —preguntó entusiasmado.

—Jun, mi inquieto pajarillo, ésa es otra historia y debe ser contada en otra ocasión.

“La palabra de los abuelos” es una columna mensual con la misión de recuperar y difundir mitos de la tradición oral totonaca en la región de Veracruz adaptados por Roberto Garnica  quien se ha desarrollado principalmente en el ámbito académico como filósofo, antropólogo e historiador, ha publicado también en libros y revistas nacionales e internacionales.

Agradecimientos:

Al maestro José Luis González Santiago, por compartirnos la historia de Jukiluwa, la que nos da de comer.

Al maestro José López Tirzo, por asesorarnos con la escritura de los vocablos totonacos.

Crédito de ilustración: Lluvia Garnica

Literomancia: “editoriales” que cobran por publicarte


Autor: Miguel Almanza

Va una reflexión respecto a «editoriales» que cobran por publicarte o que ofrecen (malos) servicios de coedición disfrazados de «premios» o selección de concurso. Pienso que si una revista te cobra por ser publicado ya es una mala práctica en sí, recordemos que alguna vez se ha remunerado y aún ahora pocas revistas o editoriales lo pagan como se debe, además de que la literatura creo que ha sido la más vilipendiada de las artes en cuanto a la remuneración económica.

La práctica de pagar para que te publiquen acostumbra a los escritores noveles a esta situación, cuando deberíamos procurar que sea al revés, que paguen los textos o que no te cobren en dado caso, pues el texto mismo es una aportación en especia. Ahora, si no pueden pagar, pueden otorgar ejemplares como retribución a los autores, que creo sería lo mínimo. Para que sea claro, si te cobran por publicarte, no te están dando un premio, están haciendo negocio con los autores o les pasan el costo de producción y aparte con la venta de ejemplares obtienen ganancias. Que te cobren por publicar es el equivalente al músico que tiene que tocar gratis para «darse a conocer»; los costos los paga el artista, las ganancias las obtienen otros.

También existe el servicio de coedición, en el cual sí te cobran por ser publicado, pero quien lo hace de manera honesta no te lo ofrece como premio de concurso; además dentro de estos servicios deberán estar dispuestos a personalizar la manufactura de tu libro, pues literalmente es mandado a hacer. No está fácil entrar al negocio editorial, se necesita conocimientos y un buen capital de inversión, es costoso imprimir y la distribución conlleva mucho esfuerzo, que muchas veces no parece ser remunerado de manera suficiente.

Ahora hablando de mi caso, parte de la idea del fanzine Delfos es iniciar mi carrera como editor, digamos que estoy haciendo mi servicio social. Tal vez no lo parezca, pero antes de lanzar el fanzine estuve tres años planeando su realización y línea editorial, no es improvisación que su publicación sea solo electrónica pues el fanzine Delfos jamás fue pensado como negocio. No podemos pagar, pero no cobramos, yo dono mi trabajo y tiempo como editor; los autores e ilustradores sus obras, ahí sí es un trueque. Los costos de distribución y realización, aunque bajos, los cubro yo. El fanzine no tiene comerciales ni anuncios de patrocinios; únicamente las obras y se ha realizado principalmente con trabajo intelectual y dedicación.

De manera paralela, tengo planeado ofrecer servicios editoriales y educativos a través de colectivodelfos.com, por el simple hecho de que necesito una fuente de ingreso y la autoexplotación ahora parece mejor opción que subsistir eternamente como empleado en las pésimas condiciones laborales de nuestro país. Como artista fue más fácil planear la revista; como emprendedor, debo admitir que me ha costado mucho trabajo elaborar un modelo de negocio honesto y al mismo tiempo redituable, el sistema capitalista premia el engaño por enajenación de la ilusión aspiracional. Y a parte de que sí, soy relativamente nuevo en esto, mi experiencia ha sido como escritor y colaborador (redactor, corrector, administrador web, promotor cultural) en otros proyectos. Es por eso que he tardado en dar con lo justo para proponer mis servicios editoriales, es un mercado muy competido y viciado, y abrirse camino es como talar monte o sembrar en el páramo. Aún así, no claudicaré, seguiré labrando la milpa digital, pues la otra opción es hacer nada. Con tiempo, dedicación, estudio y aprendizaje, espero construir un negocio honesto que me permita vivir de ello o por lo menos cubrir los costos de seguir haciendo arte. Hasta aquí la reflexión.

“Literomancia” es una columna mensual dedicada a temas editoriales y literarios, escrita por Miguel Almanza, director y editor de colectivodelfos.com y el fanzine eletrónico Delfos; estudió Ciencias de la Comunicación en la UNAM; es egresado de la Escuela de Iniciación Artística 1 del INBAL, especialidad guitarra. Actualmente estudia la licenciatura en Creación Literaria en la UACM. Visita su blog personal: https://miguelalmanzaescritor.blogspot.com/ 

El último vivac


Autor: Luis G. Torres


Para Oscar Alarcón

Son casi niños, pocos pasan de los catorce años. Llegan al lugar indicado para el campamento y proceden a instalarse. Cada grupo se organiza para armar las tiendas, hacer la fogata, juntar leña y empezar a acomodar mochilas y objetos auxiliares en las tiendas. Cada akela vigila que su manada trabaje bien y rápido. Este campamento es muy especial, se lleva a cabo cada año en el Desierto de los Leones, no lejos del ex convento del mismo nombre, ahora abandonado.

Cuando las tiendas están armadas y las mochilas acomodadas, Vicente el akela mayor llama a las tropas a reunirse, con el clásico sonido del silbato. Todos acuden con prontitud y se forman en círculo alrededor de los guías. Ahí se les dan indicaciones generales. “En este campamento no cocinaremos mucho, solo se prepararán los desayunos. Los tres días comeremos en casa de Lencho, que está a poco más de un kilómetro de aquí. También las cenas y el vivac serán en el mismo comedor, así que hay que organizarse para la caminata y estar siempre a tiempo. ¿Entendieron todos?”. ¡Si señor!, contesta la tropa al unísono. El mismo jefe pregunta: “Cuál es nuestro lema, lobatos?” a lo que todos contestan: “Siempre listos”. Dan la señal de romper filas.

La primera noche del campamento salieron los grupos llenos de ánimo. Los guiaban sus akelas. Al pasar frente al ex convento no faltó quien hiciera bromas al ver el viejo edificio del siglo XVII: “¡Aquí espantan!” o quien empezó a imitar el aullido de los lobos: “auuuuu, auuuu”. Ríen. Los akelas mandaron callar. Se oyeron muchas ricitas nerviosas. Siguieron en camino, sin detenerse. Por fin llegan al comedor de la casa de Lencho, quien los espera en el exterior. Tres granes mesas y bancas de tablones están preparadas para recibirlos. Se acomodan todos y se sientan pegados unos a otros. Lencho les da la bienvenida y les presenta a su dos hijos, Leodegario y Micaela, quienes ayudaran a servir los alimentos. En cuestión de minutos ya están sobre la mesa canastos de pan dulce, jarros de barro naranja y servilleteros. Poco a poco van trayendo lo que falta: Recipientes con tamales y jarras de chocolate caliente. Vicente, el akela mayor da las gracias y- por fin- la señal de que todos pueden empezar a comer.

Cenan rápido y con buen apetito, Se acaba todo lo que han llevado a la mesa y los jóvenes hijos de Lencho ya están recogiendo todo. Se anuncia que a las diez será el vivac. La comisión se levanta a empezar a juntar piedras y madera, para preparar el fuego. Antes de la hora pactada, las tropas se sientan alrededor de la fogata formando un círculo. A la hora exacta, Vicente y los tres akelas menores pasan al centro. Se dan las indicaciones generales, y se procede a cantar unas canciones populares. Para ello, Rubén, uno de los muchachos mayores del grupo, acompaña con una vieja y medio desafinada guitarra.

Todo se organiza para el regreso al campamento. Van contentos y de buen ánimo, después de la cena y el vivac. A los pocos metros de camino, se empezó a oír un ruido. Era como el sonido de una campana. ¿Pero cuál? El ex convento está vacío y no hay ninguna iglesia cercana. La noche estaba oscura, faltaban dos días para la luna llena, que era la única luz disponible en medio del campo. El grupo siguió caminando, hasta que otros sonidos se unieron a los de las campanas: se trataba del sonido como de grandes y oxidadas cadenas, arrastradas sobre el piso. Muchos se detuvieron. Alguien gritó: “¿Qué es eso?”. Los grupos se detuvieron por completo y empezaron a cuchichear en medio de la total oscuridad. Solo los akelas llevaban una lámpara de pilas. Había chicos que reían, pero muchos otros estaban temblando. Los akelas ordenaron silencio y seguir caminando. Ernesto, un chico flaco y desgarbado tenía la cara descompuesta. Su compañero de formación, Roberto –más bien rollizo y de copetito engominado- trataba de tranquilizarlo: “No es nada, no te asustes”. Ernesto es nervioso e impresionable. Sigue caminando, pero mira a todos lados sin fijarse bien por dónde camina. Así llegan al campamento y se meten directo a las tiendas.

Muy temprano suena el toque de silbato para levantarse. Los akelas empiezan a dar órdenes: “¡Hay que prepararse, vístanse rápido y guarden sus bolsas de dormir!”. Todo mundo se moviliza. En la tienda donde duermen Ernesto y Roberto, hay un pequeño drama. Ernesto se orinó dentro de la bolsa de dormir y está bastante mojado, no quiere salir de la tienda. Roberto le dice en voz baja: “¿No traes un cambio?, no puedes salir así, hueles a miados”. Ernesto está enojado y siente vergüenza. Tuvo una pesadilla y ni siquiera sintió que se había orinado. Al final un compañero lo salva, prestándole un pantalón corto oficial. Se cambia y sale después de todos a formación.

Ernesto es amonestado en público por no haber llegado a tiempo. Se les informan las actividades del día: habrá clases de nudos, legislación Scout, primeros auxilios y visita al ex convento, todo antes de la hora de la comida. Todo se desarrolla con normalidad. Llega la hora de visitar juntos el ex convento. La zona está integrada por el ex convento de los Carmelitas descalzos en sí, una capilla vieja y abandonada —ahora cerrada por un fuerte candado—y otras dos construcciones antiguas: la capilla de los secretos y el sótano. Este último fue una bodega en la que se guardaban desde granos hasta instrumentos de jardinería, ahora se encuentra vacío y oscuro, aunque la gran puerta de hierro forjado no tiene candado alguno.

El ex convento está construido básicamente de piedra volcánica y algunas paredes están repelladas y encaladas. Los jardines son amplios y medianamente cuidados. Hay fuentes de piedra en algunos jardines y mucha vegetación en esa época del año.

Después de las indicaciones generales, les dan tiempo libre. Los muchachos corren, entran y salen del ex convento, el sótano, llegan hasta la capilla del silencio y dicen palabras altisonantes en las esquinas, para que los que están en otras esquinas las oigan. Ríen como locos y se persiguen entre sí. Un silbatazo de Antonio, el akela de uno de los grupos, es la señal para detenerse y hacer formación. Los últimos en aparecer son Ernesto y Roberto, que vienen del sótano, caminando parsimoniosamente. Todos les gritan y les chiflan. Un nuevo silbido del akela obliga a todos a callar. Regresan sin novedad a formación y de ahí caminan directamente a casa de Lencho a tomar los alimentos. Por la tarde se hacen otras actividades. Se recoge más leña y se juega un partidito de futbol. Así se acaba la luz del día y deben hacer formación para salir a cenar.

La caminata se lleva a cabo sin incidentes, todos van muy callados, escuchando los ruidos de la noche: grillos, ranas, y el sonido del agua que corre más abajo, por el helado riachuelo. Llegan y cenan. Se organiza el vivac. Ahora en vez de canciones habrá una sesión de cuentos e historias. Empieza Oscar, el akela más experimentado. Les narra historias del ex convento, como aquella de que un fraile murió hace muchos años y no lo enterraron con las debidas ceremonias por falta de dinero. Solo se le dio sepultura, muy cerca de la bodega. Por eso se cuenta que el fantasma del padre aún aparece por las noches de luna llena, quejándose y buscando su cuerpo. Todos aplauden y ríen. Ernesto y Roberto están muy callados. No les hacen mucha gracia las sesiones de cuentos de terror, pues son muy sensibles. Siguen otros compañeros, contando historias como la del jinete sin cabeza, la llorona, los niños muertos y otras. Para narrarlas, se ponen la lámpara de pilas por debajo de la barbilla, de esa manera solo se mira una cara que hace muchas muecas y narra las historias de terror. El ambiente se densifica. El akela mayor ve el reloj y dice: “Son las diez, de la noche, hora de volver. ¡A formación!

Las manadas empiezan a caminar. Hace frío y se observa una neblina ligera alrededor del grupo. Cuando han caminado algunos minutos, el sonido de la campana vuelve, acompañado del arrastrar de cadenas. Oscar les pide que sigan sin detenerse. Algunos chicos ya tienen cara de preocupación. Para más, un nuevo ruido se incorpora: son aullidos como de coyote. Intensos, continuos. Todos se detienen y hacen una bola, como lo haría un grupo de corderos al sentirse amenazados. Los obligan a seguir caminando. Justo cuando pasan frente al ex convento, se empiezan a ver unas pequeñas luces, en varios puntos: sobre la barda, dentro de la bodega, en la ventana superior, en la fuente de piedra… ¿Quién podría prender esas luces? ¿De qué se trata esto? Los chicos se preguntan entre sí y vuelven a romper formación y hacer una bola en la que todos tratan de estar dentro, para protegerse.

Ernesto está muy descompuesto. Quiere salir corriendo de ahí, pero sus compañeros lo detienen. Roberto trata de tranquilizarlo, lo agarra fuertemente del brazo. El miedo aumenta. Entonces se oye un gran grito que proviene de la bodega. Parecería como si hubieran acuchillado a un hombre. El terror se apodera de todos y empiezan a correr en dirección al campamento. Alguno que otro tropieza y cae. Ernesto es uno de ellos. Sus compañeros lo pisan para pasar sobre él. Está asustado, lloriqueando y además pisoteado. Roberto ayuda a levantarlo y se lo lleva al campamento a jalones. Cuando llegan al campamento, dos akelas los esperan. Tratando de contener la risa, les preguntan por qué no llegaban. Ellos están aún aterrados, pero también molestos. Roberto mira al akela con unos ojos de odio, pero pocos alcanzan a notarlo. Cuentan lo sucedido… Se da la señal y cada grupo se mete a sus tiendas a dormir.

Por la mañana parece que ya se olvidó lo sucedido la noche anterior, salvo que algunos cuchichean en formación que tuvieron tanto miedo en la madrugada, que orinaron sin salir de la tienda, nada más abriendo el cierre. Ernesto le confiesa a Roberto que tuvo pesadillas otra vez. Los akelas mandan hacer silencio y organizar el desayuno. El grupo encargado empieza a prender la fogata y a sacar los víveres de la tienda-almacén. Es el último día de campamento. Quedan muchas actividades por realizar. Al día siguiente, después de desayunar, tendrán que levantar las tiendas, empacar y salir.

Por ser el último día, la comida es especial: les sirven pollo con mole y arroz, acompañado de bolillos. Hay agua de limón y de horchata. De postre, esas deliciosas galletas de Tenango, que se deshacen en la boca. Todos comen con buen apetito, risueños y platicadores. Terminan sus platos y los hijos de Lencho los levantan para llevarlos a la cocina. Agradecen la comida y regresan al campamento. Se hace una reunión para recordar las actividades del día siguiente, se acuerdan las comisiones que harán todo y se comentan las próximas salidas del grupo. Habrá un paseo largo a la cueva de las golondrinas en San Luis Potosí en dos meses. Todo se entusiasman y aseguran que asistirán.

Cuando se dan cuenta, ya es de noche y están caminando hacia casa de Lencho. Algunos portan mochila, con los materiales que usarán para el vivac. Ahora sí, la luna está totalmente llena. Parece una pantalla iluminada. Solo unas tímidas nubes la rodean. La noche está fría y silenciosa, de no ser por los grillos que nunca descansan. Los recuerdos de la noche anterior surgen, pero no se detienen, incluso aprietan el paso para llegar a cenar.

Después de tomar los alimentos, se avisa que empezará el último vivac. Se presentan varios números musicales, declamaciones y más. Al final, el grupo de los más grandes lee una historia de Alan Poe muy conocida. Se trata de “El gato negro”. Los chicos se han repartido los párrafos y lo hacen muy bien, dándole entonación y efectos corporales a lo que leen. También usan las lámparas para alumbrar a las caras del narrador, o a otros puntos alrededor de ellos, creando una atmósfera de miedo. El akela mayor los felicita por la representación. Agradecen a Lencho, Leodegario y Micaela. Ya no los verán mañana. Hacen formación y empiezan a caminar, recordando aún divertidos, el vivac. Nadie se percata de que Oscar y los otros dos akelas no van con el grupo. Debieron de haberse adelantado.

Cuando el grupo se moviliza hacia el campamento, empieza la sucesión de sonidos: campanas, cadenas que se arrastran, aullidos, el ulular de una lechuza. Casi se esperaba, pues cada noche ha sido así. La neblina es más espesa esa noche y una luna enorme y amarillenta alumbra su camino.

Antes de llegar al ex convento, se escucha un caballo, que parece seguirlos. No han visto ninguno de ellos en esos días. Es extraño que a esa hora ande por ahí, pero su cabalgar es clarísimo. Al parecer el caballo los ha adelantado, pero solo se oyen sus pisadas, nadie vio al animal ni a quien lo monta, hasta que de repente ambos llegan de frente y se pueden ver entre la neblina; es un caballo negro y grande, montado por un jinete sin cabeza y del que solo se distingue una gran capa oscura. La formación se rompe y varios corren, Están asustados por la aparición. Se oye relinchar al caballo y una risa fuerte y burlona, que no se sabe de dónde viene. En ese momento, de la bodega del ex convento sale una pequeña procesión de frailes, con sus hábitos café oscuro y las capuchas puestas sobre las cabezas. Llevan velas en las manos y al caminar agachados no se distinguen sus rostros. Los ruidos de la campana y las cadenas se intensifican. No se detienen los aullidos y el ulular de la lechuza. Todos es una confusión, Ernesto, Roberto y un explorador más, salen corriendo y se meten en el bosque. Algunos lloriquean. Se han quedado en cuclillas, petrificados, rodeados por el jinete sin cabeza y los monjes silenciosos. Cuando todo llega al máximo punto, se empiezan a oír unas risitas que pronto se vuelven carcajadas. Los monjes se levantan las capuchas y son ni más ni menos que dos de los akelas, Leodegario, Micaela y Lencho. Del caballo baja el jinete, que tenía oculta la cabeza bajo un manto negro, se descubre y es Oscar, el otro akela faltante. Los chicos no saben si reír o llorar, Están muy asustados y les causa más que risa, enojo, el haber sido engañados y burlados de esa manera.

El akela mayor se pone al frente y les explica que se trataba de una prueba de valor, a la que todos los exploradores del grupo son expuestos. Agrega que cada año se realiza y que los padres están informados y dieron su consentimiento. Entre los murmullos se oyen voces que dicen; “! ¡Qué poca madre!, ¡De haberlo sabido!” Uno de los exploradores dice riéndose: “Yo si lo sabía, ¡mi hermano mayor que vino hace años, me lo advirtió”! Los monjes y el jinete –ahora con cabeza- se insertan al grupo. Todos empiezan a caminar rumbo al campamente, de manera más o menos desorganizada, comentando lo sucedido. De repente alguien declara: “Ernesto y dos más no están, salieron corriendo a la hora del susto mayor”. Vicente, el akela principal le indica a Oscar que regrese por ellos, Felipe, otro akela se ofrece a acompañarlo. Ambos se separan del grupo, aun con los disfraces puestos y van hacia el ex convento.

Como ya que se han apagado las veladoras que se prendieron en la ventana, la bodega, la fuente, la barda y otros sitios, el convento está totalmente oscuro. Oscar y Felipe se separan para buscarlos en los alrededores, sin encontrarlos. Gritan de vez en vez sus nombres, sin tener respuesta alguna.

Dentro de la bodega, Roberto y los otros dos chicos, están escondidos en la oscuridad, tiritando de miedo y frio. No han escuchado lo que pasó fuera y sienten que aún corren peligro. No se mueven, ni hacen ruido. Solo se escucha el ligero castañear de sus dientes y sus respiraciones continuas.

Oscar y Felipe los buscan en la capilla de los secretos, atrás del convento y por cuantos pasillos y corredores que se pueden acceder. Al fin, cansados de buscar se detiene frente a la bodega, Roberto hace la seña de que guarde silencio a Felipe y entra sigiloso por la vieja puerta de hierro, caminado de puntitas para no hace ruido. Adentro todo está oscuro, pero no trajeron lámparas. Cuando apenas han caminado unos pasos, sienten la presencia de alguien más y en ese justo momento, solo se escucha una orden: “¡Ataquen!” y todo se vuelve una confusión. Grandes rocas caen sobre sus cabezas y espaldas. Entre los tres chicos golpean a los akelas sin piedad, usando esas grandes piedras. Roberto ha sacado de su mochila un hacha y otro de ellos, porta un cuchillo de montaña. Los akelas alcanzan a soltar unos gritos de dolor, pero tienen encima a sus atacantes, cortándoles con el cuchillo y el hacha sobre el tórax y extremidades y moliéndolos con la piedra sobre la cabeza, con una saña que solo el odio o el miedo pueden infundir en un adolescente de su edad y fuerza.

Todo termina. Los cadáveres de los dos jóvenes quedan en el piso ensangrentado y la tercia de exploradores sale de la bodega, sumida en la oscuridad. Los tres están como en un frenesí asesino, sudados, ensangrentados y temblorosos. Roberto porta el hacha, llena de sangre y uno más, no suelta el cuchillo de su mano ensangrentada. La luna, inmensa, alumbra sus rostros. Respiran con dificultad. El tercero le dice a Roberto: “¡Creo que eran Oscar y otro akela!”, aterrado. Roberto se limpia la cara con la manga del suéter, sus ojos aún están desorbitados. Casi escupiéndolo le contesta: “¡Lo sé, claro que lo sé!”.