Un artista persiguiendo sus propias ideas

Entrevista a Raúl Cruz Figueroa (Racrufi) por Joel Cuéllar


Raúl Cruz Figueroa (Racrufi) y Joel Cuéllar

El 12 de junio 2022, en el contexto del evento “Los modernos tlacuilos: Multiversos de Narradores Gráficos Mexicanos”, en el museo de la Ciudad de México, nos reunimos con Raúl Cruz Figueroa, mejor conocido como RACRUFI. Maestro de maestros del arte fantástico mexicano, se trata de uno de los artistas plásticos contemporáneos más relevantes en la escena de la ciencia ficción y fantasía de México.

Durante esta charla nos habló sobre su proceso, orígenes, trayectoria y en especial sobre las lecciones que ha aprendido a lo largo del camino de las cuales todos podemos abrevar un poco. A continuación transcribimos algunos de los extractos más importantes de dicha entrevista.

Racrufi se ha distinguido no solamente por la calidad de su técnica, la cual se hace patente al ver la obra en vivo, donde podemos corroborar que ninguna fotografía le hace justicia. También por su particular temática, la cual combina elementos prehispánicos o folclóricos mexicanos con ideas fantásticas y de ciencia ficción. Sobre esto nos comentó:

Este trabajo es el resultado, por muy cursi que suene, de mucha pasión por crear, por dibujar, por la ciencia ficción y por la fantasía. En algún momento de mi adolescencia quise darle una identidad propia a mi trabajo porque la gran mayoría de las personas que lo veía intuía que yo había tomado el robot, la nave o lo que hubiera hecho de lo que estuviera de moda en ese momento, algún programa de televisión o alguna película.

Es algo lógico, no lo considero algo malo, pero yo tenía la enorme necesidad de hacer algo propio, entonces un día se me ocurrió utilizar una cabeza de Quetzalcóatl para convertirla en una nave espacial y así surgió. Posteriormente hice el calendario azteca en una nave espacial, luego hice un robot al estilo de un guerrero mexica.

Racrufi ha utilizado muchas técnicas, desde el lápiz, la acuarela, el aerógrafo. Durante dichas exploraciones ha encontrado que el acrílico sobre tela es su preferida. Para él dicha búsqueda se puede resumir de la siguiente manera:

Todo ha sido a través del tiempo, de estar trabajando, experimentando siempre por el gusto y yo diría que incluso por la necesidad biológica de estar siempre haciendo algo.

Esto último se hace particularmente interesante cuando nos enteramos que él no cuenta con estudios de licenciatura en artes plásticas.

No tengo una carrera de licenciatura de arte, todo ha sido a través del gusto, de la práctica y la observación. Obviamente lo ideal para un artista es tener una carrera y además tener el placer o la pasión de hacerlo. Para bien o mal nadie me ha pedido un título profesional, quiero pensar que es porque mi trabajo de alguna forma habla de la práctica que ya he tenido. Yo creo que todo lo académico es básico, que se necesita realmente, yo lo he aprendido por mi cuenta pero es una preparación que sí se debe hacer.

Quizás una de las ventajas de no tener una carrera es que hay una libertad creativa, no hay un camino que seguir porque haya sido el que nos dijeron en la escuela. El uso de la acuarela, del acrílico o de cualquier otro material yo lo he hecho con base en experimentaciones, en si los resultados me han gustado o no. Pero que no necesariamente tienen que venir de una clase o de un libro y me ha sucedido que espontáneamente a través de ese acto han surgido cosas que por lo menos a mí me gustan aunque no sean estrictamente académicas.

Probablemente el mejor ejemplo de la combinación entre dicha búsqueda de identidad y la experimentación artística de Racrufi sea su uso del papel amate.

Me gusta mucho su textura, pero no sé cómo me vino a la mente esa idea, un día se me ocurrió tomar una pistola de calor y empezar a quemar ciertas áreas del papel amate y me gustó porque se vuelve rojizo y puede dar un acabado interesante.

Cabe destacar que a pesar de la longeva carrera de Racrifu, creando volantes o carteles para eventos con temas fantásticos y de ciencia ficción, esto no se tradujo en éxito económico. Por lo que se ha dedicado de manera paralela a una carrera en la ilustración y la publicidad.

Cuando yo empezaba todo esto, en la adolescencia, tenía una ilusión muy sólida y muy fuerte de dedicarme sólo a hacer arte de ciencia ficción. Mis primeros contactos fueron libros de arte fantástico que llegaban a México de Boris Vallejo, de Frazetta, de varios maestros de los 60s, 70s u 80s y ese era mi sueño.

Yo no sabía que en México no había un mercado de ciencia ficción, no hay una industria de ciencia ficción y todo lo que conocemos de ciencia ficción en México viene de fuera, especialmente de Estados Unidos.

Con los años yo tuve que aceptar esa realidad y para vivir tuve que empezar a aceptar trabajos de arte que no tenían nada que ver con ciencia ficción. He hecho portadas de libros didácticos, escolares, revistas y un montón de trabajo que no tiene nada que ver.

Gran parte de mi tiempo lo dedico a hacer arte para publicidad, no necesariamente de fantasía y ciencia ficción. No hay un mercado muy grande para ello en México, hablando de lo gráfico, yo sé que literariamente es mucho más grande.

Encuentro «Los modernos tlacuilos: Multiversos de Narradores Gráficos Mexicanos”, en el Museo de la Ciudad de México, 2022

El maestro considera importante el contacto con otros artistas con inquietudes similares.

A mí me gusta mucho porque es muy enriquecedor. La retroalimentación, el que cada uno de nosotros nos compartamos nuestras experiencias, nuestras técnicas o nuestras ideas. Por supuesto, llega a haber alguna situación en la que llegamos a encontrar a alguien que no solamente se niega a compartir, sino que además es un poco antagonista, pero es lo menos.

Es común que un autor reconocido pierda la proporción de su éxito y que la soberbia se haga presente, algo que Raúl tiene muy presente.

Por supuesto, tengo mi ego. Mi ego es parte importante para hacer la obra, me gusta que la gente admire mi trabajo, pero me gusta tener mi ego en privado. Finalmente todos somos vulnerables, falibles y quien tiene que hablar por nosotros es la obra. La mejor muestra ególatra de un artista es su obra.

Como ya se mencionó, la necesidad económica hizo que el maestro no pudiera concentrar su obra exclusivamente en los temas de su interés. Sin embargo, recientemente ha podido combinar esas dos líneas de trabajo, que hasta ahora habían sido paralelas:

A partir del Internet la apertura es mayor y ahora tengo clientes que no son de México, clientes de Dinamarca, de Estados Unidos, España u otros países, todo por Internet y que sí son temas de ciencia ficción.

Por ejemplo, hay una empresa de Dinamarca que se llama Tinmen que me encargan puros dragones, robotizados, de fuego, hace poco hice unos dragones de nebulosa, muchos tipos de dragones. Colaboro con una empresa que se llama Sivifi que hace videojuegos, les hago robots, insectos robotizados, paisajes, escenarios o escenas con un estilo steampunk. Para otra empresa de Texas les hago unas cartas de fantasía y ciencia ficción. Ahí sí son trabajos más enfocados a la temática y al concepto de la ciencia ficción.

Al ser una persona de la vieja escuela, que puede recordar el mundo previo a la revolución digital, Racrufi hace especial énfasis en la manera en la que un autor puede darse a conocer a través de las nuevas redes de comunicación mundial.

Es cierto que si nos basamos en una editorial dejando que se encargue de todo, imprimir, distribuir exhibir, promocionar y vender, el artista tiene más tiempo para crear. Pero también tiene menos ganancias y tiene menos contacto con la gente. Entonces, aunque mi naturaleza no es muy sociable y me la paso encerrado trabajando, me gusta conocer a la gente que disfruta mi trabajo, me gusta platicar con ellos porque hay una retroalimentación. Esto es algo que ha permitido el Internet porque saltas todos los intermediarios que eran los que decidían si salía o no a la venta algo, si les ponías un cierto precio o no. Bueno, pues afortunadamente ya no tenemos que buscar su bendición.

Alcatraces por Racrufi

Nos comentó acerca de la importancia del contacto directo con su audiencia, en especial pensando en los futuros artistas.

Entonces ya nosotros personalmente decidimos tener el contacto directo con la gente, a veces hay tiempo, a veces no; tiene sus ventajas, sus desventajas. Pero a mí me parece que es muy enriquecedor, quiero pensar que ayuda o que puede proyectarle a los chavos que nos vean como alguien más terrenal, más normal.

Yo tengo consciencia de que hago un trabajo que pocos o nadie lo hace, pero yo no dejo de necesitar ir al súper, pagar mi luz, mi agua. Esta idealización que se llega a hacer de los artistas me gusta aterrizarla para que los chavos que aspiran a eso se den cuenta de que no hay nada especial. Obvio hay que trabajar duro, hay que practicar, sí hay un precio que pagar pero no es para alguien especial, no es que te haya caído un rayo y te iluminó o que vienes de otro planeta.

El maestro hizo especial énfasis en lo que implica el desarrollar cualquier disciplina, en otras palabras, la importancia del oficio, del gusto que impulsa a practicar haya o no ganancia inmediata.

Sí hay cierto talento, sí hay cierta proclividad, como un deportista, como cuando hay un chavito de diez años que es mejor que otro para jugar al basquetball por ejemplo, eso es un hecho igual que en el arte. Pero puede haber alguien muy bueno para algo y si no practica simplemente no va a desarrollar su talento. Y puede haber alguien que no tena talento pero se esfuerza, practica y lo desarrolla. Entonces la clave para hacer arte o cualquier actividad es la constancia, la práctica todos los días producto del gusto por hacerlo.

No esperes a que alguien te pida algo… Yo un día dije que iba a seguir haciendo mi ciencia ficción aunque no me la encarguen y seguí ahí, trabajando. Yo no pude evitar seguir haciendo ciencia ficción y con el tiempo me di cuenta de que era muy bueno porque no esperé a que viniera alguien o que existiera un mercado, podría decir que hasta estamos abriendo un mercado. Curiosamente mis obras personales que nadie me encargó me han abierto muchas puertas de trabajos comerciales.

Finalmente nos comentó lo que considera fue la clave para convertirse en uno de los artistas plásticos más importantes en el ámbito de la fantasía y la ciencia ficción en México.

¿Cuál es la clave de esto? Que de toda la creatividad, toda esa inquietud y esa necesidad creativa del artista hay que abrir la válvula para que se desfogue. Llegó a decirme alguien que mis trabajos eran muy locales, que no iba a tener clientes de Estados Unidos, que hiciera otra cosa. Y yo dije que si llegaba a tener clientes de EUA estaría bien pero yo insistí en seguir haciendo mi propio concepto de ciencia ficción mexicana, no me importa si me lo encargan o no me lo encargan. Y el tiempo creo que me dio la razón porque ahora yo me siento muy orgulloso de tener a mis clientes pero por otro lado mi obra personal.

El secreto. Que sigan haciendo sus propias ideas aunque nadie se las encargue. Aunque el maestro no se las dejó de tarea, aunque el cliente no les encargó, sigan haciendo sus obras, practicando, experimentando y todo eso cuenta, absolutamente. Va a llegar un momento en que eso les va a abrir puertas.

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Cuando haya un hueco en tu vida

Autora: Mayra Daniel


Siempre que haya un hueco en tu vida llénalo de amor.

Adolescente, joven, viejo: siempre que haya un hueco en tu vida llénalo de amor.

En cuanto sepas que tienes delante de ti un tiempo baldío, ve a buscar el amor.

No pienses: “sufriré”

No pienses: “me engañarán”

No pienses: “dudaré”

Ve, simplemente, diáfanamente, regocijadamente, en busca del amor.

¿Qué índole de amor? No importa: todo amor está lleno de excelencia y de nobleza.

Ama como puedas, ama a quien puedas, ama todo lo que puedas… pero ama siempre.

No te preocupes de la finalidad de tu amor.

El amor lleva en sí mismo su finalidad.

No te juzgues incompleto porque no se responden a tus ternuras: el amor lleva en sí su propia plenitud.

Siempre que haya un hueco en tu vida, llénalo de amor

Amado Nervo

Cuando haya un hueco en tu vida llénalo de ensayo. Es lo que este 2021 me ha enseñado: mientras trataba de revitalizar el impulso creativo, buscando hasta debajo de las piedras, no me percaté como las digresiones y las ideas se multiplicaron solas. Como esos musgos que crecen sobre las rocas, en una red poco comprendida de argumentaciones que se sostenían y se recuperaban solas, sin ser notadas.

Esa tarde había llegado tarde al taller de cuento y el coordinador estaba ya presumiendo su nueva lectura: una ficción que retrata los retos de un policía que se enfrentaba al crimen organizado en México. El libro, lleno de banderitas de colores separaba los momentos favoritos de su lector.

  • ¡Mira nada más esta chulada! Tan solo por este párrafo ya vale la pena todo el libro.

“Lo único verdaderamente organizado en México, es el crimen”, decía el subrayado imaginario de mi amigo.

Me pareció curioso que, la réplica desgajada del sentido, fuera en sí una tesis digna para un ensayo.

Me remonté en ese momento a una poesía de mi temprana adolescencia, cuando llenaba las hojas de un cuaderno con mis poemas favoritos y me encontré este de Amado Nervio, que me acompañó por años como un mantra: “Siempre que haya un hueco en tu vida, llénalo de amor”

Adolescente, joven, viejo…

El carácter atemporal del ensayo y su validez sin importar; y es que aunque la atribución hegemónica del pensar se le atribuye a los hombres, las ideas ensayísticas pueden vivir en cualquier lado y nacer de cualquier cabeza.

“No cualquiera puede ser un gran chef, pero un gran chef puede nacer en cualquier parte”

¿Cuántas veces hemos escuchado el más genial de los argumentos en la voz de un joven taxista o hemos sorprendido a la señora de las tortillas en formal locución sobre la economía doméstica? Sin importar el género o la edad, el tener ideas propicias para un ensayo no es algo privativo, por ello es el género en que nos permite indagar en la grandeza del alma humana.

¿De qué ha dependido que las ideas de ensayo dependan de hombres blancos europeos? De que generalmente tienen más tiempo para darle importancia al discurrir de sus pensamientos y uno tiene que hacer malabares entre las tareas de cuidado. Pero: ¿qué hay de ese gran ensayo que se te ocurre mientras le sacas las manchas a las calcetas de tu niño pequeño?

“Se va la vida, se va al agujero, como la mugre en el lavadero…”

En cuanto tengas un tiempo baldío

¿Cuánto tarda uno en escribir un ensayo? Esperando el desánimo de las multitudes se nos dice que el ensayo es un género exigente: requiere documentarse, se nos explica, se necesita mucha fortaleza argumentativa, se nos alerta; es una cosa muy seria, se nos previene.

Todas estas acotaciones alejan del ensayo a algunos, retomando este género como una hidra de muchas cabezas de serpiente maliciosas y dispuestas a soltarte una mordida al menor descuido.

¡No parpadees!

Sin embargo la generosa naturaleza del ensayo permite que las ideas sean incluso parabólicas, que tengan el vaivén de un barquito en la fuente: no todos los ensayos son la flecha de Guilermo Tell, ¡al contrario! Diría que algunos se regocijan en su ambigüedad y se explayan en sus metáforas.

Así como quien comienza la tarea de sembrar un huerto, sin saber exactamente el camino que tomarán las plantas que en él crecen, confiando en que las cucurbitáceas y las lilifloras tomarán cada una el espacio y la altura que necesitan, siempre que tengan el suelo fértil. Así las ideas y sus expresiones tendrán el espacio que necesitan, solo acotado por esa cerca final que es la fecha de entrega.

No pienses que tipo de ensayo

También ensayar es como bailar: mientras más piensas en ello, menos te sale; en algún momento debes dejarte fluir en ese cadencioso mar de letras tintineantes y entender que las clasificaciones son excelentes, maravillosas, muy necesarias. Todas estas taxonomías están hechas para que en las clases nos quede todo más claro.

Pero al escribir el lenguaje se desborda. (¿El ensayo será Piscis?), requiere una entrega, una rendición total, una delicada renuncia. Y es así, cuando colmada la sed de ensayar, nuestros labios saciados de ideas se detengan llegan los puntos finales y los compases de cierre que se van haciendo lentos, como el Fade Out de una canción que te encanta.

El ensayo lleva en sí su propia plenitud

¿Para qué escribimos ensayo? ¿Es para que otros piensen igual que nosotros? ¿Para demostrarnos algo? ¿Porque esas ideas necesitan un sustento material o digital que nos permita dejar una constancia de su existencia? ¿La idea misma existía antes de ser ensayada en nuestra cabeza?

El objetivo del ensayo parece ser elusivo, porque aunque leas un ensayo de algo en lo que no estás de acuerdo su propia existencia es transformativa: de la existencia del ensayo puede nacer su antítesis y su síntesis, pero sin esa semilla germinal no hay nada.

Es por ello que el ensayo lleva en sí su propia plenitud: la existencia de la idea. De allí que la frase de René Descartes podría reformularse: Pienso, por lo tanto ensayo.

Está lleno de excelencia y de nobleza

Veamos con detenimiento estos adjetivos, en el caso de Amado Nervo atribuídos al amor, en este símil, recién establecido, atribuibles al ensayo:

Excelencia: superior calidad o bondad que hace digna de aprecio y estima a una cosa o persona

¿Podemos querer un ensayo?, ¿un ensayo puede estar lleno de bondad y calidad?, ¿podemos llegar a apreciarlo y estimarlo?

En esta trayectoria de 5 meses leyendo ensayos recuerdo algunos que se han quedado a vivir en mi cabeza sin pagar renta, quizá el que más ternura me ha causado es “La anciana espacial” de Ursula K. Le Guin, pero también me hizo reír mucho G. K. Chesterton y sin duda entendí que los ensayos pueden ser excelentes.

Noble: viene de la latina Nobilis, que es lo mismo que non vilis, no vil o villano. Pero la verdad es que, Nobilis, se deriva del verbo Nosco, que es conocer, y así Nobiles es lo mismo que Noscivitas, de suerte que se llaman Nobiles, porque son conocidos, notables o notorios, en su calidad y sangre.

Ensayos conocidos y notables podemos encontrar también muchos; algunos, escritos con letra de oro en las bibliografías académicas, otros, descubiertos en revistas o encontrados en talleres como el que dio origen a estas reflexiones. Lo notable de un texto, nuevamente, no depende de su origen, si no de sus alas y las alturas de pensamiento que alcance.

No pienses: “sufriré”, no pienses: “me engañarán”, no pienses: “dudaré”

Pero eso sí, al leer ensayo siempre es necesaria una cierta complicidad, un cierto acuerdo entre ensayista y lector, en el que el mundo en el que transcurre el ensayo, sea ficcional o no ficcional, puede establecer su set de reglas del juego. Esta complicidad entregada del lector del ensayo con quien lo está escribiendo requiere esa disposición de ánimo que lleva su propia recompensa.

Ve, simple, diáfana, regocijadamente, en busca del ensayo.

El proceso mental para crear un ensayo a veces parece perseguirnos, buscarnos en las esquinas, jugar con nosotros en los letreros de los edificios y en las citas de los libros que leemos; algunos ensayos nos persiguen con regocijo, como quien juega a las escondidas, como quien se deleita provocándonos.

Seguir el juego del ensayo es seguir al propio pensamiento, ese conejo blanco que nos puede sorprender saltando de repente. Y en nuestra búsqueda de la idea siempre vamos un poco tarde, de allí que salir corriendo detrás de ella sea indispensable.

Furia del desierto

Autor: Miguel Ángel Almanza Hernández


Sobre la carretera del lado del Gran desierto de Altar, el ocaso del sol es hermoso. Pero el trailero no se fija porque todavía le restan seis horas de trayecto. Así que metió pata, el tráiler aceleró su marcha más allá de los cien kilómetros por hora.

Pasado un tiempo, se dio cuenta de que los pericazos ya se le estaban pasando, así que decidió pararse a orinar y prepararse un bazuko para el resto de la noche. Después de echar aguas, encendió su porro y respiró profundo.

A medio tanque expulsó todo el humo, escuchó ruido de pasos entre los matorrales. Iluminó con la luz del celular, y vio a una muchachita llorosa con su vestido sucio, raído y manchado de tierra con sangre.

—¿Estás bien?¿Estás herida, m´ija?

Pero la chica no contestó, solo le miraba asustada solllozando. El trailero se regresó a la cabina y le extendió una cobija sobre los hombros. Ya de cerca, notó que la muchacha era hermosísima, parecía extranjera. Seguramente era de la trata y se les había escapado, lo cual es raro. La comenzó a auscultar para buscar algún arma.

—No te asustes, estoy viendo si no te pusieron chip. Ven, súbete, te dejo en la caseta.

La muchacha dudó, permaneció congelada. Él no le dio más tiempo y la cargó en vilo, subiéndola al asiento del copiloto. Luego, encendió las luces y apago el motor, cerró los seguros, le dijo:

—Oye, y a todo esto, ¿eres una buena mujer o eres de las malas?

La chica solo negó con la cabeza, mientras intentaba abrir la puerta.

—Si te portas bien, te puedo esconder con unos amigos, ya sé que te van a estar buscando y chance hasta una lana me dan por ti. Pero si me haces una buena mamadita, yo feliz y te saco de aquí en chinga, ¿cómo ves? —Y al decirle esto le mostró la pistola fajada en la cintura, sonriendo como por casualidad.

Ella no se resistió cuando le tomó por el cabello castaño, le restregó su pene flácido y pestilente en la suave cara, hasta que logró erectarse. Y así, mientras le ponía la pistola en la cabeza, con la otra mano le mantenía abierta la quijada.

Movía su pelvis lentamente, poco a poco, la chica dejó su pasiva resistencia y comenzó a hacerle una verdadera mamada. Sintió el placer, como un ardor, una oleada de sangre que le subía, luego el sabor a sal y el ansia tremenda. En el punto más álgido ella se detuvo.

—No te pares, ya casi…

Escuchó un chasquido que le recordó a las jicamas, luego sintió un ardor. Ella sonrió mientras asentía, la sangre le escurría de su boca, masticaba y engullía un pedazo de carne. Sus ojos parecían de fuego y sus dientes eran de bestia, con ellos cercenó a dentelladas hienescas toda la carne por la cual le habían dicho que era hombre. El trailero gritó con desesperación y jaló de los cabellos a la furia. Como no pudo quitársela de encima, se resolvió dispararle toda la carga de su pistola.

Cuando el trailero despertó ya era de día. Tenía mucha sed y frio, le dolía la cabeza. Sintió la humedad entre sus piernas. Abrió los ojos, su rostro quedó congelado en un grito silencioso. No pudo distinguir los restos de su pene y los dedos de la mano izquierda destrozados a balazos, se confundían unos con otros, en una gran plasta de sangre.

Tener la razón

Por Mayra Daniel


El tiempo me dará la razón”

Dicen: “el tiempo todo lo cura”; yo no estoy seguro que sea cierto. A veces, desde esta altura, pienso en que he sido poco razonable. Aunque en teoría mis pasos siempre van a un mismo ritmo, sé que los ojos que me miran, lánguidos, a veces están hechos para odiarme.

Pero, ¿acaso tengo yo la culpa? Es cierto, mi propósito es unívoco, no tengo forma de retroceder o ir más rápido: mi camino es claro y mi finalidad, exacta.

Ser el guardián del tiempo no es para nada un tema sencillo, pero tampoco puedo intervenir y hacer que el galán de esa muchachita llegue más rápido o ir más lento para que aquél joven llegue a su cita de trabajo.

Desde aquí veo muchas tragedias: perritos de peluche que se caen a los andenes y hasta uno que otro zafarrancho.

Mis días son tranquilos, hasta eso: van cambiando las publicidades en los carteles, veo nuevos peinados en las señoras y nuevos estilos en el ir y venir de los muchachos.

En todo este tiempo no he curado nada: estoy cierto, pero también he visto muchos encuentros. Parejas que corren uno a los brazos del otro, dedos que se entrelazan, mejillas que se besan.

A veces creo que no sirvo para nada, sí… Es que mis antepasados: un reloj de arena y una clepsidra, poseían éste misticismo de conectar con los elementos, pero yo fui hecho digitalmente, con un montón de cables y foquitos, a veces me siento desconectado.

Sí, he sido desconectado varias veces: una vez incluso me quedé detenido a las 14:20. Lo único que me consolaba, era saber que incluso un reloj de metro detenido tiene la razón dos veces al día.

Mi hermano está del otro lado del andén, hace mucho no lo veo de cerca. Íbamos en la misma caja el día que nos instalaron, pero desde entonces creo que estoy destinado a la soledad.

El tiempo es también una medida solitaria, quizá por eso nos entendemos. No está destinado ser para nadie, a complacer o cuidar. Diría que su vocación, por el contrario, es esa entropía del desgaste y el fallo.

Cuando me arreglaron me llevaron a un taller y quedé sincronizado con el reloj mundial; al menos eso dijo el técnico: “Quedó de diez”.

Acá abajo pasa de todo, cuando llegan los cantantes me gusta: el tiempo y la música se llevan bien. Yo solo cuento, ellos cantan: “Reloj, no marques las horas, porque voy a enloquecer… ella se irá para siempre de mí, cuando amanezca otra vez. Reloj, detén tu camino, porque mi vida se acaba, ella es la estrella que alumbra mi ser, yo sin su amor no soy nada”.

Nunca he visto las estrellas, eso me hubiera gustado. Ser un reloj que pudiera ver el cielo, que se alineara con los cuerpos celestes. Solo los conozco en los carteles de la publicidad en las paredes.

Un día dejé de ver personas: solo se iba a parar por allí el policía, hacía un rondín pequeño y se desaparecía. Debí suponer que ese sería el principio del fin.

“Si un árbol cae en medio del bosque y nadie lo escucha: ¿en verdad cayó?”, si un reloj marca el tiempo en una estación vacía y nadie lo mira, ¿en verdad pasa el tiempo?

Así, suspendido, vi desde el andén contrario como llegaba un técnico a desinstalar a mi hermano y lo sustituía por una televisión que nunca calla su voz. Mis días están contados, concluí.

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En el fondo del lago

Por: Juan Manuel Díaz.


Exhaló resignado. El reclamo de las alumnas continúo a través de la pantalla. Sólo pudo ver cuadros negros con un nombre en letras blancas o fotos de rostros que no conocía en persona.

—Es que esos suspiros me dan a entender que ya estás harto, que no te importa y yo sí quiero aprender— dijo una joven con voz gruesa, al tiempo que sintió la espalda y hombros tensos. “No tengo necesidad de esto” pensó, mientras sus ojos se clavaron en el recuadro iluminado de donde provenía la voz.

—Yo me rompo la madre, me esfuerzo para que no te importe. Dinos qué esperas de nosotros— continuó la chica.

El sol entró por la ventana del comedor. Era una ventana amplia que permitía al parque entrar a su estancia. El sol entró fragmentado por la estancia, la fronda de los árboles interrumpió los haces de luz y convirtió la estancia en un lago salpicados de sombra, verdes y luz. En efecto, a Rogelio le pareció estar sumergido en el fondo de un lago viendo hacia la frontera del agua y el aire; y esos claroscuros eran producto del oleaje del lago. Por un segundo, todo el mundo se quedó en silencio e inmóvil. De nuevo, la voz violenta desgarró la superficie de su lago y con determinación asesina, cortó el agua hasta perforar sus oídos:

—Sabes mucho y me queda claro que nos puedas enseñar muchísimas cosas, pero no te interesa. Nunca dijiste claro qué querías con el trabajo, no lo explicaste y ahora vienes días antes a pedir un trabajo larguísimo. ¿Por qué no nos explicaste qué querías? Luego nos dices que entregues lo que queramos y repruebas a algunos, que según que no era el avance que esperabas. ¡Pero si nos dijiste que entregáramos lo que pudiéramos hacer! Así, sin más, sin ningún tipo de explicación.

—Pensé que ya lo sabían— la voz de Rogelio casi no tocó el aire, fue muy baja para hacerlo y sus palabras cayeron muertas en la mesa. Le pareció escuchar un ruido sordo que terminó por sepultarlas.

—Pues no, no lo sabemos. ¿Cómo puedes esperar que sepamos algo que no nos dices? No leemos la mente.

—Pensé que era de sentido común.

Después de pronunciar las palabras, hubo un silencio que lo regresó al lago de luz fragmentada pero poco a poco, el agua a su alrededor se empantanó. El azul oscuro rematado con tonos esmeraldas se tornó en colores cafés y en grises. Alguien había vertido demasiada tierra en su estanque. No pudo respirar y de nuevo exhaló violentamente. Nadie preguntó qué estaba pasando. En su mente, a las alumnas no les interesaba si moría ahogado.

—Yo también he pensado que hay muchas cosas que son de sentido común pero tu actitud me demuestra lo contrario. Eres muy poco organizado y ni sabes lo que quieres— Terminó por sentenciar la chica de voz gruesa.

Rogelio miró la foto de la chica. Parecía algo baja de estatura y un tanto gorda. No pudo distinguir los rasgos de la joven, pero le parecieron amables a pesar de hablar con un ímpetu violento. Sintió su propia sangre en los dedos. Las uñas habían hecho surcos en los brazos y de ahí la sangre marcó un camino hasta la mesa de madera. “¿Cómo puedo guiarlas si yo mismo quiero desaparecer” Era la pregunta que le atravesaba la conciencia a diario? La fronda de los árboles se movió un poco y una brisa tenue le acarició el rostro.

—Bueno, ya, ¿cuánto les parece justo? ¿Quieren 10? No pasa nada se los pongo y ya, no tengo problema.

—¡No! —respondieron a coro

—Queremos aprender, no que nos regales calificación —dijo una chica con voz clara, su foto mostraba una mirada alegre color azul, nariz respingada y un cabello rubio cenizo. “Si fueran de la edad, seguramente la invitaría a salir, pero me diría que no” pensó seguido de un “Eres un pendejo, nadie querría salir contigo”. Sus uñas apretaron la carne. Un poco más de sangre brotó.

—Nos habían dicho que eras muy bueno y pues… ya lo dudo —continuó la chica rubia y las uñas escarbaron por más sangre.

—Se nota que te gusta dar clases —La de voz gruesa interrumpió— Pero siento que no aprendo nada, solo dejas actividades y no siento que nos guíes. Al menos, a mí me pasa eso.

—Les voy a ser muy sincero —por fin habló Rogelio— desde que empezó la pandemia he tenido muchos problemas. Estoy batallando con un cuadro de depresión. Ha sido muy difícil para mí dar clases. Creo que debería dejarlo y si quieren otro profesor lo entiendo.

Las palabras se mezclaron con la sangre y el agua convertida en lodo. Su lago personal, poco a poco, empezó a adquirir las tonalidades del cielo cuya vista se colaba por las ventanas a cada extremo de la estancia. Una nube cruzó el celeste vació que tanto añoraba. Quiso dejar de sentir y dejarse inundar por un cielo impávido.

La paz no duró mucho cuando una de ellas, no distinguió quien pronunció esas palabras que hirieron su pecho y su mente:

—Mira, lo entiendo, todos la estamos pasando muy difícil. Es horrible tomar clases así, pero todos estamos igual. Reconozco tu esfuerzo, pero —esta vez fue la voz del otro lado de la pantalla quien tomó aire para terminar su sentencia— tienes que recuperarte y trabajar. Yo tengo ansiedad generalizada y sigo haciendo bien las cosas, llevo calificaciones perfectas y si estoy pagando una de las mejores universidades del país, espero educación de calidad y muy buenos profesores, no que no les importe, que no expliquen y asuman que yo lo sepa todo.

—Perdón, a mí me está molestado su actitud de víctima. No tienes porqué victimizarte, mejor arregla lo que causaste. No queremos otro profesor, sino que corrijas y mejores. Es lo único que te estamos pidiendo. Ya estás grande para ponerte como víctima y lamerte las heridas —terminó por pronunciar estas últimas palabras la joven de voz gruesa, al tiempo en que una lágrima marcó un nuevo surco en el rostro de Rogelio. El fondo del lago se oscureció y la lágrima termino por flotar y mezclarse entre el agua que brotaba de su conciencia.

“No estoy hecho para dar en escuelas privadas” pensó Rogelio. “Fue lo mismo el semestre pasado. Estoy muy acostumbrado a las universidades públicas. Poco nivel, pero son trabajadores”.

—Chicas, permítanme, están tocando la puerta.

Sin esperar la respuesta, apagó el micrófono y subió las escaleras de madera. El suelo de su casa era duela, una casa muy vieja de al menos unos sesenta años. Con cada pasó hacía rechinar la madera y en algunos tablones, parecía que se hundirían hasta romperse. Al subir las escaleras, dio vuelta la izquierda y vio su cuarto completamente desordenado. Las cortinas estaban corridas y la copa de los árboles lo saludaron mecidos por la brisa. Todo estaba quieto.

Ahí también, se encontró con un lago de luz y sombras celestes. Caminó hasta el fondo del cuarto y abrió una pequeña puerta del ropero. En el entrepaño de arriba, justo debajo de las cobijas de invierto, encontró una caja negra de piel. La sacó y la puso sobre su escritorio. Abrió el tercer cajón del escritorio y tomó un cofrecito de madera, adentro sólo estaba una pequeña llave plateada. Las ramas de los árboles se movieron y las sombras bailaron sobre las superficies de la habitación. Los cables de luz también se mecieron a la voluntad del naciente verano.

La llave plateada brillo ante los rayos del sol. Su reflejo recorrió libros y paredes hasta descender el suelo y descansar entre las sábanas al pie de la cama. Con un giro, la llave liberó el contenido de la caja de piel negra. Una pistola negra irrumpió y atemorizó a los peluches que fueron regalos de novias pasadas. Era elegante, un revolver con 5 bailas casi doradas. En ese momento, pasó una nube que oscureció el fondo del lago. Dejó de haber luz y todo fue una tenue oscuridad.

Rogelio metió las balas en el barril del revolver, lo cerró y se dirigió a la planta baja. El cuarto continuó en sombra. Los pasos del profesor retumbaron por toda la casa. Por fin, se sentó ante la laptop, prendió el micrófono y el cámara.

—Perdón chicas, estaban tocando, pero ya se fueron. Les pido una disculpa por esta cuestión. Sí, efectivamente he sido mal profesor, no he sabido manejar la pandemia y les he pedido demasiado a ustedes. Debí entenderlas, pero en este momento voy a corregir todo lo que hice mal. Como su profesor tengo que reconocer que fracasé, debí guiarlas, pero no pude hacer eso. Así que mi último acto de cuidado para mí y para ustedes, es despedirme. Lo único que me resta es agradecerles su tiempo y reiterar mi disculpa. No tenían que pasar estas cosas. Adiós.

Rogelio tomó el revolver, se lo metió a la boca, la amartilló. Un ruido sin eco provino del arma y sintió un reconfortante calor que entró por la boca y se desperdigó en todo el cuerpo. Alivio, tranquilidad, silencio. No sintió nada más. El lago se tornó claro, lo último que vio fue la imagen de sangre flotando en el agua adquiriendo tonalidades azules. Su mente estaba en calma. Un grito que no escuchó vino desde uno de los cuadros en la computadora. Después hubo silencio y una a una, las estudiantes se fueron desconectando hasta que no quedó nadie en la videoconferencia. Afuera, la nube al fin decidió moverse y dejó entrar los rayos del sol que inundaron de luz la estancia. La pistola quedó en el suelo en un pequeño estanque carmesí. La cabeza de Rogelio se ladeó después del disparo y los ojos se clavaron en el celeste infinito del cielo.

El sabueso de Dios

Por: Fernando Covantes


Llámenme Yuri, solo Yuri. Mi apellido no es de importancia. Provengo de la misma Siberia, rescatado de los voraces inviernos por la iglesia occidental. Dejé mi madre patria para apoyar en los juicios contra los eslavos del lado europeo de los montes Urales. La urgencia de tener un aliado de Rusia en los juicios, se debía a que había nacido en el seno de una familia eslava. Tal como se lo imaginan, había traicionado mi herencia familiar por mi propia libertad.

Cada veredicto dado a mis compatriotas me alejaba más de ellos y me convertía en un occidental más. Algunos de los acusados llegaron a reconocerme como uno de los suyos, se dirigían a mí con aire desesperado e imploraban piedad. Vi arder a tantos de mis hermanos y hermanas, incontables cadáveres se apilaron en los bosques y praderas, y los monasterios se llenaron de alaridos por las torturas infringidas. Pero hubo un caso que me pareció de lo más particular, uno que mezcló varios elementos de las historias que mis abuelos solían contarme. Dos nombres cobrarán importancia a partir de ahora: Hegel Volkov y Bela.

Ambos fueron acorralados y capturados en el fondo de un acantilado. Varios pueblerinos los habían señalado como los causantes de la muerte de ovejas y desaparición de infantes; de esto último no se llegó a comprobar nada.

El juicio transcurrió con la normalidad de siempre. El juez Talbot, bendecido por el papa, subió al asiento más elevado y se ponía a escuchar las declaraciones de los testigos. Uno a uno, cada pueblerino vociferaba sus acusaciones. El primero en subir al estrado fue un ovejero.

—Servidor de Dios, esos dos sucios… ¡No!, demonios… Si, eso es… ¡Son demonios! Esos dos demonios atacaron a mi rebaño. Encontré los restos de una docena de mis preciosas ovejas. Solo los que siguen a Satanás son tan atrevidos para hacerle eso a un animal tan indefenso. ¡Exijo justicia! ¡Dios es mi testigo y sabe que es verdad!

—¡Es verdad! —gritó su señora desde la masa de gente aglomerada—. Una vez, en medio de los campos de trigo y papa, yo los miré encimarse una piel de lobo o de oso. Los perdí de vista después de eso, pero al poco rato, aparecieron las ovejas muertas de mi marido. ¡Exigimos que regresen a esos demonios con su amo!

«¡Si!», gritaron los aldeanos.

—¡No se exalten, mis hermanos en Cristo! —dijo el juez agitando su mano derecha—. Bien es sabido que el Señor es misericordioso con los que le siguen. Antes de proceder con el castigo, debemos estar seguros de que no son verdaderos hijos de Dios. ¡El que sigue!

Subió el siguiente. Era el herrero del pueblo.

—He tenido muchos pedidos de armas de plata en días recientes. El cazador Grigory, que en paz descanse, me advirtió que rondaban hombres lobo en la zona y estos debían ser asesinados por la plata bendita de Cristo. ¡Camaradas! Grigory merece ser vengado. El lobo que lo mató no pudo haber sido un animal corriente. ¡Esto fue obra del diablo y está siendo acusado ahora mismo! Justicia para Grigory, ¡he dicho!

El herrero dejó el espacio en pleno vitoreo a su discurso. El siguiente en subir fue la más anciana entre los ancianos.

—Sean hombres lobo o no. Hayan asesinado o no. Estos dos sujetos practican la homosexualidad. Lo que creyó haber visto la señora del ovejero, no fue una transformación en lobo. Ellos estaban tan cercanos como un marido y una mujer solo pueden estar, yo misma los miré desnudos entre el trigo. Ellos no son hijos de Cristo, son engendros del ángel caído, infames herejes— se acercó a la jaula que contenía a los dos acusados y escupió al suelo—. Besen la tierra bajos las plantas de sus pies, pues pronto estarán en el suelo de lava y azufre.

La declaración de la anciana había dado el último clavo al ataúd de los dos acusados. El juez inclinó la cabeza hacia mí; era mi turno de interrogar a los acusados.

—Están bajo acusación de salvajismo, brujería, satanismo y homosexualidad. Hegel Volkov y el gitano Bela. ¿Cómo se declaran a los ojos de Dios?

—Culpable —respondió Bela—, pero solo yo soy culpable.

Hegel miró a su amigo Bela con gran asombro en su semblante.

—Ambos fueron vistos practicando la magia negra y los actos sexuales que Dios repudia. Es imposible que la culpa solo recaiga en ti, gitano.

—Pero es así, mi joven Yuri. ¿Acaso no piensas compadecerte de un compatriota como Hegel? Tú, que provienes del mismo orgullo eslavo que mi amigo, ¿osas darle la espalda por la salvación que te promete un simple juez y no el auténtico Dios?

—¡Calla! Inmundicia del averno. Tus métodos no funcionan en mí —me volví hacia el juez Talbot—. No encuentro arrepentimiento en las palabras del gitano, siervo del Señor. Solo los enviados del diablo podrían ser tan cínicos.

El juez Talbot miró con suma atención al callado Hegel. Pareció interesarse en su actitud taciturna, como si creyera que él resultaría diferente.

—Un momento, Yuri. Quiero escuchar la declaración del eslavo Volkov. Tienes algo que decir, ¿no es así, Hegel?

El semblante del eslavo se iluminó. Su boca se abrió y su mandíbula tembló, pero, a excepción de unos sonidos guturales, no surgieron palabras de su interior.

—¿Qué pasa con este hombre? ¿Es qué no tiene lengua? ¡Revisadlo!

Los guardias separaron a los acusados y me permitieron inspeccionar al eslavo con detenimiento. En sus ojos había una legua de fuego que estaba por extinguirse, su piel estaba estirada por la vejez y dentro su boca solo había un abismo negro.

—Juez Talbot, a este hombre le han cortado la lengua. ¿Quién ha sido y por qué?

Los murmullos entre los asistentes no se dejaron esperar. La búsqueda de aquel ultraje llevó a muchos a sospechar del mismo Bela.

—¡Fue Bela! —dijo un joven leñador—. Es seguro que fue él. Solo un hombre tan desesperado por proteger a su amigo se atrevería a hacer eso. ¡Piénsenlo! ¿No es, si mi memoria no me falla, el pelo bajo la lengua un vestigio de los hombres que se han vuelto lobos? ¡Bela quiere que encontremos inocente a su amigo para que su reinado de terror siga! No lo dejen ganar. En el nombre de Dios, no lo dejen ganar.

—¡No! —gritó Bela—, se equivocan. Yo no corté su lengua —se dirigió a Hegel Volkov—. El hombre que ven aquí es un simple servidor de Dios. Yo soy al que buscan. Escuchen mi historia y todo lo que temen les será aclarado.

El juez Talbot dio permiso a Bela de hablar.

—Hegel Volkov es y siempre ha sido un siervo de Dios. Tal como el juez Talbot aquí mismo. Pero a diferencia del juez, mi amigo fue bendecido directamente por el Creador. ¿Creen ser los únicos soldados de Cristo? Hay muchas formas de servir al Señor, incluso siendo un hombre lobo. Hegel fue transformado en hombre lobo por Dios para luchar contra las hordas de demonios que salen de los agujeros en la tierra y defender sus cultivos y a sus hijos.

La gente comenzó a abuchearlo y le lanzaron piedras para callarlo. El juez Talbot, sin embargo, calmó a los aldeanos e invitó a que terminaran de escuchar el relato.

—Yuri, a cualquiera que ose interrumpir las palabras del gitano Bela, quiero que lo arresten por obstrucción de la justicia divina.

—Así será, siervo de Dios. ¡Ya oyeron, gente! Una interrupción más así y se verán en las mismas aguas negras que los acusados. ¡Callad ahora!

El silencio se me antojó al de un sepulcro. La amenaza de la tortura siempre le funcionaba bien al juez Talbot.

—Gitano Bela. Hazme el favor de continuar con el relato.

En la mirada de Bela había un incendio forestal. Era imposible ocultar el odio que tenía contra el juez Talbot, pero incluso así, él concluyó la historia.

—¡Escuchen bien! Hegel ha defendido este prado y sus bosques contra los verdaderos enemigos: los brujos del infierno. Aquellos que devoran su ganado para ofrecerlo a Satanás, aquellos que andan por la tierra arrojando hechizos y destruyen sus cultivos y hogares. Yo soy uno de esos brujos. Yo soy un enviado de Satanás, arrojado a este mundo para complicarles la existencia. Renuncié a la gracia de Dios hace miles de años y me entregué a su opuesto. He muerto y renacido para venir por ustedes cada vez que mi amo agita mi correa. No es Hegel quien debe ser quemado, el es un sabueso de Dios. Yo, en cambio, pertenezco a la camada del príncipe de las tinieblas. Tiemblen ante mí y los que se me parecen. Liberen a mi enemigo que tanto ha hecho por ustedes.

Los aldeanos se notaron inquietos. El juez Talbot guardo silencio por alrededor de un minuto.

—Ya han escuchado al acusado. El gitano Bela está lejos de la redención. Y Hegel Volkov es un hombre lobo, mas le han cortado la lengua para que no le acusemos. Dinos, Bela, ¿fue esté un intento por salvar la vida de tu amigo? ¿O le has arrancado la lengua para que él no pueda defenderse?

—Ya les dije que no tuve nada que ver. Hegel estaba bien hace unas horas. No sé quién pudo haberle arrancado la lengua.

—Entonces, no queda nada más por decir —el juez se levantó. Se posicionó en el centro de estrado y se dirigió al pueblo—. El gitano Bela será quemado en la hoguera para que su alma sea purificada y enviada al cielo. Hegel no perderá la vida si lo quemamos por su naturaleza de lobo. A él vamos a encadenarlo en un ataúd y a encerrar su existencia por la eternidad.

Bela gritó contra nosotros mientras le brotaba saliva de la boca. Fue alejado de su amigo y puesto en la hoguera. Continuó pidiendo por la vida de Hegel cuando las llamas lo alcanzaron. Su cuerpo se volvió cenizas, mientras el juez Talbot cerraba la biblia, en señal de despedida.

—¡Juez Talbot! El gitano Bela se está transformando en lobo —advirtió uno de los guardias cercanos a la hoguera.

—Saquen las armas y aseguren al Hegel Volkov. No permitiremos que esos lobos escapen con vida.

Los guardias trajeron unas cajas que, hasta entonces, habían estado escondidas bajo el estrado. Al abrirlas, encontramos cuchillos y navajas hechos de plata y estacas de madera.

—Señor, ¿por qué estacas? —pregunté con curiosidad

—Una vez que los matemos con la plata bañada en agua bendita, debemos perforarles el corazón o podrían renacer. Ahora, toma esta ballesta y apunta al corazón de la bestia.

No estaba preparado para la tarea de matar, incluso si fuera a una bestia. Aunque, pensándolo mejor, ya había ayudado a matar a muchos seres inocentes entonces.

—Apunten las armas hacia el fuego, no tarda el surgir el lobo —gritó el juez.

Uno de los guardias rompió la formación y salió corriendo despavorido. En ese preciso instante, el lobo surgió de las llamas y escapó por la brecha dejada por el cobarde. Ya para ese momento, los aldeanos habían huidos a la seguridad de sus hogares, así que solo quedábamos nosotros, los servidores de Dios y los dos lobos.

—¡Maten a Volkov! —ordenó el juez.

El guardia más cercano corrió hacia la jaula de Volkov. Abrió los cerrojos de la jaula y clavó su cuchillo de plata en el corazón del eslavo. Su persona emitió unos alaridos dolosos que me hicieron sangrar los oídos, como si hubiésemos matado algo fuera nuestra comprensión.

—¡Apunten todos a la jaula! El lobo está a punto de volver por el cadáver de su amigo.

El guardia encargado de asesinar al eslavo intentó volver sobre sus pasos, pero fue frenado por un hocico canino que lo tomo de un costado. El juez extendió la orden de ataque contra el lobo, sin importarle la vida del guardia. El lobo usó el cuerpo del guardia para cubrirse de los proyectiles. Al llegar a la jaula, abandonó el cuerpo del guardia y tomó el de su amigo.

—¡De nuevo! Es la oportunidad.

Esta vez los proyectiles dieron en el blanco, aunque el lobo logró huir a los bosques con su premio. Fui forzado a ayudar en la búsqueda del lobo, puesto que las heridas infringidas lo harían detenerse tarde o temprano. El juez Talbot me pidió que yo lo acompañara y el resto de los guardias se separaron en grupos de dos.

Anduvimos en el bosque por alrededor de una hora, cuando de repente escuchamos el crujido de una rama frente a nosotros. De unos pomposos arbustos surgió el lobo Bela, tan herido que no podía mantenerse en pie. El juez Talbot levantó su ballesta y amenazó al lobo.

—Tantos años buscando a un denominado sabueso de Dios y resultó una decepción. Tu amigo, Bela, era la persona que me interesaba, no tú. Por años la iglesia ha estado buscando a estos hombres convertidos en lobo por Dios para preguntarles acerca de su cercanía con Él. Es una lástima que tu brujería haya acabado con la vida de tu amigo, al menos conmigo él habría durado unas semanas más antes de que lo acabáramos. ¡Yuri! ¡Apuntad al corazón del lobo! No quiero que vuelva como un no muerto.

Las ballestas se dispararon y dieron contra el corazón del herido monstruo, pero este no cayó. Desesperado, me escondí tras unos árboles, mientras el juez Talbot me acusaba de cobarde.

—Yo mismo lo enfrentaré. Solo necesito recargar esto una vez más…

Un grito ahogado fue emitido, el cual se desvaneció en segundos. Eché una mirada y vi a Bela mordiendo el cuello del juez. El miedo me volvió incapaz de salir corriendo. Bela soltó al juez cuando el desangramiento era fatal y se dirigió a mí con una voz abismal.

—No voy a matarte, Yuri. No mato |a los que son como mi Volkov.

—¿Qué me vas a hacer?

—Solo vete y déjame. Despista a los guardias y que no me molesten.

—¡Espera! Necesito saber algo —el hombro lobo volteó a verme—. ¿Por qué no moriste ni con la hoguera ni con las ballestas en el corazón? ¿Qué eres?

El lobo miró al cielo y dejó que el viento le desprendiera el manto que traía encima. Una piel de lobo cayó a sus pies y la forma humana de Bela volvió mi vista.

—Soy un brujo. Todo lo que dije en el juicio es verdad, a excepción de lo que pasó con la lengua de mi amigo. Hegel y yo fuimos enemigos jurados, pero pronto hallamos un reflejo similar entre nosotros. Nuestra única diferencia era a quien servíamos. Escapé de las garras de la iglesia porque Hegel, ya muy débil para luchar, cortó su lengua para que yo pudiese usar las cerdas bajo la misma y así crear un manto de piel de lobo temporal. Mañana no quedará evidencia de este manto, así como él y yo. Ahora vete. Debo ir a darle el último adiós a mi amigo.

Vi a Bela desaparecer entre los arbustos. Su silueta me pareció deprimente y desconsoladora, como si el tiempo no hubiera sido suficiente para la relación que llevaba con su amigo. Días después entendí el aura de tristeza que lo rodeaba. La diferencia de amos que existía entre ambos les impediría encontrarse en la eternidad. A partir de ese momento, comencé a cuestionar más las ideas que la iglesia profesaba, así como los siervos que decían haber sido bendecidos por Dios. Muchas de las personas destruidas por esa cacería de brujas terminan siendo olvidadas, pero me parece que esta es una que no debe ser condenada a tal castigo. Quien lea esto, protege este pergamino, pues es prueba de que incluso en los monstruos hay algo de humanidad y, quizás, quienes se vuelven monstruos solo escogieron un bando para sobrevivir en esta vida cruel.

Ojos tornasol

Por Joel Cuéllar


Cuando tomé la llamada de mi suegro aquel sábado por la tarde, me dijo casi gritando que le urgían tres propuestas para las locaciones de la sesión de fotos, máximo para el lunes. Primero me puse furioso como siempre, pero recordé que yo mismo había decidido involucrar mi vida personal con la profesional el día que acepté al padre de mi novia como cliente.

Ya tenía compromiso el domingo, así que decidí tomar la Canon y mi bicicleta para ir rumbo al centro. Por fin Mónica se había decidido a ayudar a su mamá vigilando los trabajos de construcción en su casa de Hidalgo, así que podía disponer de mi tiempo. Rodé hacia el eje central y al llegar al Palacio de Bellas Artes me sorprendió el vacío de la ciudad, era septiembre del 2020, por lo que el bullicio usual del centro histórico sorprendía por su ausencia.

Paré para limpiarme el sudor del rostro con el paliacate azul de mi abuelo antes de colocarme el cubrebocas y proseguir a pie. Estuve caminando por los alrededores de la alameda sin encontrar un lugar ideal, mucho menos tres y el sol ya amenazaba con su descenso. Me encaminé hacia Donceles y a lado del MUNAL comencé a tomar algunas fotografías, cuando llamó mi atención un enorme gato negro que parecía haber salido de una de las jardineras, al voltear noté un brillo verde en sus ojos. Pensé de inmediato que aquel destello esmeralda debía ser capturado por mi cámara, por lo que giré lentamente para evitar asustar al felino y logré tomar algunas fotos antes de que saliera huyendo.

Para cuando el sol había caído ya tenía algunas ideas de locaciones y me dirigí de regreso a casa, tras cenar un tamal que había comprado en el camino me dispuse a revisar las fotografías para la propuesta. Cuando llegué a las tomas del gato, me decepcioné al no observarlo en la escena, estaba seguro de haberlo enfocado y de hecho se podía ver en la foto que la jardinera estaba ligeramente fuera de foco, error de principiante que yo no podría haber cometido.

Al día siguiente tenía que levantarme algo temprano, así que tomé un té sin cafeína y me fuí a la cama. Desde que tengo memoria he sufrido pesadillas vívidas y recurrentes, por lo que los demonios, lagartos o seres oscuros de mis sueños ya no me asustan como cuando era niño. Pero esa noche fue diferente, tuve el sueño más vívido hasta ese momento de mi vida, diferente a las pesadillas usuales.

En mi sueño me encontraba en una barca, navegando un río, arriba un cielo negro estrellado y abajo unas aguas cristalinas que dejaban ver una multitud de piedras preciosas brillando a pesar de la oscuridad. Entre esos brillos noté dos esmeraldas, pronto entendí que me observaban y que lo habían hecho antes, recordé al gato, en ese momento la escena desapareció dejándome en un limbo negro, con dos enormes ojos verdes frente a mi, que irradiaban una energía inmensa.

Cuando desperté por la madrugada estaba cubierto de sudor frío. Fui al baño, tomé una pastilla de melatonina y regresé a la cama, había sido un sueño extraño pero las pesadillas siempre han sido parte de mi vida. No me tomó mucho volver a conciliar el sueño y lo que siguió no fue una pesadilla sino algo mucho más extraño.

En el sueño me encontraba montando un corcel a través de un espeso bosque, me detuve y desmonté, alcé la vista para contemplar a una mujer desnuda que nunca había visto en mi vida, su mirada era inquietante, sus ojos color turquesa eran enmarcados por un fulgor tornasol. Ella extendió sus brazos hacia mí, no pude evitar correr a sus brazos aunque intuía algo siniestro, en el momento de conseguir su abrazo pude sentirme caer en un abismo y desperté justo en ese momento. Faltaban cinco minutos para que sonara mi alarma por lo que decidí iniciar mi día.

Tenía una cita temprano, con la mamá de una amiga que estaba interesada en vender bastantes fotos viejas que habían sido propiedad de la familia por más de un siglo y le interesaba mi opinión para tener una mejor idea de los precios. La mayoría de las fotos no eran particularmente valiosas, aunque todo era vendible gracias a lo bien conservadas que estaban.

Casi al final me presentó una serie de retratos familiares, los más viejos que tenían, estos sin intención real de venderlos, más bien con el ánimo de presumir. Mientras barajaba las fotos vi el retrato de una mujer joven, vestida a la moda de los 1920, conocía esa mirada, la había visto en mi sueño, aunque la foto estaba en blanco y negro podía reconocer esos ojos verdes y ese cabello rubio. A pesar de la fuerte impresión que me provocó, mantuve la compostura al preguntar sobre ella, pero al parecer no había una certeza sobre aquella persona, seguramente un miembro de la familia, pero no aparecía en ninguna otra foto.

Terminé siendo el primer cliente de la señora, regresando a casa con la foto, la cual me intrigaba e inquietaba por igual. Mónica llegó tarde, cansada, por lo que no tardó mucho en dormir. Aquella noche la mujer de mi sueño anterior regresó, nos encontrábamos en una mansión oculta en Coyoacán y yo la seguía hasta una habitación en lo más alto de la misma.

En aquella habitación comenzamos a acariciarnos, exploré su voluptuosidad palpando sus carnes, que eran tan blancas como firmes. Entonces ella me mordió, pude sentir su insaciable sed de mi, de lo que yo le podía dar. Cuando por fin la penetré, hicimos el amor con un ritmo hipnótico y en algún momento, entre todo ese placer, supe que de esa insaciable sed nace el poder creador. El poder de la renovación de la juventud, de la carne y del espíritu, que es único y es mil pues es insaciable sed.

Se sintió como si pasaran días y noches sin que nos detuviéramos, aquel goce catártico no se extinguía. Caímos en un trance, la noción del tiempo se borró. De repente yacíamos desfallecidos uno junto al otro, me sentía completo, expansivo. Mientras seguíamos en el lecho ella se acercó a mi oído y susurró:

̶ Ahora tomaré tu bien más valioso, tus ojos. Pero a cambio podrás verme y tenerme todas las noches.

A pesar de una experiencia tan emotiva en mi sueño, esa mañana no me levanté sobresaltado ni extrañado, cuando salí del baño Mónica me confrontó con una prenda íntima que había encontrado en la cama. Por más que quise hacerla entender que jamás en la vida había visto aquella prenda, ella leyó en mi expresión que en efecto, la había reconocido.

Por mucho esa fue la peor pelea que tuvimos, aunque en otras ocasiones ambos habíamos llegado a los golpes, en esta ocasión llegó el momento en el que tras darle la espalda ella se me abalanzó blandiendo un cuchillo de cocina sobre su cabeza. Por más que intenté contenerla, logró clavar su furia en mis ojos y nariz.

En el hospital pudieron salvar mi ojo derecho, aunque ahora solamente veo sombras y colores difusos. El ojo izquierdo se perdió por completo. Mónica se sintió tan mal por lo que hizo que juró cuidarme y protegerme hasta la muerte, lo que ha hecho durante estos últimos años con singular devoción. Y aunque siempre juego ese rol de víctima para obtener lo que quiero de ella, sé que en realidad no lo soy.

Por el contrario, he sido bendecido, porque todas las noches aquella mujer de ojos tornasol me visita en sueños, a veces la poseo en la cima de una montaña y otras en un castillo medieval, pero sin importar el lugar, todas las noches mantiene su palabra.

Ciertamente soy un hombre bendito.