La filosofía interminable de Ende: «La infinitud exponencial del libro rizoma»


Roberto Carlos Garnica Castro


Silfos nocturnos, fuegos fatuos y comerrocas, una tortuga gigante, un monstruo proteico y un dragón de la suerte, oráculos y esfinges, hombres lobo, brujas y vampiros, tres niños (una emperatriz, un héroe y un lector apasionado), y muchas otras criaturas fantásticas, hacen de La historia interminable un impulso para soñar y viajar. 
Es también un texto que estimula el pensamiento. ¿Me acompañas a desentrañar sus tesoros filosóficos?

La infinitud exponencial del libro rizoma

En Fantasia en peligro (primer capítulo de La historia interminable), un fuego fatuo, un comerrocas, un silfo nocturno y un diminutense conversan alrededor de una hoguera. Son mensajeros de sus respectivas comarcas y deben dirigirse a la Torre de Marfil para pedir ayuda: ¡la Nada ha aparecido y lo devora todo! Llegan al centro de Fantasia y se sorprenden porque infinidad de mensajeros de todos los confines han arribado allí por el mismo problema. Finalmente les informan que la Emperatriz Infantil está muy enferma y que “quizá ésa sea la causa de la incomprensible desgracia que se ha abatido sobre Fantasia” (Ende, 2022, p. 36).

Además de la historia, que es fascinante, el Capítulo I aborda varios tópicos filosóficos: el “ser” de la nada y la imposibilidad de explicar qué es “esa cosa horrible” (Ende, 2022, p. 29), la contraposición entre literatura realista y fantástica, moralizante y recreativa, el poder de la escritura para evocar sensaciones, sentimientos e ideas, la guerra, etc. En esta segunda entrega de La filosofía interminable de Ende, nos sumergiremos en dicho apartado para reflexionar en torno a la infinitud exponencial de este libro.

En sentido aparente, La historia interminable es algo acabado, es decir, tiene una página inicial y una página final. Sin embargo, como sugerí en Elementos para una escritura y una antropología rizomáticas, La historia interminable es un tipo especial de texto que debe abordarse como obra abierta (Garnica, 2019). No concluye, sino que queda en puntos suspensivos y “cierra” con un lema que es una auténtica línea de fuga: “pero ésa es otra historia y debe ser contada en otra ocasión” (Ende, 2022, p. 489).

La primera vez que aparece el lema es, precisamente, al final del Capítulo I. Y con dicha fórmula expresa que, aunque debido a las exigencias narrativas debe seguir un hilo central, cada historia que aparece sigue su propio camino.

De manera específica, Ende comenta que Blubb, Pyernrajzark, Vúschvusul y Úckuck, los cuatro seres fantásticos que se conocieron en el Bosque de Haule, se hicieron amigos y vivieron muchas aventuras… pero él debe continuar relatando lo que ocurre con Bastián y la Emperatriz infantil.

"Elementales", autor:Yami 2024
«Elementales», autor:Yami Hernández, 2024

Ilustración de la entrada «Elementales» por Yami Hernández.

En este sentido, La historia interminable posee lo que Deleuze y Guattari (2002) denominan ruptura asignificante: “un rizoma puede ser roto, interrumpido en cualquier parte, pero siempre recomienza según ésta o aquella de sus líneas y según otras” (p. 15). Esta novela es esencialmente infinita porque contiene innumerables líneas de fuga que, a su vez, se ramifican exponencialmente.

Aunque hay un personaje central y un eje conductor, cada personaje y cada lugar tienen su propia historia. Cada persona, además, se relaciona con otras y carga con la historia de su pueblo y su entorno.

Del diminutense, por ejemplo, se nos cuenta que se llama Úckuck, que posee un extraordinario caracol de carreras y cuyo pueblo construye “ciudades enteras en las ramas de los árboles, en las que las casitas estaban unidas entre sí por escalerillas, escalas de cuerda y toboganes” (Ende, 2022, p. 25). Y dicha microhistoria puede expandirse si la alimentamos de fértiles preguntas: ¿cuál es el nombre de las ciudades?, ¿cuál es su organización política?, ¿cómo domesticaron a los caracoles de carreras?, ¿quiénes son los padres de Úckuck?, ¿está casado y tiene hijos?, ¿cómo conoció a su esposa?… sin olvidar, por supuesto, ¿qué aventuras vivió después con el comerrocas, el fuego fatuo y el silfo nocturno?1

Blubb, el fuego fatuo, habla de su patria, Podrepantano y de un importante lago que existía allí, Cálidocaldo, y de manera marginal menciona al “Supersapo Sumpf, que vivía con su pueblo en el lago Cálidocaldo” (Ende, 2022, p. 29). También se pueden ampliar esas historias: ¿cómo son esos lugares?, ¿quiénes viven allí?, ¿qué relaciones hay entre ellos? No desestimemos que un lago y hasta una gota de agua pueden concebirse como universos en sí mismos.

La historia interminable, como un rizoma, puede extenderse hacia atrás, hacia adelante y hacia los lados, y cada punto es una nueva línea de fuga…

Por si fuera poco, esta obra del género fantástico está plagada de personajes que se remiten a otros contextos. Estas son algunas de las referencias de intertextualidad milenaria que aparecen en el primer capítulo: Pegaso, Ave Fénix, grifos, yinnis, duendes, trolls, hadas, faunos, etc.

En esta entrega no abordamos todas las cuestiones filosóficas que se tocan en el Capítulo I de La historia interminable. Pero queda claro que se trata de un libro que da qué pensar y que posee, por su ruptura asignificante, una infinitud exponencial. ¿Cuenta con otras características rizomáticas? Al menos, por estar escrito en dos tintas que jerarquizan ontológicamente lo narrado, sigue los principios de conexión y heterogeneidad y saluda al mundo exterior al libro… “pero ésa es otra historia y debe ser contada en otra ocasión” (Ende, 2022, p. 37).


1 Por cierto, esta historia y todas las que nuestro autor deja explícitamente abiertas ya fueron desarrolladas en Ende interminable (2022).

Referencias.

Deleuze, Guilles y Guattari, Félix (2002). Mil mesetas. Capitalismo y esquizofrenia. Pre-Textos.

Ende, Michael (2022). La historia interminable. Alfaguara.

Garnica, Roberto Carlos. (2020). Elementos para una escritura y una antropología rizomáticas. Cuicuilco Revista De Ciencias Antropológicas26(76), 129–151. Recuperado de https://revistas.inah.gob.mx/index.php/cuicuilco/article/view/15464

VV. AA. (2002). Ende interminable. Tinta Púrpura Ediciones.

LA PALABRA DE LOS ABUELOS:«Patokgtokg, la que alegra el nacimiento del sol»



Roberto Carlos Garnica Castro

La escritura es mágica y en este preciso instante puedes “oírme” gracias a su poder, pero nunca hay que dejar de abrevar de la ancestral sabiduría oral.
En Papantla, cuna de la hermana vainilla, viven muchos abuelos que desean compartir sus historias. Aquí, en La palabra de los abuelos, recupero algunas de esas narraciones y las reelaboro de manera literaria. En esta ocasión, te presento un mito cosmogónico que me compartió el maestro Romualdo García de Luna.

Patokgtokg, la que alegra el nacimiento del sol

Era una cálida mañana de abril. A contraluz del sol, como una sombra, cantaba Patokgtokg (la Primavera) entre los azahares del naranjo. Sen (Lluvia) aguzó sus ojos y oídos y sintió cómo el blanco de las flores, el verde de las hojas, el rojo del sol y el marrón del pajarillo se mezclaban con la dulce melodía.

—Mi niña, veo que las alas de Patokgtokg te acarician —exclamó Kiwíkgolo, el dueño del monte.

—Abuelo, la otra noche me contó abuelita cómo Tukay (la araña) se convirtió en la tejedora cósmica y le pregunté cómo fue que los demás animales también descubrieron su don.

—¿Quieres saber cómo Patokgtokg fue elegida para alegrar el nacimiento de Chichiní (el sol)?

A la niña le brillaron los ojos pues supo que sus tres corazones serían alimentados con bellas palabras.

—¡Sí, abuelito!

—Escucha mientras caminamos.

Y fue así como, mientras los miraba Chichiní y las alas de la música los transportaban al Inicio, Kiwíkgolo narró esta historia:

«Hace mucho tiempo, cuando los animales hablaban y aun no existían los hombres, las veinticuatro abuelitas cósmicas profetizaron que habría un nacimiento y pidieron a los animales que se prepararan para presentar su don en el templo. Fue así como, en la era de la penumbra, se convocó a los cantores al lugar que hoy se conoce como Tajín chico.

Allí bajó el Señor del sonido y escuchó a los pájaros que querían ser cantores.

Cuando pasó la Chachalaca el gran abuelo señaló:

—Posees un tono alegre y enérgico, pero es demasiado fuerte para la ocasión.

Luego siguió el Gorrión.

—Mejorcito, pero tu canto suena más a danza ceremonial.

Después de escucharlos a todos, los dioses consideraron que ninguno había llegado a desarrollar su canto.

Aunque esa vez, Patokgtokg no lo intentó porque vivía muy lejos y no alcanzó a llegar.

—Sigan ensayando. Nos veremos en cuatro tiempos —demandaron los dioses.

Todos se prepararon lo mejor que pudieron y, además, alistaron un traje.

La vestimenta de Patokgtokg era muy hermosa. Se la regaló su abuelo, quien estaba muy orgulloso de lo bien que cantaba su nieta.

Pasaron los cuatro tiempos y llegó el momento.

Cuando sonó el primer anuncio, el primero de cuatro truenos, Sukchalh (la Calandria) le suplicó a Patokgtokg:

—Amiga, vengo a pedirte un gran favor, voy a participar en el canto, pero mi vestido se rompió, quisiera que me prestaras el tuyo, después te lo vengo a dejar.

La Primavera, que era muy noble, dijo:

—Si es así, te lo presto.

Sukchalh se lo probó, le quedó a la medida y se lo llevó puesto.

Cuando llegó el turno de Sukchalh ya habían pasado el Gorrión, el Cardenal y la Chachalaca.

La Calandria, con su hermoso vestido, cantó lo mejor que pudo.

No muy convencidos, los Señores del sonido exclamaron:

—¿No hay más?

Y es que, como no participó la primera vez, Patokgtokg no se enteró de que los dioses habían dado una segunda oportunidad.

—Oye, ¿no vas a ir? Los Señores del sonido están eligiendo a quien cantará al niño Sol —le dijo su abuelo.

—No tengo mi traje —respondió Patokgtokg.

—No es el traje, no es la vestimenta, es tu voz, es lo que tú eres.

—¿Será?

—Ve.

No fue fácil llegar porque Tajín chico es como un laberinto. Además, como no llevaba su traje, los guardianes no la dejaban pasar.

—¿Qué es todo este alboroto? —preguntaron los Señores del sonido.

—Es una niña que quiere cantar, pero no está bien vestida.

—Déjenla, queremos escucharla. ¡Canta!

—¿Qué canto? —preguntó Patokgtokg.

—Algo que sea recordado para siempre.

Ella se paró en la piedra y empezó a cantar el son del atole:

—Tru, tru, tru.

Los Señores estaban admirados y declararon:

—Tú eres la elegida, tú vas a cantar al niño sol cuando nazca.

—Pero, éste no es mi traje —musitó Patokgtokg apenada.

—Te equivocas, esa es tu ropa original, es lo tuyo, no necesitas cambiar nada, así te vas a presentar cuando llegue el momento.»

—Y fue así, mi niña, como la noble Patokgtokg se convirtió en la que alegra el nacimiento del sol.

—¡Qué bonita historia abuelito! ¿Y qué pasó con los animales que aún no descubrieron su don? ¿Es cierto que Sukchalh lo descubrió en la milpa?, ¿Por qué los dioses dijeron que el canto del Gorrión era como una danza ceremonial?

—Sen, mi hermosa niña, ésas son otras historias y deben ser contadas en otra ocasión.

Créditos y agradecimientos:

Al Maestro Romualdo García de Luna, por compartirnos la historia de Tukay, la tejedora cósmica.

Al maestro José López Tirzo, por asesorarnos con la escritura de los vocablos totonacos.

“La palabra de los abuelos” es una columna mensual con la misión de recuperar y difundir mitos de la tradición oral totonaca en la región de Veracruz adaptados por Roberto Garnica  quien se ha desarrollado principalmente en el ámbito académico como filósofo, antropólogo e historiador, ha publicado también en libros y revistas nacionales e internacionales.

El bolígrafo: un material de dibujo contemporáneo

por Pedro Sacristán


Durante el último siglo y a consecuencia de los avances tecnológicos se observa un fenómeno en las artes que bien vale la pena analizar pues basta por sí mismo para comprender la cultura material del arte moderno y el arte contemporáneo: la obsesión por utilizar materiales innovadores.

Siqueiros experimentó mucho con este aspecto y en el cuerpo de su obra es posible hallar no pocas piezas ejecutadas con piroxilina, pintura automotriz e incluso paneles de asbesto, también Rafael Cauduro utilizó toda clase de soportes experimentales y llegó a convertirlo en el sello característico de su producción; en el presente es bastante común hallar todo tipo de materiales y soportes que van desde macocel, placas de acrílico, vidrio, acero, vinil, etc, hasta la utilización de materia orgánica, materiales encontrados, secreciones e incluso animales.

No solo se ha buscado innovar desde la elección de los materiales sino también en la ejecución de las obras y es posible observar toda clase de despropósitos, tales como quien pinta con lágrimas, con los genitales, con el cabello, las pestañas, etc, hasta llegar a olvidarse por completo del contenido de la obra, enfocándose más en la provocación y el aspecto performático en torno a esta. Lejos de cuestionar la ética o la trascendencia de dichas prácticas resulta bastante útil conocer sus procesos y reflexionar acerca de su finalidad ¿Realmente esto implica alguna clase de innovación y conduce a una verdadera evolución para la creación artística? ¿Es congruente la obra con el discurso que la sostiene?

Esfinge - detalle - Dibujo a tinta - Monse Palacios 2022
Esfinge – detalle – Dibujo a tinta – Monse Palacios 2022
Un Dragón para San Jorge - Dibujo a tinta.

 Pedro Sacristán © 2005.
Un Dragón para San Jorge – Dibujo a tinta. Pedro Sacristán © 2005.
Mirada - Dibujo a tinta de Pedro N. Sacristán © 2024
Mirada – Dibujo a tinta de Pedro N. Sacristán © 2024

En este mismo contexto es importante destacar un material de uso común y que ha sido utilizado cuando menos en los últimos 80 años: el bolígrafo, también conocido como ball point pen, el cuál parece pasar inadvertido para el mundo del arte y cuya naturaleza lo constituye como un medio de uso contemporáneo aún en esta época de gadgets, medios digitales, plataformas de streaming y redes sociales; la utilización del bolígrafo sigue siendo una práctica común en todos los ámbitos, desde escuelas, oficinas, negocios, etc, la invención de este objeto por Ladislao José Biro a finales de los años 30 significó una auténtica revolución en diversos aspectos. Su creador obtuvo la inspiración al mirar a un grupo de niños jugando en el parque y observó que cuando la pelota pasaba sobre los charcos dejaba un rastro uniforme detrás de sí, muy similar a los rodillos de tinta de las imprentas, e ideó trasladar este mecanismo en miniatura para crear el bolígrafo. 

Pinhead - Dibujo a tinta sobre opalina - Carne Cruda ATH 2022
Pinhead – Dibujo a tinta sobre opalina – Carne Cruda ATH 2022
Fiebre - Dibujo a tinta sobre opalina - Carne Cruda ATH 2022
Fiebre – Dibujo a tinta sobre opalina – Carne Cruda ATH 2022

En un inicio Biro había concebido la pluma esferográfica como un producto dirigido a los zurdos que consistía en una esfera dentro de un tubo capilar que regulaba el flujo de tinta a medida que se utilizaba, permitiendo un trazo uniforme y sin manchar el papel, en 1938 había logrado producir un prototipo y patentó su diseño. Fuertemente criticado y señalado de loco, Biro en compañía de sus socios afinó su invento hasta los últimos detalles y creó una tinta de secado rápido que impedía que el mecanismo se atascara e hizo posible su uso en aviones. El bolígrafo salió al mercado en Argentina en 1943, se dio a conocer como birome y era tan económico que ni siquiera fue tomado en serio, al principio se vendió a los niños como un juguete, después se utilizó como herramienta de papelería en las aulas de los colegios y posteriormente su uso se extendió a todas las clases sociales dejando atrás las costosas plumas estilográficas que pasaron a ser artículos de lujo.

Biro vendió una licencia en 1943 para fabricar bolígrafos a Eversharp Faber en Estados Unidos y otra en 1950 a Marcel Bich en Francia quien pasaría a fundar BIC, este último implementó mejoras sobre el diseño de Biro en su BIC cristal que cuenta con una tinta indeleble de mayor viscosidad y secado rápido, además agregó una pequeña  perforación en el costado que iguala la presión atmosférica dentro del bolígrafo con la presión exterior impidiendo que explote y también cuenta con otra perforación en la tapa (en cumplimiento de normas de seguridad internacionales) para que en caso de ingestión permita el libre paso de aire por la garganta. El surgimiento del bolígrafo coincidió con la Segunda Guerra Mundial que impactó decisivamente en el desarrollo de las artes y marcó el inicio de tendencias que desembocarían en manifestaciones como el expresionismo abstracto.

Conexiones - Bolígrafos y acrílicos - Dan Rey 2021
Conexiones – Bolígrafos y acrílicos – Dan Rey 2021
Tank Girl - Bolígrafos y acrílicos - Dan Rey 2021
Tank Girl – Bolígrafos y acrílicos – Dan Rey 2021
Octopus - Dibujo a tinta - Lili Bogard 2022
Octopus – Dibujo a tinta – Lili Bogard 2022

Con el paso del tiempo el bolígrafo ha ido más allá de ser sólo una herramienta para la escritura y se ha convertido en uno de los materiales preferidos de los dibujantes, tanto principiantes como artistas profesionales han desarrollado una auténtica pasión por el uso de este material empleándolo de diversas maneras, desde  pequeños dibujos hechos en cuadernos escolares, caricaturas, bocetos e ilustraciones hasta dibujos realistas y obras complejas de gran formato ejecutadas con achurados e incluso desvanecidos, además de técnicas mixtas con lápices de colores, crayones, acrílicos, etc. Con una marcada diferencia al tacto y el correr de la línea sobre el papel, el bolígrafo rueda sobre la superficie en lugar de arañarla para obtener líneas de tinta, esto lo ha convertido en uno de los materiales favoritos para dibujo de las últimas décadas, además las tonalidades que pueden lograrse con la tinta le confieren un carácter distinto al grafito y la plumilla; en la simplicidad del bolígrafo convergen las posibilidades del lenguaje escrito y el arte de dibujar. Si bien el dibujo a pluma aún no ha sido reconocido como una técnica importante en el mundo del arte actual, es verdad que se ha ido abriendo camino poco a poco, pese a que se califica de «inusuales» a los artistas que utilizan este medio, hoy en día es posible hallar obras realizadas con ball point pen en el catálogo de Saatchi Art.

Prometeo - Dibujo a tinta - Monse Palacios 2024
Prometeo – Dibujo a tinta – Monse Palacios 2024
Tregua - Dibujo a tinta - Enrique García Bruno 2020
Tregua – Dibujo a tinta – Enrique García Bruno 2020
Leda - Dibujo a tinta - Monse Palacios 2024
Leda – Dibujo a tinta – Monse Palacios 2024

Ya en 1949 el artista italo – argentino Lucio Fontana había hecho uno de los primeros dibujos con el birome y en 1961 realizó “Nudo Femminile Seduto” (Desnudo femenino sentado) con una pluma BIC de tinta roja. En 1990 Jan Fabre cubrió con dibujos hechos con tinta azul el Castillo Tivoli en Mechelen, Bélgica. En 2018, poco antes de morir, Bruno Bich, hijo de Marcel Bich y exdirector de BIC, escribió lo siguiente acerca de los artistas que utilizan el bolígrafo: «la pluma BIC es apreciada por su calidad, lo sencillo que es conseguirla y la inmediatez con la que es posible ejecutar bocetos rápidos u obras de mayor importancia.» Se refirió a la BIC cristal como un objeto humilde y nómada.

En 2016 BIC junto con la Escuela Superior de Artes en París (l’École nationale supérieure d’arts de Paris-Cergy [ENSAPC]) unieron esfuerzos para lanzar la convocatoria de un Premio a la Creación de Arte Contemporáneo y en 2018 se realizó una exhibición de arte con plumas BIC en el Centro  Cultural CENTQUATRE-PARIS destacando el uso del bolígrafo para la realización de las obras hechas por artistas de todas partes del mundo, la exposición asombró al público por su diversidad asumiendo la universalidad de este producto como una auténtica herramienta de la expresión humana. En abril de 2023 Alix Dufour, Gerente de Marca de BIC Art & Creativity abrió el sitio de instagram Bic.Create que concentra obras hechas con bolígrafo y que cuenta en el presente con 116 mil seguidores, declarando que BIC se muestra sorprendido por la calidad alcanzada por los dibujantes contemporáneos a través de este medio.

Francisco - Dibujo a tinta - Gabriel García Morales 2019
Francisco – Dibujo a tinta – Gabriel García Morales 2019
Memo - Dibujo a tinta - Gabriel García Morales 2023
Memo – Dibujo a tinta – Gabriel García Morales 2023
Inktober Goya - Mario Sánchez Martínez 2023
Inktober Goya – Mario Sánchez Martínez 2023

El sitio Artists Network describe el dibujo con ball point pen como emocionante, divertido y sobretodo desafiante para los artistas dado su alto nivel de dificultad, ya que exige un buen nivel de dibujo para hacer algo extraordinario con un objeto tan cotidiano como el bolígrafo. En 2017 lanzó un concurso de dibujo con esta técnica cuyos ganadores se dieron a conocer en la edición de verano de la revista digital Drawing con excelentes trabajos de Guno Park, Nicolás V. Sánchez y Joo Lee Kang.

Inktober Goya 2024
Inktober Goya 2024

En la Ciudad de México destacan en el dibujo a tinta con bolígrafo artistas como Monse Palacios, Carne Cruda, Enrique García Bruno, Dan Rey, Alejandro Cortes, Mario Sánchez Martínez, Gabriel García Morales, etc,. El auge de esta técnica se relaciona también con el reto viral conocido como #Inktober que año con año anima a dibujantes de todo el mundo y todos los niveles a realizar un dibujo diario durante un mes a partir de una temática sugerida, adjunto el prompt que lanzó Foro Cultural Goya para que te sumes al desafío. Lo mejor de las artes está por verse.

Este artículo fue originalmente publicado en foroculturalgoya.com y en el blog del autor “Viento de obsidiana”, agradecemos a Pedro Sacristán director de arte del fanzine Delfos por su colaboración.

https://vientodeobsidiana.blogspot.com/2024/10/el-boligrafo-un-material-de-dibujo.html

https://www.foroculturalgoya.com/post/el-bol%C3%ADgrafo-un-material-de-dibujo-contempor%C3%A1neo

Referencias

Instagram BIC Create: https://www.instagram.com/bic.create/

Artists Network: https://www.artistsnetwork.com/art-mediums/ballpoint-art-park-sanchez-kang/

Revista Drawing Summer 2017: https://www.artistsnetwork.com/store/featured-products/digital-magazine-featured-products/drawing-summer-2017-digital-edition/

Artistas mencionados por el autor:

Tiempo – Tinta Ball point pen – © Pedro Sacristán 2022.

Mirada – Dibujo a tinta de Pedro N. Sacristán © 2024.

Un Dragón para San Jorge – Dibujo a tinta de Pedro Sacristán © 2005.

https://www.instagram.com/pedro_sacristan

Esfinge – detalle – Dibujo a tinta – Monse Palacios 2022.

Esfinge – Dibujo a tinta – Monse Palacios 2022.

Prometeo – Dibujo a tinta – Monse Palacios 2024.

Leda y el Cisne – Dibujo a tinta – Monse Palacios 2024.

https://www.instagram.com/palaciosmonse

Tregua – Dibujo a tinta – Enrique García Bruno 2020.

https://www.instagram.com/enriquegarciabruno

Fiebre – Bolígrafo sobre opalina – Carne Cruda 2022.

Pinhead – Bolígrafo sobre opalina – Carne Cruda 2022.

https://www.instagram.com/_carne_cruda

Octopus – Bolígrafo sobre papel – Lili Bogard 2022.

https://www.instagram.com/lilibogardest

Memo – Bolígrafo sobre papel – Gabriel García Morales 2023.

Francisco – Bolígrafo sobre papel – Gabriel García Morales 2019.

https://www.instagram.com/gabrielgm83

Inktober Goya 2023 – Tinta sobre papel – Mario Sánchez Martínez 2023.

https://www.instagram.com/av.mariosanchezm

Mandrágora – Bolígrafos y acrílicos – Dan Rey 2023.

Conexiones – Bolígrafos y acrílicos – Dan Rey 2021.

Tank Girl – Bolígrafos y acrílicos – Dan Rey 2021.

https://www.instagram.com/yerduf

La filosofía interminable de Ende: «La aventura de la recursividad»

Roberto Garnica Castro


Silfos nocturnos, fuegos fatuos y comerrocas, una tortuga gigante, un monstruo proteico y un dragón de la suerte, oráculos y esfinges, hombres lobo, brujas y vampiros, tres niños (una emperatriz, un héroe y un lector apasionado), y muchas otras criaturas fantásticas, hacen de La historia interminable un impulso para soñar y viajar.

Es también un texto que estimula el pensamiento. ¿Me acompañas a desentrañar sus tesoros filosóficos?

La aventura de la recursividad

En el Prólogo de La historia interminable, Bastián Baltasar Bux, un niño de diez u once años, huye de varios bravucones y se refugia en una librería. Allí encuentra un extraño libro que “lo había llamado de una forma misteriosa porque quería ser suyo, porque, en realidad, ¡le había pertenecido siempre!” (Ende, 2022, p. 15). Como no puede comprarlo lo roba. Sale del establecimiento y corre sin rumbo aparente. Sin entender cómo, llega a su escuela y se esconde en un desván. “Y de pronto sintió que el momento era casi solemne. Se sentó derecho, cogió el libro, lo abrió por la primera página y comenzó a leer La historia interminable” (Ende, 2022, p. 20).

Además de la historia, que es fascinante, el Prólogo aborda varios tópicos filosóficos: la difícil comunicabilidad entre el mundo de los niños y el mundo de los adultos, el carácter carcelario de la escuela, el poder de las pasiones, la motivación del crimen, el infinito y la recursividad, la relación entre realidad y fantasía, etc. En esta primera entrega de La filosofía interminable de Ende, nos sumergiremos en dicho apartado para reflexionar en torno a la recursividad.

La recursividad es un complejo fenómeno que, para fines expositivos, definiremos como la facultad de referirse, contenerse o construirse a sí mismo. Esta autorreferencia implica repetición indefinida y potencialmente infinita. Dos expresiones visuales de este concepto son el uróboro (la serpiente que se devora la cola) y la litografía Manos dibujando de Escher. Y ejercicios de este tipo ocurren cuando, de manera cotidiana, utilizamos el lenguaje para hablar del lenguaje (metalenguaje) o analizamos y juzgamos nuestros propios actos. La recursividad también estalla cuando, como sugiere el título de otra obra de Ende, colocamos un espejo frente a otro espejo.

Los administradores de Google denominan espejo infinito a la imagen que se desenvuelve cuando compartimos pantalla completa de la sala de conferencias.

En el Prólogo de La historia interminable se describe un libro que encanta a Bastián desde el momento en el que lo ve: “era como si el libro tuviera una especie de magnetismo que lo atrajera irresistiblemente” (Ende, 2022, p. 13). Dicho libro se titula La historia interminable y presenta en la portada a dos serpientes que se muerden mutuamente la cola, “el texto estaba impreso en dos colores. No parecía tener ilustraciones, pero sí unas letras iniciales de capítulo grandes y hermosas” (Ende, 2022, p. 13).

Esto no implica nada extraño en el plano de la lectura inmediata, pero un poco de distancia reflexiva nos permite reconocer:

  1. Que leemos un libro en el que se habla de otro libro.
  2. Que el libro que lee Bastián tiene la misma portada, el mismo título y el mismo formato que el libro que nosotros leemos.

Un grado más de recursividad muestra que estamos leyendo un libro que habla de un niño que está leyendo un libro que habla de otro niño que… y nos impele a preguntarnos si, acaso, no estamos también siendo leídos por otros. Las preguntas del personaje de Ende son también las nuestras: ¿qué ocurre dentro de un libro cuando está cerrado? Sólo son letras, pero “algo debe de pasar, porque cuando lo abro aparece de pronto una historia entera […] Para vivirlo hay que leerlo, eso está claro. Pero está dentro ya antes. Me gustaría saber de qué modo’” (Ende, 2022, p. 20).

Abordemos ahora un detalle que pareciera una cuestión meramente estética o formal: el libro está escrito en dos tintas. En púrpura se narra lo que ocurre en el mundo real de Bastián y en verde lo que sucede en el mundo imaginario de Fantasia. No se trata de una oposición radical entre realidad y ficción pues, en sentido estricto, los dos mundos están contenidos en el libro físico (o electrónico) que pertenece a nuestro mundo. Por muy heterogéneos que parezcan, ambos mundos tienen la misma densidad ontológica y conviven en “el no-lugar del lenguaje” (Foucault, 1968, p. 2).

Desde el inicio, Ende (2022) hace guiños al lector, pues su personaje entrevé esa aparente dualidad: “al hojearlo por encima, vio que el texto estaba impreso en dos colores” (p. 13). Y, por eso, tiene la facultad de entrar y salir del libro o, más bien, de desplazarse en todas sus dimensiones. Pero, al parecer, Bastián no tiene acceso a la parte púrpura, es decir, a los pasajes que describen lo que él vive mientras nosotros leemos. Es a ti, lector, a quien se invita a sumergirse en el libro.

En esta entrega no abordamos todas las cuestiones filosóficas que se tocan en el Prólogo de La historia interminable. Ya habrá ocasión para hablar de ellas. Pero queda claro que se trata de un libro que da qué pensar, es quizá un libro peligroso, “¡el libro de todos los libros!” (Ende, 2022, p. 13), ¡un libro que no acaba nunca! La aventura de la recursividad.

Referencias.
Ende, Michael (2022). La historia interminable. Alfaguara.
Foucault, Michel (1968). Las palabras y las cosas. Siglo XXI.

  1. Uróboro, anónimo medieval, recuperado de
    https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=2856329

2. Manos dibujando, M. C. Escher, recuperado de https://www.flickr.com/photos/alvy/167726587

3. Portada de Die Unendliche Geschichte Recuperado de https://www.pasajeslibros.com/libros/die-unendliche-geschichte/9783522202602/

4. Letra inicial de capítulo y texto a dos tintas de Die Unendliche Geschichte
Recuperado de https://geekifyinc.com/product/leder-gebundenes-die-unendliche-geschichte-buch-replica-leatherbound-prop-replica-inspiriert-von-die-unendliche-geschichte/

Crédito de imagen principal de la entrada: «Die unendliche Geschichte» ilustración realizada para esta columna por Tomás Hernández Valadez, mejor conocido como Yami, vive en la CDMX, es licenciado en Comunicación social con especialidad en Comunicación gráfica. Es ilustrador, fotógrafo y técnico en informática. También estudió actuación y artes plásticas. Se ha desempeñado como profesor y tallerista. Tiene su propia empresa de diseño, y registro fotográfico y fílmico (Y&M). Ha organizado foros universitarios en torno a la protección del medio ambiente, la promoción de energías sustentables y la defensa de los pueblos originarios. Trabaja en la casa productora Cinemarts como diseñador gráfico.

LA PALABRA DE LOS ABUELOS: «La palabra de Kin Tsekan Tiyat, Nuestra Madre Tierra».


Roberto Carlos Garnica


La escritura es mágica y en este preciso instante puedes “oírme” gracias a su poder, pero nunca hay que dejar de abrevar de la ancestral sabiduría oral.
En Papantla, cuna de la hermana vainilla, viven muchos abuelos que desean compartir sus historias. Aquí recupero algunas de esas narraciones y las reelaboro de manera literaria.
En esta ocasión te presentamos un discurso exhortativo, inspirado en la sabiduría totonaca, escrito por Romualdo García de Luna y Roberto Carlos Garnica.

La palabra de Kin Tsekan Tiyat, Nuestra Madre Tierra.

Aún no clareaba cuando Sen (Lluvia) y Jun (Colibrí) se levantaron de la cama. Los despertó un fuerte olor a petróleo. Se sentían mareados. El hedor les provocó náuseas y dolor de cabeza. Cuando salieron del jacal vieron a la Abuela, con su bastón de mando, oteando alrededor.

Lo que vieron Sen y Jun les reventó el corazón: el río, que corría a pocos metros de su hogar, estaba completamente negro, un manto viscoso lo sofocaba. Les impresionó todavía más el semblante de la Abuela: Kiwichat estaba triste y el cielo lloraba lágrimas de sangre. Tambaleando se acercaron a la orilla de Kasltuchoko (el río) y lo que vieron fue aún más desolador: peces muertos flotaban panza arriba.

—¡Abuelita!, ¡las ranas, las tortugas, los lagartos están manchados de negro, están marcados de muerte! —exclamó Sen.

—Hijo, tengo sed, dame un poco de agua del pozo —pidió Kiwichat con un hilo de voz.

Jun se acercó al brocal y al sacar el cubo palideció.

—Abuelita, el agua está negra —sentenció el niño.

Sen empezó a llorar sin consuelo, jamás había experimentado tanto dolor.

Jun oprimió los puños, jamás había albergado tanto coraje.

—¡¿Quién hizo esto?! —gritó.

Kiwichat colocó las manos sobre los hombros de los niños y les dijo:

—Sentémonos aquí, en el suelo. Nietecitos, es momento de transmitirles el consejo de Kin Tsekan Tiyat, Nuestra Madre Tierra.

Y fue así como, en medio de la desolación, Kiwichat declaró:

Esta es la palabra de la Madre Tierra.

Hija mía, hijo mío, detente un momento, ¿hacia dónde vas? ¿Por qué corres? ¿No será que te tropiezas? ¿No será que te olvidas de mí?

Mi niña, mi niño, ¿por qué me das la espalda y huyes?, ¿por qué me haces y te haces daño?, ¿por qué persigues la muerte?

Abre los ojos, levanta el corazón, escucha.

Yo abrazo a todos los seres con amor cósmico, mi sangre y mi carne los alimenta, a todos cuido, a todos hago lugar en mi regazo.

Eres precioso, eres valioso, pero no tengo preferencias, todos son mis hijos por igual: el hongo de chaca, la limonaria, la flor de izote, la ceiba, la acamaya, el barragán, la nauyaca, el chénchere, el tlacuache. Pero a ti te di algo más: la esencia de tu sentir, la esencia de tu vida. Tienes consciencia y, por eso, tu responsabilidad es mayor.

Todos los seres cumplen su misión, todos los seres ocupan su lugar, ¿por qué quieres tú romper el orden?, ¿por qué te tuerces?

Mírame y dime, ¿me estás respondiendo como debe ser? ¿Estás cuidando mis plantas? ¿Estás cuidando mis animalitos? ¿Estás cuidando mis pececitos? ¿Te estás cuidando a ti?

Aún tengo la esperanza de que me protejas, protejas a tus hermanos y te protejas a ti mismo.

Te voy a regalar una palabra dura: me complace que me ayudes, pero no te necesito. La Vida se mantiene a sí misma y puede continuar sin ti. Si te pido que respetes la ley y preserves la naturaleza es por tu bien. Si te empeñas en destruir, hoy o mañana tendré que restablecer el orden.

No es una amenaza. Solo quiero que comprendas que el equilibrio debe mantenerse. El ecocidio es un suicidio.

Te encargo que tus pies desnudos toquen la tierra, que inhales el misterio de la vainilla, que abraces con fuerza a tu abuela Puksnánkiwi (cedro), que atiendas el rezo matinal de la chachalaca, que muerdas el cacao recién molido, que descubras los mil verdes de la hoja del plátano.

Reconoce que en cada rostro estoy yo.

Quiero que crezcas de nuevo y recuerdes que el aire le habla a tu piel, que el café le canta a tu lengua, que la música de Patokgtokg (la primavera) alimenta tus ojos, que los colores del papán real acarician tus oídos, que el río llena de sabor tu nariz. Despierta tu espiritualidad, aprende de la milpa, la naturaleza te habla de mil formas.

Recupera la sabiduría de tus ancestros y comprende que no soy un objeto que se pueda vender. Mi pequeña, mi pequeño, eres parte de mí.

No me mancilles más. El daño está hecho (y no me refiero sólo a lo que hiciste ayer, sino al golpear continuo de más de quinientos años), pero todavía hay esperanza. Es importante que comprendas que la acción debe ser comunitaria y que debes resguardar la semilla.

Hija mía, hijo mío, recupera el equilibrio para que puedas vivir muchas eras más.

Después de este discurso los abrazó un largo silencio. Ahora Sen y Jun, recostados, reposaban su cabeza en el regazo de Kiwichat. Sus ojos miraban negrura y muerte, pero su corazón gestaba otra cosa.

Como en un sueño, se acercó Kiwíkgolo, el Abuelo. Cargaba un venado moribundo, lo depositó con delicadeza en la tierra y preguntó:

—Y ustedes, ¿qué van a hacer?

Roberto Garnica personificando a Kiwikgolo para el Festival Xanath 2023, frente al mural «Costumbres totonacas» del pintor Teodoro Cano, en el Museo Teodoro Cano, en Papantla de Olarte, Veracruz. Foto tomada por Ana Patricia García.
“La palabra de los abuelos” es una columna mensual con la misión de recuperar y difundir mitos de la tradición oral totonaca en la región de Veracruz adaptados por Roberto Garnica  quien se ha desarrollado principalmente en el ámbito académico como filósofo, antropólogo e historiador, ha publicado también en libros y revistas nacionales e internacionales.

Agradecimientos especiales a Ana Patricia García por las fotografías que aparecen en esta entrada.

Al encuentro del Tecuán: sobre la pintura de Enrique García Bruno

Por Pedro Sacristán
Artista Plástico


Las imágenes que se muestran en esta entrada no son aptas para personas sensibles ni menores de 18 años.

El oficio del pintor consiste en transformar el lienzo plano en profundidad, la mancha en luz y el color en carnación, volumen y penumbra. Aquél que lleva esta labor un poco más lejos es quién, además de artífice, ejerce la alquimia al confeccionar sus propias pinturas con toda suerte de pigmentos, aglutinantes y moleta para pulverizar colores pacientemente.


Temple semigraso – Enrique García Bruno


Para quien ha hallado la dicha en la soledad de su oficio y ha domado la locura hasta capturarla en un cuadro, le es dado realizar pinturas que van más allá de lo que ofrecen aquellas obras inofensivas, amables a la vista y que se limitan únicamente a decorar espacios. La pintura, casi convertida en espejismo, en herida abierta y poema, así es como irrumpe el Tecuán en la mirada, con el ímpetu contrario a la atmósfera de calma decadente que caracteriza a las pinturas del género de las Vanitas.


Los Borrachos – Óleo sobre tela – Enrique García Bruno 2024.

Teyollocualóyan propiamente significa: el lugar donde devoran los corazones, esta obra pintada al temple y óleo conduce al espectador hacia un espacio atemporal, una especie de limbo donde la vida termina, las opciones se acaban y el último aliento solo basta para ser devorado.


Tregua – Dibujo a tinta – Enrique García Bruno 2020.

Tecuani es el jaguar, el que come gente, imagen de la muerte que se presenta al final del tiempo, poderoso y terrible como el Saturno de Goya suspendido en la negrura con el cuerpo roto de uno de sus hijos. La transfiguración entre el jaguar y la muerte ocurre bajo una iluminación tenebrista donde se distingue un cuerpo esquelético a través de las transparencias de la piel, la máscara del Tecuán desciende para dejar al descubierto la mirada penetrante del devorador de corazones que se yergue en la oscuridad mostrando garras y dientes en actitud amenazante, es imposible distinguir si se trata de un animal, una persona o una especie de nahual maligno posado sobre una pila de corazones partidos, una red de rojas pinceladas sugieren la sinapsis que conecta cerebro, corazón y estómago, solamente interrumpida por las zarpas del Tecuán cuya triple mirada persigue al observador.


Autorretrato (detalle) – Óleo sobre tela – Enrique García Bruno 2021.

«Teyollocualóyan (El Encuentro)» ilustra la portada del número más reciente de Fanzine Delfos, fue realizado en 2023 aproximadamente en mes y medio, sin bocetos ni trazo preliminar, revelándose a su autor a medida que lo iba pintando. Ésta imagen del momento final surge de los pinceles de Enrique García Bruno quien toma la máscara de la danza de los  Tecuanes de Puebla como fuente de inspiración y durante largas sesiones nocturnas, en compañía de los diablos que habitan su taller, mezcló temple semigraso, brujerías y fondos de aceite negro cocido con litargirio en varias capas para obtener una profunda atmósfera de pintura abierta, sombras en transparencia e impasto con blanco de plomo en las zonas más iluminadas.


In necuepaliztli in nantlalli (Retorno a la madre tierra) – Óleo sobre tela – Enrique García Bruno 2018.

Elementos  esenciales de su proceso son la disciplina, la vocación, la pasión y en definitiva la obsesión. La muerte está presente de manera constante en su obra junto al erotismo que, como pulsión de vida, ejerce un contrapeso ante el miedo y la desesperación. Teyollocualóyan oscila entre varios estilos que van desde el realismo imaginario, el arte visionario, dark art e incluso dark visionary; esta obra induce al espectador a un estado de vigilia como probablemente lo hizo aquel retrato terrible que Óscar Wilde pintó con la palabra.


Enrique García Bruno en el Foro Cultural Goya.

Enrique García Bruno es un artista versátil que ha incursionado en la aerografía, el tatuaje, la talla de ámbar y ónix, escultura e incluso taxidermia. Se presenta a sí mismo inmerso en un mundo de oscuridad, asumiendo el dolor de la muerte con la misma disposición que el placer, ejemplo de ello es su impactante autorretrato con el cráneo empalado en el tzompantli, en avanzado estado de descomposición y a medio comer por los gusanos, acompañado de una máscara cráneo de un sacrificado con cuchillos de obsidiana en nariz y boca; también se ha retratado en dibujos a tinta donde con cruel ironía se muestra con el rostro atravesado por dagas o cuervos sacándole los ojos que, de alguna manera recuerdan a los geniales autorretratos de Julio Ruelas quien solía representar su propia muerte como si se tratase de una broma del destino.


Cara de Niño (Holy Child) – Temple semigraso y óleo sobre tela – Enrique García Bruno 2021.


En la pintura de Enrique García Bruno se distingue una pasión por los temas mexicanos, los mitos prehispánicos, el día de muertos, el paisaje y el bodegón como un pequeño descanso cotidiano del dolor de la vida. El humor y la crítica a la sociedad también son algunos de los elementos que componen el cuerpo de sus obras, así como el desafío constante de hallar la belleza en lo grotesco y el placer en el dolor, ejemplos de esto son las pinturas «Cara de Niño (Holy Child)» e «Imagine» que fueron exhibidas junto con «Los Borrachos» en el evento de presentación del cuarto número de Fanzine Delfos en el Foro Cultural Goya el 30 de agosto, en una pequeña pero nutrida exposición en compañía de las pinturas de Gabriel García Morales y Mario Sánchez Martínez.


«Teyollocualóyan (El Encuentro)» formó parte de la exposición Felinos de México en la Sala de Exposiciones Alas de Libertad de la FES Cuautitlán durante el mes de agosto.

Instagram: www.instagram.com/enriquegarciabruno

Email: ap.enriquegb@gmail.com

Literomancia: el porqué del fanzine Delfos

Autor: Miguel Almanza


¿Por qué estoy haciendo el fanzine Delfos?

En primer lugar, a nivel personal cumple una necesidad artística y espiritual. Soy fanático de la fantasía y la ciencia-ficción, me fascinan las criaturas extrañas y los monstruos desde que era niño. También tengo cierta afición a coleccionar. Y creo que estos dos aspectos se combinan muy bien en editar cuentos e ilustraciones. También pienso que los escritores somos reorganizadores de conceptos, así como los editores, que en otra escala reordenan las ideas al determinar la presentación de una publicación. Y eso me gusta mucho, crear secuencias. Por otro lado, hacer un fanzine es el pretexto perfecto para que te conozcan y conocer gente en un tema especializado, es una forma de explorar el mundo.

Con el fanzine Delfos también quiero demostrar que mi selección y curaduría tienen sentido, busco que el lector no pueda soltar el fanzine desde el inicio, que no pueda resistirse a la tentación de hojearlo. Quiero dar muestra memorable de mi trabajo como editor y tallerista. Además nací en los ochentas y me atrae la tecnología, por lo que creo ser algo cyberpunk, y después de todo, ¿qué más cyberpunk que hacer un fanzine electrónico? Es ciencia-ficción hecha realidad.

¿Quién paga el costo del fanzine Delfos?

El costo monetario del fanzine es bajo, puesto que se trata de una publicación electrónica en PDF. El costo del dominio y el hosting del portal lo pago de mi bolsillo porque creo que estoy sembrando milpa digital para cosechar a futuro. No podemos remunerar a los colaboradores, pero abrimos un espacio digno, además de hacer difusión cultural; es un trueque colaborativo para tratar de dar a conocer nuestro trabajo. Es por ello que pienso, si te vas a dar a conocer, que sea con tu mejor trabajo posible. Y sí, requirió una inversión inicial, a veces he gastado en balde y sin planeación adecuada. Casi todos mis recursos iniciales se esfumaron en el primer año.

Aún así el costo de realización del fanzine es principalmente en tiempo y trabajo, del cual ejerzo buena parte. Claro que me ayudan otras personas, el medio electrónico nos brinda grandes ventajas, la colaboración se hace a distancia y cada quién en su momento. El mayor esfuerzo ha sido al principio para el desarrollo del concepto y después en el diseño, como quitar monte y arar la tierra. Ya después hacemos convocatoria y difusión por redes sociales (sembramos). Y de ese modo llegan, en cinco o seis meses, alrededor de cincuenta cuentos y una veintena de ilustraciones. Suficiente material para poder trabajar en una edición, que en cada convocatoria, ha ido creciendo en cantidad de participantes y calidad de obras. Así cosechamos dos fanzines al año.

¿Cómo hacemos el fanzine electrónico Delfos?

Al principio hubo tropiezos, como en todas las cosas, pero ya después, al momento de poner manos a la obra, fuimos cuatro creando el fanzine Delfos: Mayra, Yolanda, Marisela y yo. Con Yolanda, consultaba mis dudas de diseño; ella me daba recomendaciones y me corregía en este aspecto. Mientras que con Mayra me he apoyado en corregir los textos y consultar mis dudas editoriales. Creo que una revista se sostiene por dos grandes columnas: calidad de texto y calidad visual. Ambos aspectos son difíciles. Así que me he apoyado en ambas, a quienes les agradezco profundamente. La tercera persona que me ha ayudado es mi madre, Marisela Hernández, quien me ha aportado la logística y gastos: la computadora y sus periféricos, los servicios y el espacio físico. Es por eso que tiene el crédito de productora ejecutiva. La selección de cuentos y corrección la realizo yo principalmente, aunque también Mayra me apoya. En caso de empate técnico en la selección de cuentos, consulto al consejo editorial. Para seleccionar las ilustraciones votamos los miembros del consejo editorial del fanzine.

Para el fanzine Delfos 2, Yolanda se comprometió más con el proyecto y elevó el nivel de diseño, rediseñando el logotipo, pues ahora está mejor acoplado al concepto editorial. A partir del fanzine Delfos 4, la publicación ha crecido con la colaboración del artista plástico Pedro Sacristán como director de arte. Pedro nos propone artistas a invitar; de los cuales escogemos las tres posiciones más importantes de la revista: portada, páginas centrales y contraportada. Así agregamos las secciones de artistas invitados. La portada tiene una sola condición: debe rememorar o albergar características de lo mexicano y lo fantástico.

En cuanto a los programas, utilizamos software de código abierto, sin costo. Utilizo modeladores algorítmicos para “crear imágenes” que acompañan a los cuentos. También hago filtro de inteligencia artificial en los textos para verificar si fueron escritos por humanos.

Distribuimos el fanzine con la licencia Creative Commons, porque creemos en la libre difusión de la tecnología, la cultura y el arte. Y claro está, no contamos con grandes recursos, más allá de nuestra creatividad e imaginación. Además me gusta mucho el lema: “Hazlo tú mismo”.

Esta última frase también me motivó a crear esta publicación, pensé: ¿por qué no lo hago yo? Creo que a veces muchos esperamos “ser descubiertos”; ahora pienso que es mejor el autodescubrimiento, es decir, hacerlo yo mismo. Así me autodescubro ante ustedes con este trabajo, proponiéndome como escritor, editor y promotor cultural. Y les invito a lo mismo, autodescubrirse en este colectivo Delfos. Muchas gracias a todas las personas que han hecho realidad este sueño eléctrico.

Cuando los perros ladran en orden

Autora: Patricia Torres Herrera


Viví mi infancia al lado de mamá Viro, mi abuela materna, y mis tíos Rulo y Nina, hermanos de mi mamá. Vivíamos en un pueblito que se encontraba a varias horas de la ciudad de Morelia. Sobre una antigua carretera se podía ver un letrero de color verde desgastado con letras blancas, apenas legibles, que decía Churikua, palabra purépecha que significa “de noche”. Debajo del nombre había una flecha que indicaba la entrada al pueblo.

El camino que permite recorrer el pueblo es una pendiente, debido a que Churikua está construido sobre la espalda de un cerro. En aquel entonces, no éramos muchos habitantes, sin embargo, había diversas casas de adobe con tejados color arrebol a lo largo de aquel camino que cruza todo el pueblo. La casa de mamá Viro no estaba ni al inicio ni al final de ese camino. Podemos decir que vivíamos justo a la mitad, es decir, a media espalda del cerro. Aun así, cuando íbamos a la ciudad había que caminar mucho para llegar a la carretera y tomar el autobús. En época de calor era desgastante caminar bajo el sol, parecía como si lo fuéramos cargando, y en época de lluvias lo complicado era andar sobre el gran lodazal que se formaba en el camino.

Lo malo de ser un pueblito recóndito, como lo era Churikua, es que muchos de los grandes inventos, creados por los hombres de ciencia, no llegan o llegan mucho tiempo después. Así, en aquella época, nosotros no contábamos con servicio eléctrico a pesar de que ya existía; por ende no gozábamos de ningún instrumento, equipo o aparato que requiriera de electricidad, esto impregnaba de gran silencio la atmósfera de aquel lugar a cualquier hora del día. No obstante, la ausencia de luz artificial por las noches fomentaba la creación de numerosas historias de espantos entre quienes habitábamos aquel poblado.

Recuerdo que era muy común escuchar historias acerca de la existencia de las brujas. Se contaba que éstas salían a medianoche montadas sobre sus escobas, y la luz de la luna dejaba ver su reflejo en el cielo. Salían en busca de bebés y niños pequeños para chuparles la sangre y alimentarse de ellos, en el mejor de los casos, porque también se rumoraba que podían llevárselos y no se les volvía a ver jamás. Las mamás siempre tomaban sus precauciones al respecto, procuraban poner las tijeras de costura debajo de las almohadillas de los niños, las ponían abiertas en forma de cruz, se creía que aquello ahuyentaba la presencia de las maléficas y los pequeños quedaban a salvo.

También se decía que las brujas se acercaban a los hombres que transitaban de manera solitaria por el camino a altas horas de la noche. Nunca les hablaban de frente, solo se posicionaban detrás de ellos y les hablaban muy dulcemente tratando de seducirlos. Si lograban su cometido, al día siguiente el cuerpo del seducido aparecía desnudo y tirado en un barranco. Sobre el cuello amoratado se podían ver las marcas que habían dejado los dientes de éstas malignas.

Por eso, a manera de precaución, cuando a algún varón le agarraba la noche fuera de casa y tenía que transitar por el negro camino, siempre iba cantando a todo pulmón o chiflando, para no tomar el riesgo de escuchar el susurro de la bruja detrás de sí. Aunque, más bien, creo que lo hacían para ahuyentar su propio miedo.

De noche podías ver difuntos, al mismísimo diablo o seres de mediana estatura con ojos luminosos que salían de entre las milpas en busca de alimentos y mujeres. Cuando de niña escuchaba esas historias me provocaban mucho temor, tanto que sólo quería estar pegada a mamá Viro. Pero también llegaba a sentir mucha curiosidad porque, en realidad, yo jamás había presenciado nada de eso.

Mi vida cambio el día que la Muerte visitó el pueblo. Mi tío Rulo me contó que la Muerte visitaba nuestro pueblo cada cierto tiempo y que su próxima visita sería en dos días más. Le pregunté que a qué se debía su presencia, y él me dijo que lo hacía porque iba en busca de personas que estuvieran enfermas para llevárselas. También le pregunté que él cómo sabía cuando la Muerte estaba de visita y si alguna vez la había visto. Me dijo que nosotros los humanos no tenemos la capacidad para poder verla, los únicos que poseen esa cualidad son los perros y son ellos los que nos dan la señal de su llegada y presencia en el pueblo.

Me contó que sabría de su llegada porque, cuando la Muerte entra al pueblo, los perros de las primeras casas visitadas empiezan a ladrar con gran enjundia y desesperación. Después, conforme ella va subiendo por el camino, los perros de las primeras casas se callan, pero los de las siguientes empiezan a ladrar y así sucesivamente. Podríamos decir que, los ladridos de los perros funcionarían como una especie de alarma; ésta se encendería ante la presencia de la visitante y se apagaría toda vez que ya no la percibiera, pero se encenderían las alarmas de la siguiente casa visitada y así consecutivamente hasta que culminara el recorrido de la Muerte en la última casa que se encuentra sobre la cima del cerro.

Como dato extra, me dijo que si una persona quería ver a la Muerte, podía untarse en los ojos las chingüiñas de los perros y eso le daría el poder para ver la imponente presencia de ésta. Dicho lo anterior, la tía Nina, que andaba por ahí regando las plantas, alzó la voz y muy determinada me dijo: “¡Mariana, ni se te ocurra hacerlo! Porque lo único que vas a pescar con toda seguridad es una buena infección”. Quizá me lo advirtió porque bien sabía de lo que yo era capaz.

Todo el día anduve pensando en lo que me había contado el tío Rulo, varias cosas me daban vuelta en mi cabeza. Me acerqué a Capulín y a Palomo, nuestros perros, para inspeccionarlos, les revisé cuidadosamente los ojos, pero no veía chingüiña alguna, quizá a esa hora del día y con el trajín en el que siempre andan envueltos, la lagaña ya había quedado embarrada en la hierba o en algún otro lugar. ¿Cómo haría para conseguirla y después conservarla?, pues necesitaba untármela justo antes de que la Muerte visitara nuestra casa y así poder verla.

En una de esas, recordé que en mi libro de lecturas de español venía una historia acerca de la Muerte, se llamaba: “Francisca y la Muerte”. Rápidamente fui a buscar mi libro, leí nuevamente la historia, aunque en ese caso la Muerte no era exclusiva de la noche pues aparecía de día y sabía bien a quién buscar, no necesitaba hacer ningún recorrido. ¿Por qué la nuestra actuaba distinto? ¿Acaso las reglas habían cambiado? De pronto, empecé a observar la vestimenta que llevaba puesta la Muerte del cuento, llevaba un sombrero de paja sobre su cabeza y vestía ropa muy parecida a la que usaba papá Pánfilo en vida. En la historia se decía que el color de su mano, y por ende de su cara, era de color amarillo, dato que yo no podría corroborar en la oscuridad de la noche a menos que las lagañas fueran de alto poder. Eso de momento no lo sabía, por lo pronto, creo que sólo podría saber que era ella porque el rostro era una calaca y llevaba en la mano una guadaña.

En las próximas horas tuve la sensación de que la tía Nina me espiaba, ¿acaso sospechaba de mis intenciones? Era muy probable, después de todo, yo tenía mi propia historia y ella me conocía muy bien, así que opté por ser muy discreta. Al siguiente día, cuando regresé de la escuela, me enfoqué en la búsqueda de un pequeño recipiente donde pudiera guardar las lagañas que extraería de Capulín o de Palomo. Aunque después se me ocurrió que podía ser de ambos para ir a la segura.

A un costado de la casa teníamos un basurero, ahí mamá Viro solía tirar todos los desechos que se generaban en el día a día. La basura nunca se acumulaba porque a un cierto tiempo aquello que no se degradaba el tío Rulo lo quemaba para evitar que se nos acumulara. Afortunadamente para mí, mi tío aún no había quemado nada, así que haría una muy buena pesquisa. O al menos eso es lo que yo había creído, porque he de decir que en aquel tiempo la mayoría de las cosas se reutilizaban. Por ejemplo, las bolsas de plástico, que eran muy escasas, no solían desecharse a menos que estuvieran muy rotas ya que se hacía el mayor uso posible de ellas. La mayoría de los productos sólidos nos los daban en envoltorios de papel y en el caso de los líquidos, nosotros debíamos llevar nuestro propio recipiente. De hecho, los envases de refresco eran todos de vidrio, no existían los de plástico. Considerando la situación, recuerdo que no encontré lo que yo necesitaba, en cuestión de recipientes sólo encontré unas latas de sardina y unos botes de plástico todos rotos. Y ahora qué haría… Opté por ir a buscar a la cocina, quizá podría haber algún frasquillo por ahí que se ajustara a mis necesidades.

Por las tardes mamá Viro y mi tía Nina se sentaban en el patio a bordar y a tejer; solían pasar ahí casi toda la tarde. Eso me venía bastante bien, tenía tiempo suficiente para buscar en la cocina sin que nadie pudiera verme. Al hacer mi búsqueda, la cual tuvo que ser con el mayor silencio posible para evitar que, sobre todo, la tía Nina me escuchara, me di cuenta de que la mayoría de las cosas eran trastes de gran tamaño, nada que se ajustara a mis necesidades. Empecé a sentir un poco de frustración, de repente, sobre la mesa vi el pequeño salero de vidrio, sí, era pequeño, gordito y de boca ancha, ¡qué bien me venía!, no importaba que la tapa estuviera perforada.

Y ahora qué… sabía que lo quería, pero seguramente era algo que echarían de menos y cómo justificar su ausencia sobre la mesa. Finalmente, y no sin sentir un poco de nerviosismo, decidí tomarlo y salí de la cocina a toda velocidad como si llevara un perro rabioso detrás de mí, tenía miedo de que en el último momento alguien me descubriera. Aunque ahora que lo pienso, mi actitud se debía al reclamo de mi consciencia por lo que acababa de hacer.

Me deshice de la sal que contenía el salero y guardé el frasco. Al día siguiente, por la mañana, tomaría las apreciadas chinguiñas de los ojos de Capulín y Palomo, que me llevarían a conocer lo nunca antes visto. Me desperté un poco antes de la hora acostumbrada para que me diera tiempo de inspeccionar los ojos de mis adorados perrunos. Salí en busca de ellos, pero no los vi. Estaba a punto de gritarles para llamarlos cuando la tía Nina me preguntó qué hacía, le dije que quería ver a Palomo y a Capulín pues normalmente a esa hora ellos estaban en el patio y ahora no, quería saber si estaban bien. Es probable que la tía no me haya creído, pero me aclaró que los perros se habían ido con mi tío Rulo al monte, pues era día de ir a buscar hongos, así que nuestros guardianes lo habían acompañado.

Efectivamente, el día anterior el tío Rulo había comentado acerca de su ida a buscar hongos y traerlos para desayunar, ¡qué frustración! Porque para cuando ellos llegaran, yo ya no estaría en casa, pues tenía que ir a la escuela. ¿Qué posibilidades había de recuperar las secreciones de los perros? No lo sabía, mas no había otra cosa qué hacer, sólo conservar la esperanza de que para cuando yo regresara aún pudiera recuperar aunque fuera una pequeña reminiscencia de la tan deseada excreción, que daría visibilidad a mis ojos en la oscuridad.

Me volví a mi cuarto y empecé a prepararme para ir a la escuela. Cuando vi a mis amigos tuve ganas de compartirles lo que sucedería ese día por la noche, quería contarles todo lo que mi tío Rulo me había dicho. Después pensé que lo mejor sería contárselos para cuando yo ya hubiera logrado tal hazaña.

Cuando regresé a casa, Capulín y Palomo salieron muy alegres a recibirme, yo los vi con más cariño y alegría de lo normal, agarré a Capulín de la cabeza y le empecé a revisar los ojos, él me veía fijamente y empezó a querer lamerme la cara, pensó que yo quería arrumacos y después me costó un buen de trabajo tranquilizarlo, una vez que tuve la situación bajo control pude ver que él estaba limpio. Ahora era el momento de revisar a Palomo, aunque creo que éste pensó que ahora era su turno de demostrarme todo su cariño y para cuando reaccioné ya me tenía debajo, cubierta por completo, pues Palomo es un perro grande, su pelo es largo y abundante. Así que quedé sepultada debajo de aquel enorme peluche color blanco. Con trabajos pude quitármelo de encima, aunque al tiempo que lo hacía logré ver que tenía una chingüiña en su ojo izquierdo. Inmediatamente fui a mi cuarto en busca del frasquito, ¡no lo encontré! Según yo, lo había guardado dentro de una pequeña canasta de paja que me había regalado mamá Viro, estaba ahí junto con mis trastecitos.

Instantes después recordé que se me había hecho más fácil dejarlo debajo de mi cama, detrás de una de las patas de adelante, así que fui a revisar, pero ya no estaba. Me tiré de panza sobre el suelo e inspeccioné muy bien debajo de la cama, ahí no había ni polvo. Estaba segura de que lo había dejado ahí, me preguntaba ¿qué había pasado? Por pura curiosidad fui a ver a la cocina y ¡oh sorpresa!, el salero estaba sobre la mesa. En el mismo instante en que lo vi también estaba la tía Nina observándome, así que mientras yo veía el salero ella me veía a mí, ¡ni qué hacer! Sólo volteé a verla y le sonreí. Estaba a punto de salir cuándo me preguntó si quería algo, le dije que había llegado con mucha hambre de la escuela y que quería un pedazo de pan. Me pidió que me sentara a la mesa y me sirvió un plato de peras cocidas con miel, no sin antes aclararme que no había pan.

Afortunadamente sí tenía hambre, así que pude comerme las peras sin mayor problema. Solo que no quería sentarme a la mesa por temor a que la tía Nina me hiciera algún comentario respecto al salero, pero ella después de servirme se fue hacia donde estaban los fogones y empezó a hacer las tortillas. Opté por comer en absoluto silencio, no quería dar paso a que mi tía me fuera a hacer alguna pregunta incómoda, aunque la vi tan concentrada en su actividad que supuse que ella tampoco tenía intención alguna de hablar del tema, ¡qué alivio! Una vez que terminé de comer mis peras, salí al patio, quería ver a Palomo, pero ya no estaba, de hecho, ya no estaba ninguno de los dos y no tenía idea de en dónde podrían andar.

Detrás de la casa había unas cajas de madera que eran especiales para poner los bulbos de las flores que sembraba mi tío Rulo, cuando éstas estaban desocupadas me gustaba agarrarlas y armar con ellas una casita y meterme ahí. Así que fui para allá, armé mi casita y me metí a pensar en mi fallido intento por conseguir la sustancia mágica que me permitiría conocer a la Muerte. ¿Cómo era que la tía Nina había encontrado el salero? Después caí en la cuenta de que lo había encontrado a la hora de hacer la limpieza, seguramente al barrer y meter la escoba debajo de la cama, en algún momento el salero salió rodando y quedó expuesto a ojos de la tía. ¿Por qué no había pensado en esa posibilidad? Y ahora qué… ¡nada! Ya no había nada qué hacer, había perdido mi oportunidad de conocer a la Muerte.

Ahora, dadas las circunstancias, sólo tenía que conformarme con escuchar a los perros ladrar, en señal de su presencia. La única forma de corroborar que se trataba de ella era que los perros tenían que ladrar con cierto orden, primero los de las casas que están a la entrada del pueblo, después los que viven en las casas de más arriba y así sucesivamente hasta pasar por la casa de mamá Viro y continuar hacia la cima del cerro.

Por la noche, después de merendar, cada quien se retiró a su cuarto, yo dormía en el mismo que mamá Viro, aunque cada quien en su cama. Me acosté y después mi mamá apago la vela y se acostó también. Minutos después mamá Viro, como siempre, roncaba ásperamente. Yo en cambio, estaba dispuesta a no dormir y a esperar a nuestra visitante. Al principio estaba muy atenta, después comencé a sentir que ya había pasado mucho tiempo, finalmente, empecé a sentir mis ojos cansados, los párpados se me querían cerrar, me resistía a ello y de cuando en cuando me cambiaba de posición para espantar mi sueño. Al cabo de un rato, alcancé a escuchar el lejano ladrido de un perro, en ese momento el sueño que me acedía se esfumó, mis neuronas se activaron y mis oídos se aguzaron, me puse en estado de alerta.

Efectivamente, ahí estaban los primeros ladridos y si mis oídos no me fallaban, venían de las casas que están a la entrada del pueblo. Puse toda la atención que pude para tratar de seguir la secuencia de aquellos aullidos. Al parecer, sí había un orden e iban avanzando y cada vez se iban escuchando más cerca de la casa de mamá Viro. Después de un rato los empecé a escuchar a poca distancia, casi podía adivinar en casa de quién estaba la Muerte en ese momento.

Unos instantes más y los ladridos se escuchaban a tres casas de la mía, sin entender por qué, mi corazón empezó a latir un poco más rápido de lo normal, no sé si me emocionaba o me daba miedo el hecho de que en muy poco tiempo Capulín y Palomo empezarían a ladrar en señal de la visita de la Muerte. Para cuando empezaron a ladrar los perros de la casa de al lado, mi corazón ya estaba latiendo aún más, latía con tal fuerza que alcanzaba a escucharlo perfectamente.

Palomo fue el primero en empezar a gruñir, después le siguió Capulín, en escasos segundos ambos perros ladraban con furor y corrían de un lado a otro en el patio, se les oía desesperados. Casi por instinto, sólo atiné a taparme de pies a cabeza con las cobijas que tenía. Sabía que la Muerte estaba en nuestra casa, ahora era nuestro turno. La respiración me empezó a fallar, sentía que me faltaba el aire, empecé a sudar a mares y tenía mis piernas rígidas, justo en eso, escuché ladrar a Palomo muy cerca de la puerta del cuarto donde estábamos mi mamá y yo, ladraba con gran exasperación. De repente, se oyó un ligero rechinido de la puerta de madera. Palomo había dejado de ladrar, pero ahora gruñía en señal de amenaza, en tanto que Capulín emitió un aullido de ansiedad.

Mi asfixia iba en aumento, ¡ya no podía más! Con cierto esfuerzo alcé las cobijas e hice un pequeño hueco para robarle tantito oxígeno a la atmósfera. Sin duda alguna yo ya estaba muy asustada, temía que la Muerte hubiera entrado y se llevara a mamá Viro, después de todo, ella era la única que siempre tenía achaques, además de que seguía roncando sin parar, por lo que la descubriría muy fácilmente.

Después de unos segundos, nuestros guardianes ya no emitían gruñido alguno y mamá Viro había dejado de roncar, aquello era un silencio total, estaba segura de que la muerte ya había descubierto a mi mamá y se la había llevado, ¡todo se había acabado! Empecé a sollozar sin querer, cuando de manera súbita, sentí sobre mis hombros unas manos que me apretaban fuertemente, terminé emitiendo un grito de terror. Enseguida escuché la voz de mamá Viro que me decía: “Mariana, ¿qué te pasa?”, en ese momento empecé a llorar tan fuerte como un bebé que recién acaba de llegar a este mundo.

Instantes después, mi mamá encendió la vela que está sobre la repisa de la virgen de Guadalupe, me quitó las cobijas de encima y empezó a revisarme. Me preguntaba una y otra vez que si estaba bien. Cuando a ella también se le pasó el susto de verme llorando y toda empapada en sudor, me llamó la atención y me dijo que eso pasaba por dormirme cubierta de pies a cabeza, todo aquello era consecuencia de la falta de oxígeno.

Me ayudó a cambiarme de ropa, me recostó en su cama y me cubrió con una sábana. Me dijo que no debía cubrirme el rostro, que era importante que respirara el aire del ambiente; así que acaté las órdenes. Mamá Viro apagó la vela y se recostó al lado mío, yo me quedé muy quieta, mi respiración se tornó normal y mi temperatura también.

Empecé a recuperar mi tranquilidad y aún más porque estaba al lado de mi mamá, eso me daba mucha seguridad.Sin embargo, volví a tomar consciencia de mi entorno y enseguida escuché ladridos de perros, solo que ahora se escuchaban más arriba de nuestra casa. Asumí entonces que la Muerte había seguido su recorrido.

Repentinamente me asaltó la duda, ya no escuchaba ruido alguno por parte de Palomo y Capulín, y si en lugar de llevarse a mamá Viro, la Muerte se había llevado a alguno de nuestros perrunos… Aunque, por otro lado, no sabía a ciencia cierta, si la Muerte que se lleva a las personas era la misma que se llevaba a los animales. Eso era algo que tenía que preguntarle al tío Rulo al día siguiente. Por lo pronto, me sentía con la necesidad de ir a buscar a Palomo y a Capulín.

Estaba a punto de ponerme de pie cuando escuche un profundo y delicioso bostezo detrás de la puerta, ese era Palomo, sin duda alguna, él siempre se echaba a dormir ahí y, por lo visto, en ese momento ya estaba dispuesto a entregarse al sueño que emerge de la noche. Casi enseguida, escuché que alguien arrastraba algo, el sonido era muy parecido al de una bota que estaba siendo sacudida con gran vehemencia, ese alguien era Capulín que ya había logrado sustraer una de las botas del tío Rulo y se divertía con ella con singular alegría. De tan solo imaginar cómo quedaría la bota y la cara que pondría mi tío al día siguiente cuando la viera, me dieron muchas ganas de reír, pero me aguanté.

Por lo visto, Capulín y yo sufríamos de insomnio, pero ambos éramos muy felices en ese momento, él con su bota y yo de que todos estuviéramos bien.

Patricia Torres Herrera. Estudió la licenciatura en Biología en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y recientemente terminó la licenciatura en Lingüística en la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).

Colaboró en la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM), en la elaboración de reseñas de libros, mismas que se publican en la página electrónica Tianguis de letras.

"Siempre he sentido una gran pasión por la escritura, y ésta es la primera vez que me atrevo a compartir algo de lo que he escrito de narrativa. El cuento que les comparto se llama Cuando los perros ladran en orden".