La filosofía interminable de Ende: el grito que destroza la barrera ontológica

Roberto Carlos Garnica Castro


Silfos nocturnos, fuegos fatuos y comerrocas, una tortuga gigante, un monstruo proteico y un dragón de la suerte, oráculos y esfinges, hombres lobo, brujas y vampiros, tres niños (una emperatriz, un héroe y un lector apasionado), y muchas otras criaturas fantásticas, hacen de La historia interminable un impulso para soñar y viajar.

Es también un texto que estimula el pensamiento. ¿Me acompañas a desentrañar sus tesoros filosóficos?

El grito que destroza la barrera ontológica

En Ygrámul el Múltiple (cuarto capítulo de La historia interminable) Atreyu, dejando atrás el Pantano de la Tristeza, se interna en las Montañas Muertas, “un desierto de piedra en el que no había un ser vivo… ni siquiera los buitres que suelen seguir a los caminantes perdidos” (Ende, 2022, p. 77). Sabe que si sigue avanzando se encontrará en el Abismo Profundo con Ygrámul el Múltiple, terrible criatura que adopta innumerables formas y posee un veneno que, aunque mata en una hora, “da también a quien lo recibe la facultad de trasladarse al lugar de Fantasia que desee” (Ende, 2022, p. 86). En un intento desesperado por llegar al Oráculo del sur, Atreyu se deja envenenar.

Además de la historia, que es fascinante, el Capítulo IV aborda varios tópicos filosóficos: la desesperanza y la pérdida del impulso para continuar, el compromiso con los demás, la relación entre lo real y lo imaginario, la exigencia de que el que gobierna respete la esencia de los seres, etc. En esta quinta entrega de La filosofía interminable de Ende, nos sumergimos en dicho apartado para reflexionar en torno a la conexión subyacente entre el libro y la realidad exterior.

El trueno que provoca esta filosófica reacción en cadena es un grito que proviene de otro mundo. Esta es la escena:

Atreyu camina al borde de un gran abismo y se encuentra con una gigantesca telaraña que cuelga de un extremo a otro. Atrapado en sus hilos hay un majestuoso dragón blanco y, mortificándolo, una extraña criatura compuesta de innumerables bichos azules que cambia continuamente de forma: “tan pronto parecía una araña gigante de grandes patas, muchos ojos ardientes… como se convertía en una gran mano de largas garras… y al momento siguiente se transformaba en un gigantesco escorpión negro” (Ende, 2022, p. 82).

Ygrámul, la bestia proteica que ataca al dragón de la suerte, siente la presencia de Atreyu y “da la vuelta con la rapidez de un relámpago, y su aspecto era horrible: ahora era sólo un rostro gigantesco de color azul acerado, con un único ojo” (Ende, 2022, p. 83).

En ese momento Ende cambia la tinta verde por la púrpura y apunta: “Bastián lanzó una pequeña exclamación de horror” (Ibidem.). Y, retomando el verde en el siguiente renglón, relata cómo “un grito de horror resonó en la garganta ­­­­­[de la montaña], rebotando de un lado a otro como un eco” (Ibidem.). Todos se sorprendieron porque no había alma humana que pudiera emitir sonido alguno en cientos de kilómetros a la redonda.

Un paréntesis: recordemos que La historia interminable está escrita en dos tintas: “en púrpura se narra lo que ocurre en el mundo real de Bastián y en verde lo que sucede en el mundo imaginario de Fantasia” (Garnica, 2024a). Y aunque ambos mundos conviven en “el no-lugar del lenguaje” (Foucault, 1968, p. 2), de acuerdo con la lógica interna del libro se trata de dos dimensiones insalvables.

Así pues, con un grito que nace en el “mundo real”, pero que se escucha en el “mundo imaginado”, Ende destroza una barrera ontológica.

Con la breve exclamación de horror de Bastián, La historia interminable se convierte en libro-rizoma que distribuye “en una sola página, en una misma playa: acontecimientos vividos, determinaciones históricas, conceptos pensados, individuos…” (Deleuze y Guattari 2002, p. 15), “no es una imagen o representación del mundo, sino que hace rizoma con él” (Garnica, 2020, p. 141). Como sugerimos en La infinitud exponencial del libro rizoma: el relato sin fin de Ende, al “estar escrito en dos tintas que jerarquizan ontológicamente lo narrado, sigue los principios de conexión y heterogeneidad y saluda al mundo exterior” (Garnica, 2024b).

Finalmente, iluminado por un relámpago de metaconciencia, Bastián, quien hasta el momento se considera un lector pasivo al margen de la historia, se cuestiona si los personajes del libro pudieron escuchar su grito, pero el sentido común le advierte: “No es posible” (Ende, 2022, p. 84).

Y tú, ¿de qué manera te conectas con el relato y con esta reflexión?, ¿qué ocurriría si agregas un comentario al final de este escrito?, ¿podría escucharte?

En esta entrega no abordamos todas las cuestiones filosóficas que se tocan en el Capítulo IV de La historia interminable. Ya habrá ocasión para hablar de ellas. Pero queda claro que tratamos con un libro fantástico y peligroso que amenaza, mi querido lector, con convertirte en un personaje más del libro… “pero ésa es otra historia y debe ser contada en otra ocasión” (Ende, 2022, p. 37).

Créditos de la imagen:
«Trato con la oscuridad por una luz de esperanza» ilustración de: Tomás «Yami» Hernández.

Referencias.

Deleuze, Guilles y Guattari, Félix (2002). Mil mesetas. Pre-Textos.

Ende, Michael (2022). La historia interminable. Alfaguara.

Foucault, Michel (1968). Las palabras y las cosas. Siglo XXI.

Garnica, Roberto (2020). Elementos para una escritura y una antropología rizomáticas. Cuicuilco Revista De Ciencias Antropológicas, 26(76), 129–151. Recuperado de https://revistas.inah.gob.mx/index.php/cuicuilco/article/view/15464

Garnica, Roberto (2024a). La aventura de la recursividad, en La filosofía interminable de Ende. Colectivo Delfos. Recuperado de https://colectivodelfos.com/2024/10/06/la-filosofia-interminable-de-ende-la-aventura-de-la-recursividad/

Garnica, Roberto (2024b). La infinitud exponencial del libro rizoma, en La filosofía interminable de Ende. Colectivo Delfos. Recuperado de https://colectivodelfos.com/2024/11/17/la-filosofia-interminable-de-ende-la-infinitud-exponencial-del-libro-rizoma/

Prólogo (al Fanzine Delfos 5)


Miguel Almanza


Despierta como antigua madre o destino indudable. Desde allá: lejos y hace tiempo, en una trayectoria constante como pensamiento se intensifica —no puede escapar de sí—; resucita del archivo muerto de la memoria como devorador de hombres, entre limo viviente, el último de la familia inesperado invade nuestras conciencias. Así llega este número hasta tu mirada, una colección de sueños y pesadillas de artistas mexicanos emergentes.

Las culturas chocan y luchan, se conocen y mezclan; lo quieran o no. Así lo mexicano, una amalgama surgida de culturas milenarias y conquistadores europeos. Es difícil definir lo mexicano como algo homogéneo, las generalizaciones inducen al error: el estereotipo es una parodia. Tal vez, una característica mexicana es la diversidad de formas, los colores y el alto contraste.

Un reflejo de ello es la comida, la mezcla del dulce y lo picante. Así también se busca la diversidad de voces y miradas en los estilos de ilustración y cuento, el uso de los símbolos endémicos es un recurso, pero no un requisito. Que ni el chovinismo o el nacionalismo nos engañe, lo que buscamos es autonomía de pensamiento.

La propuesta es mostrar una visión de lo mexicano sin caer en el cliché, sin generalizar; al contrario, tal vez lo mejor sea particularizar cada región, cada lengua relegada, cada historia no dicha. En estos cuentos e ilustraciones se implica la visión del creador, y a la vez, se representa su tiempo y espacio.

No basta que los sucesos ocurran en México, es la visión particular desde esta parte del mundo: la perspectiva de cómo se ve en lo cotidiano y lo fantástico aquello que da miedo, fascina y aterroriza: lo diferente. Es un llamado al autoconocimiento, a dejar de buscar en temas o arquetipos importados lo que siempre ha estado en nosotros; a revelarnos ante la colonización cultural y la guerra cognitiva que nos han dicho que lo nuestro no es suficientemente válido, bello o complejo.

Buscamos la perspectiva artística particular del mexicano(a) asumiéndose como tal, en un mundo cada vez más tecnologizado y globalizado. Y de esta perspectiva, esta colección da digno ejemplo.

«Ojo de pez» (portada del Fanzine Delfos 5)

Violeta Juárez


«Ojo de Pez.»
Grabado en linóleo.
Violeta Juárez
2016.

Violeta Juárez
ARTISTA GRÁFICA
Diseñadora de la Comunicación Gráfica por la UAM y Maestría en curso de Artes Visuales con especialidad en Grabado en Posgrado de Artes y Diseño FAD-UNAM, Estancia Académica e investigación en la Universidad Politécnica de Valencia, Taller de Buril en La Universidad Politécnica de Valencia.
Incursión en diversos talleres como: talleres libres de Serigrafía Artística y Grabado en Academia de San Carlos UNAM, taller de Litografía en La Ceiba Gráfica A.C., Taller Veta Gráfica y Taller Nacional de la Universidad de las Artes de Aguascalientes.

Ha participado en diversas Ferias de grabado a nivel nacional e internacional
como La Guelaguetza Gráfica ‘19, el Salón de Mini Estampa ‘18, el Encuentro de Gráfica Libre e Independiente en Guadalajara, La Feria Nacional e Internacional de Grabado en Aguascalientes en diversas ediciones, Tianguis C.A.C.A.O. de la UNAM en Oaxaca, Exposición Mujeres Mexicanas México – UK, en Newcastle Inglaterra, así como reseñas culturales en la revista “Nolyx Anitnegra” de la Sociedad de grabadores Xylon de Argentina y publicación de imágenes en revistas y suplementos de periódicos como “La Soldadera” de Zacatecas,
referentes a la cultura y el arte en México Ha participado en diversas exposiciones colectivas, e intercambio de obra a nivel nacional e internacional.

Violeta Juárez.

LA PALABRA DE LOS ABUELOS: «Juan Aktsin, el que retumba en el fondo del mar»

Por Roberto Carlos Garnica Castro


La escritura es mágica y en este preciso instante puedes “oírme” gracias a su poder, pero nunca hay que dejar de abrevar de la ancestral sabiduría oral.

En Papantla, cuna de la hermana vainilla, viven muchos abuelos que desean compartir sus historias.

Aquí, en La palabra de los abuelos, recupero algunas de esas narraciones y las reelaboro de manera literaria.

En esta ocasión, te presento un mito meteorológico que me compartió el maestro Antonio Pérez Jiménez.

Juan Aktsin, el que retumba en el fondo del mar

Era 24 de junio al mediodía. De algún modo los animales y los sabios sentían en sus cuerpos la transición de la primavera al verano. La pequeña Sen (Lluvia) y su abuelo Kiwíkgolo, el Señor del monte, caminaban bajo la mirada del poderoso Chichiní (Sol).

—Abuelito, ¿es cierto que siempre llueve el día de San Juan? —inquirió Sen.

—Así ha sido desde tiempos inmemoriales —sentenció Kiwíkgolo.

—Pero, no está ni un poquito nublado.

—El andar de Kgatuxawat (la Naturaleza) es misterioso, mi río celeste.

En ese momento se escuchó un terrible estruendo que hizo brincar a Sen.

—¡Son truenos de tormenta abuelito!

—No, es el rugido de Juan Aktsin que está encadenado en el fondo del mar.

—¿Hablas del Señor del agua y el trueno? —preguntó asombrada.

—¿Quieres qué te cuente cómo amarraron a Juan Aktsin y lo exiliaron en el fondo del mar?

A Sen le brillaron los ojitos pues supo que sus tres corazones serían alimentados con bellas palabras.

—¡Sí, abuelito!

—Escucha mientras seguimos adelante.

Y fue así como, mientras los abrazaba el corpulento Chichiní y una nube gris florecía en el horizonte, Kiwíkgolo narró esta historia:

***

«Juan Aktsin era el aprendiz de los dioses y vivía con ellos. El pequeño nunca supo de dónde vino ni cuándo nació.

Un día que los dioses debían salir le encargaron el lugar.

—Nosotros no estaremos durante un tiempo. Por favor, cuida la casa —le dijeron.

Le hicieron muchas recomendaciones y, de manera especial, le advirtieron:

—Juan, por ningún motivo te acerques a este baúl.

Pero Juan Aktsin era muy curioso y no respetó la prohibición. No sólo se acercó al baúl, sino que lo tocó, lo abrió y hurgó en sus entrañas.

Allí descansaban una misteriosa capa y una espada brillante.

Se puso la capa y empezó a volar. Atravesó las nubes. Nunca había experimentado una emoción tan grande. Se sentía el Señor del cielo.

Entonces levantó la espada plateada y la agitó. Hasta el más leve movimiento de la poderosa punta producía un relámpago. A Juan le divirtió mucho eso: ver las luces multicolores, oír los ensordecedores truenos. Pero esa imprudencia abrió de par en par las compuertas del cielo y desató las tempestades prohibidas; el agua, el aire y el fuego amenazaban con destruir la tierra.

Cuando los dioses regresaron, se dieron cuenta del trascendental peligro y se preocuparon. Intentaron detener al travieso Juan, pero nadie pudo hacerlo.

La única persona que quizá podía evitar la catástrofe inminente era la Virgen.

—¿Podrías detener al chamaco? Sólo a ti te obedece —le rogaron.

—Veré qué puedo hacer —anunció Ella.

Sin embargo, Juan Aktsin tampoco le hizo caso a la Virgen, se había fundido con la capa y la espada.

Como último recurso, Ella le prometió:

—¡Tranquilízate, Juan! Si dejas todo eso, te regalaré uno de mis preciosos cabellos.

El joven aceptó; se quitó la capa y entregó la espada.

Entonces la Virgen se arrancó el cabello más largo y negro y se lo ofreció a Juan Aktsin.

Al muchacho se le encendieron los ojos y se le alegró el corazón. Pero en el momento que tomó el cabello éste se convirtió en irrompibles cadenas que lo sujetaron con fuerza.

Así apresado, los dioses lo arrojaron al fondo del mar.

—Allí te quedarás, Juan, hasta que descubras cuándo cumples años —lo sentenciaron.

Desde entonces, los días señalados, Juan Aktsin grita y pregunta cuándo es el día de su cumpleaños, pero ninguno de los dioses se lo revelará. No pueden liberarlo porque tomará otra vez la capa y la espada y provocará destrucción. No lo hace por maldad, sino por juego y diversión, para él las luces de los relámpagos y el ¡brooom!, ¡bruuum! de los truenos es pura fiesta».

***

—Y fue así, mi niña, como Juan Aktsin fue atado con cadenas y exiliado en el fondo del mar. Y cuando se escucha un fragor que parece trueno, incluso los días en los que el cielo está despejado, el grito no viene de arriba sino del fondo del mar, es Juan Aktsin que quiere saber cuándo es el día de su cumpleaños.

—¿Y cuándo cumple años, abuelito?

—El 24 de junio.

—Estoy un poco confundida, esta historia me recuerda la de Tajín y los siete truenos, ¿Juan Akstin es Aktsini-Tajín?, ¿es San Juan?, ¿quién es la Virgen?

—Sen, mi hermosa niña, ésas son otras historias y deben ser contadas en otra ocasión.

Agradecimiento:

Al maestro Antonio Pérez Jiménez, por compartirnos la historia de Juan Aktsin.

Crédito de la imagen:

Espartaco Garnica García. «La espada de Juan Aktsin»

El nuevo circo romano


Por Victor D. Manzo Ozeda


La multitud ruge. No es el rugido orgánico de los cuerpos amontonados bajo el sol abrasador del coliseo, pero es el mismo en su esencia. Un clamor sordo, pixelado, que se extiende por las redes como una marea incontenible. No hay arena, pero hay un escenario. No hay gladiadores, pero hay víctimas. La cultura de la cancelación no es otra cosa que el circo romano renacido, adaptado al siglo XXI: un espectáculo de condena pública donde el placer no está en la justicia, sino en el castigo.

Antes, los gladiadores luchaban por sus vidas mientras el público exigía sangre. Hoy, los «culpables» son arrastrados a la arena virtual, expuestos, despojados de contexto, y ofrecidos como sacrificios al dios de la moral moderna. El «cancelado» no es un humano; es un símbolo, un avatar de todo lo que el público rechaza en sí mismo. La multitud no lo odia por lo que hizo, sino porque en él se refleja su propia fragilidad, sus propios errores que, por suerte, todavía no han sido descubiertos.

Los emperadores ya no alzan el pulgar hacia arriba o hacia abajo; el juicio se dicta en hilos de Twitter, en foros, en comentarios replicados hasta la saciedad. Pero el veredicto es siempre el mismo: culpable. Porque en este circo no hay espacio para la absolución, para el arrepentimiento, para la redención. No se busca educar al acusado ni transformar al público. Solo se busca el espectáculo, la emoción efímera de ver a alguien caer.

La multitud cree que su furia es justicia, pero en realidad es hambre. Hambre de castigo, de sentir que su propia moralidad está intacta, de señalar con el dedo y gritar «¡no soy yo, es él!». Cancelar a alguien es el nuevo deporte de la época: una manera de demostrar superioridad sin necesidad de construir nada. En el coliseo romano, la violencia era física, brutal, inmediata. En el circo moderno, la violencia es simbólica, pero no menos devastadora. Y como en los viejos tiempos, cuando el espectáculo termina, la multitud se va a casa, satisfecha, esperando el próximo sacrificio.

Pero hay algo perverso en este circo contemporáneo, algo que lo distingue de su antecesor histórico. En el coliseo, los gladiadores sabían a lo que se enfrentaban. Entraban a la arena conscientes de su destino, preparados para luchar o morir. Hoy, nadie sabe cuándo será su turno. Cualquiera puede ser arrastrado a la arena sin previo aviso. Una palabra mal dicha, un comentario descontextualizado, un tuit de hace diez años. Las reglas no están claras, porque no hay reglas. Solo hay una multitud que observa, que espera, que ruge.

Y, como el coliseo, la cultura de la cancelación necesita víctimas para sobrevivir. Es un ciclo interminable, un motor que no puede detenerse porque vive de su propia destrucción. Si un día no hubiera nadie a quien cancelar, el circo se derrumbaría. Pero siempre habrá alguien, porque la multitud siempre encuentra una nueva razón para gritar. La cancelación no es el fin; es el medio. Un medio para perpetuar el ruido, para mantener viva la ilusión de que el mundo puede ser purificado a través del sacrificio.

Sin embargo, el verdadero espectáculo no está en la arena, sino en la multitud misma. Porque lo que el circo romano moderno revela no es la culpa del cancelado, sino la hipocresía de los espectadores. Nos gusta pensar que hemos evolucionado, que somos mejores que las multitudes que pedían la crucifixión de un hombre o la muerte de un gladiador. Pero el circo nos delata. Seguimos siendo los mismos, disfrazando nuestra sed de sangre con el lenguaje de la moralidad, escondiendo nuestra crueldad detrás de pantallas y palabras bonitas.

El circo romano nunca desapareció; solo cambió de forma. Y, como entonces, su fin no será la justicia, sino el hastío. Porque llegará un día en que la multitud, aburrida de su propio ruido, buscará un nuevo espectáculo. Y cuando eso ocurra, el coliseo quedará vacío, y lo único que quedará será el silencio de nuestras propias contradicciones.

La filosofía interminable de Ende: la esperanza como superación del nihilismo


Roberto Carlos Garnica Castro


Silfos nocturnos, fuegos fatuos y comerrocas, una tortuga gigante, un monstruo proteico y un dragón de la suerte, oráculos y esfinges, hombres lobo, brujas y vampiros, tres niños (una emperatriz, un héroe y un lector apasionado), y muchas otras criaturas fantásticas, hacen de La historia interminable un impulso para soñar y viajar. 
Es también un texto que estimula el pensamiento. ¿Me acompañas a desentrañar sus tesoros filosóficos?

La esperanza como superación del nihilismo

En La Vetusta Morla (tercer capítulo de La historia interminable) Atreyu se interna en la Gran Búsqueda y recorre fantásticas regiones en las que habitan mágicos árboles que cantan al crecer, personas que capturan la luz de las estrellas, seres con cuerpo de fuego, hombres “que nacen viejos y mueren cuando son bebés” (Ende, 2022, p. 62). En el bosque de Haule se enfrenta por primera vez a la Nada y en el Pantano de la Tristeza pierde a su fiel amigo Ártax. Finalmente, se encuentra con la Vetusta Morla, quien ha vivido tanto que sólo percibe sinsentido y desesperanza.

Además de la historia, que es fascinante, el Capítulo III aborda varios tópicos filosóficos: la relevancia y el poder de los nombres, la existencia al margen del tiempo, la tristeza y la desesperanza, el carácter de la Nada, la relatividad, el sentido de la vida, etc. En esta cuarta entrega de La filosofía interminable de Ende, nos sumergiremos en dicho apartado para reflexionar en torno al sinsentido de la existencia humana.

Recurriendo a potentes imágenes y símbolos, Michael Ende retoma el tema de la Nada. Reconoce que hablar de ella es un contrasentido pues, como asentó Parménides, “a la nada no le es posible ser” (Parménides, 2008, p. 309). Así pues, aunque entiende que es extraño “decir que la nada aumenta” (Ende, 2022, p. 63), de alguna manera ésta crece con la aniquilación. La describe como algo que en realidad no se ve, “no era un lugar pelado, una zona oscura, ni tampoco una clara; era algo insoportable para los ojos y que producía la sensación de haberse quedado uno ciego” (Ende, 2022, p. 64).

A pesar de su irrealidad, el contacto con la Nada tiene efectos: “no se siente nada. Sólo te falta algo y cada día te falta algo más” (Ende, 2022, p. 63), hasta que dejas de existir. Además, posee un poder de atracción irresistible.

No se trata sólo de un problema ontológico sino de una preocupación antropológica. La intuición de la Nada puede inclinarnos a la tristeza, la desesperación e incluso el suicidio. Una de las partes más desgarradoras de la historia es cuando Ártax, el caballo parlante de Atreyu y su fiel compañero, muere en el Pantano de la tristeza: empieza por hundirse un poco, considera que deben volver, que no tiene sentido perseguir “algo que sólo has soñado” (Ende, 2022, p. 67); conforme avanza se siente enfermo, “la tristeza de mi corazón aumenta. Ya no tengo esperanzas, señor. Y me siento cansado, tan cansado… Creo que no puedo más” (Ende, 2022, p. 67), hasta que, sin resistencia, abraza la muerte. Lo más terrible es que Atreyu no puede hacer nada para salvar a su amigo.

En el diálogo con la Vetusta Morla, una tortuga que ha vivido eones, se profundiza la cuestión. La anciana explica que su larga experiencia le permite comprender que “nada tiene importancia… Todo da lo mismo, exactamente lo mismo” (Ende, 2022, p. 70). En sintonía con el Eclesiastés que declara: “¡Esto no tiene sentido, nada a qué aferrarse!… Una generación se va y viene la otra… El sol sale, el sol se pone… lo que pasará es lo que ya pasó, y todo lo que se hará ha sido ya hecho” (Ecles. 1, 2-9); la tortuga explica: “todo se repite eternamente: el día y la noche, el verano y el invierno…, el mundo está vacío y no tiene sentido. Todo se mueve en círculos. Lo que aparece debe desaparecer, y lo que nace debe morir” (Ende,2022, p. 70-71).

Esta postura no es solo nihilista sino también relativista, escéptica y pesimista: “Todo pasa: el bien y el mal, la estupidez y la sabiduría, la belleza y la fealdad. Todo está vacío. Nada es verdad. Nada es importante” (Ende, 2022, p. 71), “si fueras tan viejo como nosotras sabrías que no hay más que tristeza” (Ende, 2022, p. 71).

De manera radical se sugiere, haciendo un guiño al existencialismo, que la Nada nos rodea. Sin embargo, “Atreyu recurrió a toda su fuerza de voluntad para contrarrestar el entumecimiento que le producía la mirada de la Vetusta Morla” (Ende, 2022, p. 71). Entonces se sobrepone y grita: “no es verdad que todo te dé lo mismo ¡Ni siquiera tú crees lo que dices!” (Ende, 2022, p. 71)

En esta entrega no abordamos todas las cuestiones filosóficas que se tocan en el Capítulo III de La historia interminable. Ya habrá ocasión para hablar de ellas. Pero hemos mostrado un interesante acercamiento al problema ontológico y antropológico de la Nada que propone superar la depresión y la inmovilidad con la fantasía y la esperanza.

Referencias.

Ende, Michael (2022). La historia interminable. Alfaguara.

Eclesiastés (2002), en La Biblia (2002). Editorial Verbo Divino.

Parménides (2008). Fragmentos, en Eggers Lan, Conrado (2008). Los filósofos presocráticos. Gredos.

Crédito ilustración de la entrada: «Duelo en el valle» por Yami Hernández @yamiherdez

Los fugitivos


Ronnie Camacho Barrón


El día en que los humanos perdimos la fe, fue el mismo en que los ángeles descendieron a la tierra, al principio el mundo se maravilló ante ellos y aunque su apariencia no encajaba en el canon de las descripciones conocidas, no cabía la menor duda de quienes eran.

Pues poseían cuatro pares de gigantescas alas blancas, sus ojos resplandecían más que el propio sol, las facciones de sus finos rostros les daban un aspecto andrógino y emitían una intensa aura celestial que hacía que cada persona en un radio de diez metros a la redonda terminase rendida a sus pies.

Como era obvio, los creyentes del mundo les recibieron con los brazos abiertos, estaban ansiosos por escuchar el mensaje que seguramente Dios les había encomendado darnos.

Fue muy tarde cuando descubrimos que aquellos seres alados no eran mensajeros de buenas nuevas, sino, vengativos ejecutores.

En cuestión de días y haciendo uso del poder de sumisión que tenían sobre nosotros, comenzaron a asesinar a cada humano que se pusiera en su camino, hasta el punto, de que grandes metrópolis como la Ciudad de México, Paris y Nueva York fueron purgadas en tan solo una tarde.

Sin más alternativa, la guerra en contra de los celestiales comenzó y no fue hasta hoy, a un año de haber iniciado el conflicto que por fin hemos encontrado la respuesta a su venida.

Con mucho esfuerzo logramos derribar a uno ellos y tras cercenarle las alas, no solo inhibimos sus poderes, también logramos interrogarle y lo que dijo, nos heló la sangre.

Dios no los había enviado, fueron ellos quienes por decisión propia habían descendido a la tierra para esconderse de él, pues siguiendo los pasos de Lucifer en los comienzos de la creación, ellos también intentaron rebelarse y de igual forma, fracasaron.

Fue por eso que antes de recibir su castigo, huyeron a nuestro mundo, pues solo aquí su ira jamás los alcanzaría y al ser ellos mismos sus propios ejecutores, nadie jamás los detendría de apropiarse del planeta.

No tenemos idea de cual será nuestro siguiente movimiento, la munición que tenemos es escasa y el último reporte que obtuvimos de nuestros vigías antes de perder la comunicación con ellos, es que una brigada entera de ángeles viene para acá.

Jamás pensé que el apocalipsis sería de esta manera, ni que aquellos seres hermosos en los que mamá me enseñó a creer, se convertirían en monstruosos bastardos que se cobrarían la vida de la mitad de nuestra civilización.

Ya los veo acercarse a la distancia y aunque yo deseo correr, mi cuerpo no responde, sé que ya no sirve de nada rezar, pero señor, te lo suplico, cualquier cosa que me vayan a hacer que la hagan rápido.

La palabra de los abuelos: «Xtan, el que trajo el fuego»

Roberto Carlos Garnica


La escritura es mágica y en este preciso instante puedes “oírme” gracias a su poder, pero nunca hay que dejar de abrevar de la ancestral sabiduría oral.
En Papantla, cuna de la hermana vainilla, viven muchos abuelos que desean compartir sus historias.
Aquí, en La palabra de los abuelos, recupero algunas de esas narraciones y las reelaboro de manera literaria.
En esta ocasión, te presento un mito cosmogónico que me compartió el maestro Romualdo García de Luna.

Xtan, el que trajo el fuego

Es la quinta noche de enero, el viento rasga las manos y los rostros descubiertos. No hay luna ni estrellas. La llama de tonos rojos y azules es la única fuente de luz y calor en el cerro.

La señora y el señor del monte (Kiwichat y Kiwíkgolo), Sen y Jun (Lluvia y Colibrí) conversan frente al fogón.

—Abuelitos, ¿por qué hace tanto frío? —pregunta Jun y tiembla.

—¡Imagínate si no existiera la lumbre, hermanito! —comenta Sen y lo abraza.

—Pues hubo un tiempo en el que no había fuego —asevera la gran abuela.

Los niños se miran sorprendidos.

—¿Quieren saber de qué manera Xtan (Tlacuache) trajo el fuego sagrado al mundo? —inquiere Kiwíkgolo.

A los niños les brillaron los ojos pues supieron que sus seis corazones serían alimentados con bellas palabras.

—¡Sí, abuelito! —exclaman al unísono.

—Abran su corazón y atiendan.

Y fue así como, mientras bebían una olorosa taza de café, Kiwíkgolo narró esta historia:

«Se cumplió la profecía. En tiempos de la Penumbra nacieron los gemelos sagrados, Chichiní y Papa’, el niño Sol y la niña Luna. Las veinticuatro abuelas cósmicas fueron las parteras y ahora los cuidaban. Aún no había día ni noche, la temperatura era diferente, hacía mucho frío, helaba. Nadie podía calentar al niño Sol y a la niña Luna. Todos se inquietaban. Los recién nacidos no paraban de llorar. Nadie sabía cómo contentarlos. Los animales, las abuelas y las demás deidades sufrían por eso.

Xtan (Tlacuache), muy preocupado, le dijo a su compadre Monkgxnú (Tecolote):

—¿Cómo le hacemos? Tú que tienes mucho conocimiento, ayúdanos a que el Niño y la Niña estén tranquilos y contentos.

—Debemos traer fuego —sentenció Monkgxnú.

—¿Qué? —preguntó extrañado Xtan, pues en aquel tiempo no se conocía el fuego.

—Debemos ir al inframundo.

—Pero no conocemos el Kgalhinín (Camino al inframundo). Busquemos a otro compañero que nos ayude. Pero ¿quién podrá?

—Hay que pedirle ayuda a Sáka (Tuza), ella puede hacer túneles, ella recorre las profundidades de la tierra —sugirió Monkgxnú.

Así pues, fueron con Sáka, le plantearon la idea y juntos emprendieron el viaje.

Se dirigieron al centro de la tierra. No tardaron en llegar pues Sáka conocía bien ese lugar.

En la boca del inframundo había un guardián infranqueable.

—¿Cómo podremos entrar? —preguntó Xtan (Tlacuache).

—Es complicado, no podremos distraer al que cuida la puerta —comentó Sáka (Tuza).

—No se preocupen, yo lo haré. Cuando lo distraiga ustedes pasarán y luego yo los seguiré —propuso Monkgxnú (Tecolote) y empezó a cantar.

El guardián nunca había escuchado un canto tan doloroso y profundo, sintió curiosidad y empezó a buscar al autor de aquel lamento.

Cuando el vigilante descuidó la entrada Xtan y Sáka ingresaron.

El guardia siguió la fuente del sonido, pero sólo encontró una flor amarilla, era Kalhpuxun (Cempasúchil); admirado la tocó y Kalhpuxun se multiplicó. Monkgxnú aprovechó ese momento y, como pudo, alcanzó a sus dos compañeros.

El fuego sagrado estaba custodiado por una abuela de cabellera larga, era un fuego diferente al del plano terrenal que conocemos hoy, era violeta, descansaba en una vasija rota y no tenía leña ni nada porque no necesita de otro elemento para existir.

—¡Ahí está el fuego! ¿Cómo lo vamos a llevar? —exclamó Sáka.

—Tú puedes llevarlo en el hombro —sugirió Monkgxnú.

—Pero ¿cómo vamos a distraer a la abuela? —preguntó Xtan.

—Yo la distraigo —propuso Monkgxnú.

Y fue así como Tecolote empezó a entonar nuevamente su canto doloroso, su canto triste, su canto sobrenatural. La abuela nunca había escuchado esa melodía, buscó de dónde venía y también se encontró con Kalhpuxun. La tocó y empezaron a brotar muchas flores amarillas, rojas y naranjas, nacían una tras otra y tapizaron el inframundo.

Los compadres aprovecharon la distracción de la abuela para tomar el fuego.

—Échenlo en mi hombro —pidió Tuza.

Pero el fuego no se podía sostener.

Entonces Tlacuache metió su larga cola de dos metros y, de alguna manera, el fuego se fusionó con él.

Cuando la abuela se dio cuenta los tres compadres iniciaron la huida, el camino tapizado de Cempasúchil fue su guía para salir del inframundo, muchos animales los perseguían y querían devorarlos.

—¡Súbanse a mis hombros! —gritó Monkgxnú mientras desplegaba sus alas.

Y fue así como lograron regresar al plano terrenal con un gran regalo: el fuego.

En el nacimiento, Sol y Luna seguían llorando, pero cuando sintieron la energía del fuego cesó el frío y el llanto.

Sáka (Tuza) se convirtió en la guardiana de la superficie terrestre, Monkgxnú (Tecolote) adquirió más sabiduría y Xtan (Tlacuache) fue bendecido con siete dones.»

—Y fue así, mis niños, como el Tlacuache, con la ayuda de sus amigos, trajo el fuego del inframundo para calentar a los gemelos sagrados y, desde entonces, también calienta e ilumina a los hombres —concluyó Kiwíkgolo.

—¡Qué bonita historia, abuelito! ¿Y cuáles son los siete dones que entregaron a Xtan? —preguntó Sen.

—Abuelito, dijiste que Xtan tenía una cola de dos metros, ¿era un gigante? —inquirió Jun.

—Nietecitos míos, en el principio los animales hablaban y eran muy diferentes a cómo son ahora, pero esa es otra historia y debe ser contada en otra ocasión —sentenció Kiwichat.

Agradecimientos:

Al maestro Romualdo García de Luna, por compartirnos la historia del Tlacuache.

Al maestro José López Tirzo, por asesorarnos con la escritura de los vocablos totonacos.

Crédito de la imagen:

Lluvia Garnica. «Xtan, Monkgxnú y Sáka en el Inframundo»

La filosofía interminable de Ende: La Emperatriz Infantil, la que gobierna sin mandar


Roberto Carlos Garnica Castro


Silfos nocturnos, fuegos fatuos y comerrocas, una tortuga gigante, un monstruo proteico y un dragón de la suerte, oráculos y esfinges, hombres lobo, brujas y vampiros, tres niños (una emperatriz, un héroe y un lector apasionado), y muchas otras criaturas fantásticas, hacen de La historia interminable un impulso para soñar y viajar. 
Es también un texto que estimula el pensamiento. ¿Me acompañas a desentrañar sus tesoros filosóficos?

La Emperatriz Infantil, la que gobierna sin mandar

En El Llamamiento de Atreyu (segundo capítulo de La historia interminable) los 500 médicos más sabios de Fantasia están reunidos en el gran Salón del Trono. La Emperatriz Infantil está enferma y, al parecer, su preocupante estado se asocia con la inminente destrucción de Fantasia. El centauro Cairon declara que la medicina nada puede hacer y que la última esperanza es que un valiente héroe emprenda la Gran Búsqueda. Es así como se encomienda a Atreyu, un niño piel verde, la misión de “encontrar el remedio para la Emperatriz Infantil y salvar Fantasia” (Ende, 2022, p. 48).

Además de la historia, que es fascinante, el Capítulo II aborda varios tópicos filosóficos: el carácter ineludible de la enfermedad y la muerte, la felicidad como algo que excede las condiciones materiales, la subjetividad de la experiencia del tiempo, la ética caballeresca del cazador, las capacidades extraordinarias de los niños, etc. En esta tercera entrega de La filosofía interminable de Ende, nos sumergiremos en dicho apartado para reflexionar en torno a la facultad de gobernar bien.

Con pocas pinceladas, Michael Ende nos ofrece una extraordinaria lección de filosofía política. Fantasia es un imperio en el que se congregan infinitos reinos que, a pesar de los conflictos entre algunos de ellos, mantiene un equilibrado orden global. Es un universo sin fronteras exteriores en el que conviven los seres más heterogéneos: animales parlantes, enanos, hadas, genios acuáticos, serpientes blancas, elfos abeja, centauros, pieles verdes, brujas, vampiros, espectros (por mencionar sólo algunos de los que aparecen en este capítulo). Aunque cada pueblo tiene su propia lengua, pueden comunicarse entre sí porque todos dominan el idioma universal: el fantasio clásico o Gran Lenguaje. Sin embargo, la unión orgánica de ese universo se mantiene gracias a su lideresa: la Emperatriz Infantil.

En la constitución de dicho personaje se cuestionan tres condiciones de los sistemas políticos tradicionales: no se trata de un varón sino de una mujer, no es un adulto sino una niña, no dirige como la cabeza sino que da vida como el corazón.

Ende (2022) explica que “era mucho más que una soberana o, mejor dicho, era algo muy distinto”: al modo de la wu wei taoísta (la no-acción, la no-intervención), la Emperatriz infantil “no gobernaba, nunca había utilizado la fuerza ni hecho uso de su poder, no mandaba nada ni daba órdenes a nadie, nunca atacaba ni tenía que defenderse”. En la misma sintonía, Lao Tse (s. f.) expresa que “el sabio controla sin autoridad, y enseña sin palabras; él deja que todas las cosas asciendan y caigan, nutre, pero no interfiere” (p. 2). Para mantener el equilibrio es suficiente que Ella exista (ser vale más que hacer). Más aún, “sin ella no podía subsistir nada” (Ende, 2022, p. 39).

De esta manera, la Emperatriz Infantil no ordena desde arriba, sino que vivifica desde el centro. Y no hace distinciones entre sus súbditos: “para ella todos eran iguales […] todas las creaturas, buenas o malas, hermosa o feas, divertidas o serias, necias o sabias, todas, estaban allí sólo porque ella existía” (Ende, 2022, p. 39).

Incluso podemos imaginarla como una deidad impersonal, imparcial y contemplativa de quien irradia todo. Es cierto que Ende no se refiere a la Emperatriz Infantil como diosa, pero el medallón Áuryn, el objeto o signo que la representa y cuyo nombre no debe pronunciar cualquiera, tiene poderes secretos y expresa la presencia misteriosa de la Soberana: “Áuryn te protegerá y guiará, pero tú no deberás intervenir, porque tu propia opinión no cuenta a partir de ahora” (Ende, 2022, p. 49).

Más aún, el modo de proceder de la Niña de los mil nombres es meta-humano y meta-racional: “las decisiones de la Emperatriz infantil son difíciles de comprender […] ¡Evidentemente, es una locura! Y si lo hizo deliberadamente, entonces… entonces…” (Ende, 2022, p. 47).

En esta entrega no abordamos todas las cuestiones filosóficas que se tocan en el Capítulo II de La historia interminable. Ya habrá ocasión para hablar de ellas. Pero queda claro que las imágenes y las ideas de dicho libro nos proporcionan herramientas para pensar la política y la teología desde una perspectiva meta-racional y pospatriarcal.

Imagen de la entrada: “El juego: El héroe, la esperanza y la perdición” por Yami Hernández @yamiherdez

Referencias.

Ende, Michael (2022). La historia interminable. Alfaguara.

Lao Tse (s. f.). Tao Te King. Nueva Acrópolis. Recuperado de https://www.nueva-acropolis.es/filiales/libros/Lao_Tse-Tao_Te_King.pdf

Literomancia: reflexiones respecto a una nueva Asociación Mexicana de Fantasía y Ciencia Ficción

Miguel Almanza


No recordaba que la vida de estudiante requería tanto tiempo y he faltado a mi palabra de ofrecer columnas, aún así hoy tengo un asunto muy relevante para los lectores: me permito opinar sobre el tema que ronda el Callejón de la Fantasía y la Ciencia Ficción Mexicana (le llamó así porque, aunque se ha ido consolidando, aún no tiene los alcances deseados, algo muy difícil de lograr en la era del TikTok en que ganar la atención de las audiencias es una proeza).

En este contexto de competencia desigual por la atención masiva, la fantasía y la ciencia ficción mexicana se encuentra en cierta precariedad, siendo en ocasiones ninguneada por los menos entendidos. La propuesta de Oscar González, editor de Colectivero, ha resonado fuerte, pues no es cualquier cosa. Se ha recordado a la Asociación Mexicana de Ciencia Ficción de los noventas como el antecesor para tratar de aprender de ello y varios compañeros han contrastado pros y contras. Sin embargo, creo que la propuesta es buena porque detecta la necesidad de difusión y distribución.

La gente se puede asociar para lo que sea, pero en cualquier asociación deben estar explícitas las metas y objetivos, para que los esfuerzos colectivos se realicen en la dirección propuesta. Así ya sabes a qué te apuntas. Tal vez en este caso falta un poco más de reflexión, de discusión, de interacción entre los diversos proyectos para llegar a acuerdos y objetivos generales. Como la reunión virtual para platicar este tema se canceló, no me quedo con las ganas de compartir mis reflexiones a respecto:

1) ¿Sólo escritores? O también: editores, promotores, investigadores, ilustradores, cineastas, etcétera. La propuesta de que sean solo escritores ya deja fuera a muchos que tenemos doble cualidad, lo que desanima. Aunque se me ocurre lo siguiente: ¿que tal si la asociación se conformara por dos ramas? Los editores, promotores e investigadores por un lado; y los escritores o creadores por el otro. Mi propuesta es dialéctica, ya que las diferencias de perspectivas entre escritores y editores, nos daría la tesis a seguir, la solución argumentada y discutida para llegar a una conformidad. Una asociación así tendría dos ramas: quienes se dedican a la publicación, promoción, investigación y difusión; y quienes realizan creación, no solo literaria pues estaría abierta a otras artes.

2) Los peligros. En mi experiencia como promotor cultural y activista, he visto a muchos colectivos y organizaciones que, al tener cierto éxito, son autoconsumidas por el propio ego, proclamándose élite simplemente porque pocas personas trabajan o producen algo específico. Creo que el elitismo es una ilusión del éxito mal entendido. Así asfixian su propio proyecto. También muchas instituciones incurren en el error garrafal de olvidar para qué fueron construidas, y comienzan a procurar ante todo su propia subsistencia, sin importar que ello contradiga su esencia de existir. Creo que la traición a los objetivos es el suicidio de cualquier asociación y este peligro no debe dejar de observarse, es el precipicio de lo que no queremos. No se trata de monopolizar, sino de procurar, difundir incluso a aquellos que no son mis amigos o con quien no estoy de acuerdo. Se busca democratizar la cultura y la diversidad de propuestas.

3) Claridad de la propuesta de objetivos y metas. La idea está apenas en la mesa, es un deseo en voz alta. Pero un deseo de muchos. La sinergia proviene de la nitidez y concreción de los objetivos y metas generales. Acá comparto dos ideas que se me ocurrieron a partir de los comentarios y reflexiones que leí en las redes. Visión: lograr que el mexicano promedio pueda referir obras de fantasía o ciencia ficción mexicana. Parece sencillo, pero estamos hablando de tocar un público de millones de personas. Misión: difundir, promover y distribuir los trabajos creativos para consolidar una presencia a nivel nacional e internacional. Creo que en ello estamos de acuerdo la mayoría, aunque quedan por definir los objetivos generales y específicos.

4) Los sueños son hermosos hasta que se topan con el mundo material. Hay que considerar que fundar una asociación requiere recursos económicos y pensar de dónde saldrán los recursos, ¿de los miembros? ¿Donaciones? ¿Subvenciones gubernamentales? Este punto ya comienza a ser escabroso. También se necesitaría escribir un acta constitutiva y las normas de procedimientos, el manejo transparente y adecuado de finanzas, etcétera; es trabajo administrativo que de inicio alguien tiene que realizar y muy probablemente sin remuneración económica. ¿Quién está dispuesto(a) a ello y cómo elegirle? No será nada fácil y quizás sea uno de los trabajos menos reconocidos pues es el andamiaje tras bambalinas; este administrador (o administradores) tendrá que lidiar también con las quejas, criticas o exigencias de los miembros. Un trabajo nada fácil.

De momento, este es mi aporte a la discusión del tema, ojalá se pueda realizar algún foro para seguir platicando e ir puliendo la idea. Creo que la atmósfera general a respecto es de entusiasmo (hasta memes hubo), pero es un movimiento que no se debe realizar a la ligera.