33:01 P.M.

Autor: Ernesto Issac Osorio


Pausa.

La araña de mi cuarto que está llegando a mi fosforescente luna, me acaba de descubrir y yo a ella.
El silencio nos une a escasos cuatro nudos de viento.

No hay nada que haga descubrir el rastro de su fuga.

Nos miramos.

Ella clava ocho ojos sobre mi cuerpo inmóvil por el pánico.

No parpadeo. Suprimí, extirpé y escupí esa función de mi cerebro, con un exhalo.

No dejo de mirarla con mis dos ojos con cascos.

Me cuestiono serio, si es que me susurra algo o será el tren que silba a la distancia.

Da algunos pasos lentos.

Se debe cuestionar, seria si es que le susurro algo o será el tren que silba a la distancia.

Miro de reojo si por alguna estrella cercana tiene cómplices…
Siento que más de cien ojos recaen sobre mi cabeza.
No me permito girar más allá de aquel cuerpo oscuro y delicado que está casi encima mío.

Y respira, ella se da licencia en dos de sus pares de ojos para visualizar su siguiente movimiento.
Afila las estilizadas patas y se mete a un cráter.

En la fracción de tiempo que cabe en cuatro zancadas arácnidas, cierro rápido mis ojos y los vuelvo a abrir. Seguimos enfrascados en una tensión ante la cual esta recamara comienza a quedar chica.

Recojo las piernas, para en el momento que se presente la oportunidad, saltar de la cama y tomar algún arma que se encuentre en el suelo helado; una antorcha o un cuchillo enterrado en la maceta que tengo en la mira con el rabillo del ojo.

Bajo los párpados.

Y me veo aferrado de cabeza a una orilla de plástico mientras afilo mis estilizadas patas y huyo de la luna.

Sigo avanzando y cierro todos mis ojos que arden y que pesan, mientras en la conciencia que me llega en el cenit, me dejo caer.


Cuatro nudos.
Tres nudos.
Dos nudos.
Un nudo.


Levanto los párpados.
Coloco las pupilas duras al centro de mis cristales, buscando entre las galaxias de mi techo…

Cierro los ojos.
Abro los ojos.

Alucino.


No molesten a su sombra

Autor: Carlos Saavedra


Despiertas a oscuras. Los murmullos de tu boca se convierten en vaho. En el rincón donde yaces, con el miedo devorándote, intentas aclarar cómo llegaste allí. Más allá de esa pared, dentro de la oscuridad, la ventisca resopla. Llueve, y el agua cae sobre el silencio. Presientes que negrura y tempestad sean testigos de un desastre.

De improviso, un ensueño llena tu cabeza de multitudes y colores. Eres un guerrero con escudo, espada y casco frente a las murallas de Troya que se yerguen sobre la arena. Atraviesas un momento de hielo y fragua, agujas de dolor maceran tu cuerpo, son cortaduras y golpes que mortifican.

Heridas que no crees tuyas, están ahí; palpas su fluido con olor a hierro que al llevar a tu lengua, sabes que es sangre. Como un anfibio que lleva entre sus fauces un légamo ancestral, el espacio te acuna entre olor a madera mojada, plantas y lodo. El goteo que persiste, no es una invención, se presenta como golpecitos sobre madera del techo manipulada por el viento donde se desaguan las regueras.

Algunos resplandores más allá entre los huecos de la cabaña, te permiten ver un bosque azotado por el viento, te imaginas la acometida de un caballo colosal. ¿Es el caballo de Troya? En tu mirada hay ansiedad. Deseas que el amanecer, con su vestidura de alba muestre su claridad, para dejar de ser un cuerpo suspendido en la noche sin memoria.

Pero, la penumbra es pesadumbre que corre por el túnel de un espacio sin ruido. Tu voz, secuela de palabras dichas con dificultad, la modulas con sigilo. Tus músculos, no responden, sufres el temor de levantarte, todo es abismo. Cada vez que logras moverte, crepitan debajo las hojas de tu lecho. No estás atado, pero te ata el miedo. Esta negrura es tu única compañía. Ella te protege, pero también aplasta, no te deja respirar.

Ah, un trueno ¡por fin! Ahora te enteras en dónde estás. Un fulgor más te hace descubrir la puerta de madera que no alcanzas. La tormenta arrecia, pareciera correr; chapotea y hace madurar el olor de la hierba. Quieres incorporarte, no tienes fuerzas, tu cuerpo es un trapo sin huesos, carne sin sangre, casi fantasma. El recuerdo es para ti otra sombra, una penumbra que hace brotar en tu mente un pasadizo donde las imágenes buscan la salida.

Un golpe repentino de agua, quizá la rotura de una canaleta del techo, baña las heridas de tu rostro, y el sufrimiento aminora. «Levántate. Sal.». No puedes. Te desplomas como un despojo, pero antes del desmayo escuchas, llamándote a la distancia, algo así como un canto de sirenas que prolongan su lamento con tono melancólico. Vas hundiéndote en la inconsciencia de tu cerrazón, donde yacen los recuerdos.

Voces de guerra avivan la lucha: Eres el jefe de las fuerzas aqueas que proclaman el triunfo, mientras golpean sus pectorales protegidos con cuero y gritan con voces entusiastas. «¡Luchemos por el atrida y Micenas!». Eres, con ellos, la punta de ataque en la batalla última de aquellos ya diez años, que intentan rendir plaza. De repente un carro, en el ímpetu de la pelea, te derriba.

Una frase de Carlos Pellicer te inunda: “Y siento ya como surgen del horizonte de mi sangre/ las tierras de un viaje de mármol/ en los que los trigales adolescentes/ duran.”

Dentro del desmayo, con ansia de estrellas y ruido del mar, te sumerges y flotas. Despiertas bajo el olor a carne asada, ¿acaso tus guerreros descansan y se alimentan mientras esperan tu salud? Hay en tu boca un sabor putrefacto. Escupes. Quieren abrir la puerta. ¿Serán tus soldados quienes vienen en tu ayuda? De pronto la noche se incendia con disparos y gritos de furia y dolor. El espanto te da la fuerza para incorporarte. Exclamas entre la red de las hojas de tu lecho: «¡sálvenme!»

Sin alcance de tus actos, ignoras que eres un escritor, quien por odio a la violencia, volcó en la prensa notas acusatorias en contra del cártel, y son ahora sus integrantes, quienes te han golpeado y te mantienen preso. Te reprendes: ¿cómo llegaste a tal peligro de muerte?

Afuera de la choza alguien viene a rescatarte de los sicarios, pero tú instinto de conservación, recelando más daño, hace que patees la pared de madera y te lances en el vértigo de la caída. Tu cuerpo rueda cuesta abajo entre el lodo y la hierba, en donde un golpe de aire como acabado de hacer, te da un respiro.

Un relámpago aparece, y puedes mirar en la lejanía cómo las nubes parecen un combate de dioses. La luz previa a la salida del sol comienza a envolver el horizonte, imita un campo en pugna donde seres celestes caen heridos. Te preguntas por tu ejército, y sus armas. «Su escudo y su espada, si ha de morir que sea como un valiente», te dice alguien. La lluvia cesa, algunas gotas atoradas entre los árboles, se desprenden, y hacen un chapoteo sobre tus ropas. Se alejan en el aire los sonidos de la sirena. Queda el viento tras el frío de la madrugada «¡Un último esfuerzo atrida!»

De pronto, ya no hay más aqueos ni troyanos, se difumina el espejismo de la realidad que evocaste, de la que sólo restan indicios. La sombra se retira entre sombras ante el advenimiento del día. Un tronco provisional se desliza por la corriente, te aferras a él. A lo lejos imaginas las costas helénicas. A la deriva, bajo la luz que se manifiesta, una nueva voz te inunda:

Y vas río abajo, como perdido, preguntando por tu nombre.

No hay niños en las calles

Uriel Velazquez Bañuelos


La lluvia dejo reposar a la ciudad. Los espectaculares recobraron su imagen, la gente transitaba las calles. El aroma a humedad se volvió una brisa caliente, gracias a los autos eléctricos y partes robóticas de las personas.

Kevin miraba desde la ventana, arriba en el departamento. Buscaba en las calles niños para salir a jugar. Pensaba que se ocultaron por la lluvia y que, ahora que se fue, saldrían a jugar. Pero solo vio a adultos y jóvenes, algunos altos otros enanos. Todos ellos portaban implantes robóticos que emitían ruidos por su sistema de ventilación.

Miró a un peatón delgado y con grandes brazos de fibra de carbono. Los hombros eran más grandes que su cabeza, y sus bíceps relucían con luces. Kevin pensó que estaba viendo a un gorila, pero ajustó la mirilla de su telescopio. Luego de ver que era real, se comparó; sus dos brazos eran como fideos.

Kevin siguió mirando por la ventana. No muy lejos, dio con una persona encapuchada. Tenía la sudadera ligeramente abierta, dejando ver su reluciente pecho. Kevin lo miró a los ojos, era como ver dos bolas negras del billar. El encapuchado le volteo la mirada y Kevin se escondió.

Asomaba la cabeza de poco en poco por la ventana. Dio pequeños vistazos con su telescopio. La ciudad le parecía lo menos interesante desde que se mudó hace ya dos años. Él no lo recordaba, pero su madre le decía que allá en los bosques de plástico, solía correr y trepar por las ramas hasta cansarse. Ahí, en su nuevo hogar, sus músculos se desvanecían por la falta de actividad.

Kevin fue al baño y se miró al espejo. Su cuerpo no tenía luces, ni acabados de metal. Era orgánico hasta las muelas. Se preguntó como las personas accedían a esos cambios. ¿Era parte de algún juego? ¿Pertenecía a un equipo de futbol? No lo sabía, y antes de hacerse más preguntas, sus padres llegaron.

El señor Cournot, gracias a un refuerzo en los huesos de la muñeca, cargaba las bolsas del mercado sin problemas. La señora Cournot, con sus ojos, escaneaba la casa, en busca de partículas de polvo para limpiar.

—¿Qué vamos a comer? —preguntó Kevin a sus padres. Su papá ordeno las compras en la alacena y en el refrigerador. Su mamá, dio cuerda al ratón aspiradora, y se fue a la cocina.

El padre terminó sus deberes y se tiró al sofá. En un par de horas debía volver a la fábrica. La madre preparó un guiso y encendió el televisor. Se saltó el canal de noticias y dio con las caricaturas. No era lo que le apetecía ver, pero era lo que su hijo necesitaba.

Kevin puso su telescopio al lado del plato y comió. Su madre notó el juguete, y se volvió hacia la ventana, donde las cortinas estaban abiertas.

—Kevin Cournot. —dijo su mamá— ¿Estuviste mirando por la ventana otra vez?

Kevin se guardó el telescopio, y le sonrió a su madre. El caldo se le escurría por la boca.

—Perdón, mamá, es que estaba muy aburrido. Terminé la tarea, lo juro. —tragó el bocado.

—Sabes bien que tienes prohibido mirar por la ventana…

—Pero quería buscar a otros niños —abogó con más claridad, Kevin, interrumpiendo a su madre. —¿Qué tal si hay más?, quiero hacer amigos.

El padre, sin levantarse del sofá, agregó lúgubremente:

—No hay niños en las calles. —sentenció. Cerró los ojos y trató de recordar cuando fue la última vez que miró un parque, una plaza pública, o un centro de actividades recreativas. Lo único que se le venía a la mente fue una pequeña sala de juegos en los edificios de su trabajo, aunque el acceso solo estaba permitido para altos mandos de la compañía que, muy rara vez, se paseaban por la zona.

—Además, si sales de casa vendrá a por ti el Robot come niños, ¡eh! —agregó la mamá y le limpio la carita. Kevin guardó silencio y siguió comiendo.

Para la noche, notó que las persianas estaban cerradas. Papá estaba trabajando y mamá dormía.

A escondidas, tomó la computadora y navegó por el internet en busca del Robot come niños. Los resultados era lo que había imagino; puro cuento. Al igual que el señor del costal, que el coco y otros nombres de seres que, sin pies ni cabeza, se usaban para advertir a los niños sobre los peligros de salir afuera. Pero los robots son reales, pensó.

Kevin vio muchos robots, de diferentes tamaños y funciones. Ninguna de ellas consistía en comerse a las personas. Al contrario, la mayoría estaba al servicio de la humanidad, como sirvientes o policías. Apagó el ordenador y se tiró a la cama, decidido de que mañana sería un buen día para salir a explorar.

Y si nos basamos en las noticias, el mañana lucia prometedor para la ciudad, CloudBank. El clima permanecería nublado, con aires frescos. La criminalidad descendió. Hay rumores de guerras afueras del muro. Y empresas apuestan por nuevas prótesis y estilos de programación de robots.

Ya en la mañana, Kevin apagó el computador. Sus clases vía online terminaron. Hizo los deberes, y esperó a que sus padres se marcharan para los deberes.

Sus padres se despidieron de su hijo, aclarándole que iban por un nuevo aire acondicionado, y que no saliera de la casa, ni abriera la puerta a nadie. Kevin aguardó unos minutos a que se marcharan. Cuando notó que ya habían ido, se preparó.

Se vistió con un impermeable amarillo, en caso de que lloviera. Guardó consigo su telescopio. De sus ahorros, tomó unas moneditas, por si veía alguna golosina que comprar para sus nuevos amigos. Y ya listo, salió de casa.

La lluvia recibió a Kevin, quien se movía en las calles como un ratoncito. Empuñaba con ambas manos su telescopio. Sonidos venían a él, como látigos a las espaldas de un esclavo. Las luces y destellos de neón le abrían los parpados. Estaba sedado ante la jungla de neón.

Ojalá y pronto me tope con un parque, pensó Kevin. En un intento por sobrevivir, miró a su pasado. Recordó a su padre, cuando eran exploradores en los bosques de plástico.

—Si alguna vez te pierdes —escuchó una voz fantasmal en su cabeza— busca a las estrellas. Ellas siempre te guiaran a casa.

Kevin miró arriba. Departamentos que seguían creciendo, como la densidad de la población, al infinito. Miró a las empresas y fabricas construidas a forma de pirámides; los nuevos templos de la sociedad moderna. Y en un destello de luz, que vino de un helicóptero publicitario, se encandiló

Bajó la mirada, y siguió recordando los consejos de su padre. En su ceguera temporal, lo veía con una sonrisa y ojos soñadores.

—Ningún árbol es el mismo. Desde cada raíz, hasta cada rama, todos son distintos. Solo obsérvalos bien, para orientarte mejor y no caminar en círculos.

Kevin se quedó quieto por un minuto. En esa brevedad, miró a su alrededor, mientras era golpeado por los peatones que pasaban. Los edificios eran grises y sin decoraciones. Gigantes de concreto donde la publicidad saltaba de un muro a otro, despojándolos de la ya inexistente identidad.

El miedo escaló por el cuerpo de Kevin, como una serpiente reptando por un elefante; una emoción que jamás olvidaría. Las lágrimas lo invadieron y comenzó a correr.

—Papá, mamá, aquí estoy, aquí estoy —decía—, ya me quiero ir. Ya no quiero salir de casa, lo siento mucho.

Kevin corrió por las calles hasta estrellarse con alguien. Se limpio los ojitos para ver mejor. Estaba ante una figura encapuchada. De las luces de su cuerpo salían los colores azul y rojo. ¿La policía?, ¿o un robot que ayuda a la gente?, pensó. No. Solo era una persona a la que le gustaba esos tonos. Analizó el cuerpo de Kevin, gracias al aumento en sus ojos, y al comprobar que era orgánico, se lo llevó consigo sin mucho esfuerzo.

***

Cuando los padres de Kevin llegaron a casa, con las manos vacías, notaron la ausencia de su hijo. De inmediato llamaron a la policía, los cuales llegaron tan pronto como pudieron. Aunque su eficiencia no dio para más, pues de la búsqueda solo quedaron intentos sin resolverse. A cada minuto las probabilidades de encontrarlo descendían, junto con el animo de la familia Cournot.

—Es mi culpa —dijo el papá—, si yo no hubiera aceptado el trabajo, no estaríamos aquí.

—No, es mi culpa —arremetió la mamá—, si le hubiera educado mejor, él no hubiera salido.

Continuaron hablando, hasta que las palabras se llevaron la razón; eran solo víctimas de lo que ofrecía Cloudbank. Y cuando no hubo más que decir, se abrazaron y lloraron hasta dormir.

***

Kevin, despertó, aunque sentía que estaba atrapado en un sueño. Es una pesadilla, pensó. Quiso decir “Mamá, papá, despiértenme, por favor, ya dormí mucho”, para que, de alguna forma, su subconsciente escapará de la ensoñación para hablar en la vigilia. Pensaba que así era como los sonámbulos hacían sus cosas. Pero estaba lejos de ser un sueño.

Kevin se percató de que su boca no movió ni un musculo. Intentó sacudirse, pero las extremidades no le respondían.

Una luz se encendió en la habitación. Kevin, escuchó un mecanismo moverse, por encima suyo. Era una grúa que lo transportaba. Lo guio hasta frenarse ante a una ventana. No los escuchaba, pero veía como dos personas lo estudiaban. Un logo, una píldora en la palma de la mano de un robot, colgaba de la pared. Una frase, que no logró leer con claridad, se unía al decorado. Un recordatorio al objetivo y meta de los empleados de la fábrica.

Kevin miró la ventanilla, y desde cierto ángulo, vio su propio reflejo. No creía lo que veía, solo pudo llorar. Estaba atado a una bandeja de plata, dentro de una bolsa que lo mantenían helado, a temperatura para preservar el cuerpo. Le faltaban los brazos, la nariz y el pene. Tenía una cicatriz que recorría, verticalmente, la mitad de su cuerpo.

Mi telescopio, pensó, ¿Dónde está mi telescopio?

Y los dos hombres miraron el cuerpo de Kevin, preguntándose que órgano podría servir para el mercado. Se enfocaron en su frente. Y pulsando un par de botones, la grúa descendió y las luces se apagaron. En alguna parte de la fábrica, un brazo suyo recibía nutrientes, para crecer en tamaño y forma para su futuro comprador; un joven de veintiocho años que deseaba volver a sentir el tacto luego de no estar muy convencido de su nueva prótesis. Lo que mostraba los informes recopilados.

Y ahí en la oscuridad, Kevin cerró los ojos. Sus lágrimas ya no fluían, y su respiración se calmó. Era como si lo hubieran despertado con un botón, como si fuera una lampara. Y antes de dormir, creyó escuchar la respiración de otros niños en su cercanía.

***

Inviernos pasaron, como un auto en pleno tráfico: Lento y tedioso. La familia Cournot se cambió de ciudad. Pensaron que un nuevo aire les ayudaría a superar la perdida.

A su nuevo hogar, recién trajeron uno de esos robots que hacían función de aire acondicionado. Debido a que la temperatura en la ciudad era sofocante. El robot se paseaba por la sala, repartiendo su ventilación fresca.

La madre miraba por el periódico algún trabajo de doble tiempo. Estar afuera era mejor que acabar a solas en casa con sus pensamientos. Su padre, yacía despierto. Tomaba medicamentos para no dormir y tener sueños sobre el pasado.

El robot cumplía su funcionamiento, hasta que, atraído por el telescopio del señor Cournot, cambió. Tomó el telescopio, y fue a la ventana, donde abrió las cortinas y miró mejor el exterior.

Los padres no supieron de la acción, hasta que comenzaron a sudar y sentir calor. La madre en la sala, y el padre en su cuarto, buscaron al robot, hasta que ambas partes se encontraron ante él.

—¿Qué se supone que estás haciendo? —preguntó el padre. El robot poseía una mente que los hacia dóciles y capaces de reflexionar sobre las dudas. Una nueva función traída por la compañía más potente del mercado. Pues, más allá de ser meros productos, se les dio el regalo de ser la compañía deseada.

El robot abrazó el telescopio, se volvió hacia ellos, y dijo:

—Busco las estrellas. Quiero volver a casa.

Y los padres se tumbaron al suelo.

Viaje nocturno

Autora: Gabriela Ladrón de Guevara


Estaba oscuro, frío. Una fina lluvia impedía ver la carretera. Ella seguía avanzando. Debía llegar a su destino. No le gustaba manejar con lluvia, pero no tenía opciones. El hombre la vio conduciendo sola y pensó que era una víctima ideal. La siguió, con instinto depredador, con toda la intención de atacar en el momento preciso. Ella conducía ajena a todo. Cuando él pudo alcanzarla, una sonrisa macabra se dibujó en su rostro. Ella lo vio y adivinó de inmediato sus intenciones. Eso mejoró su ánimo. Feliz, detuvo el auto, esperándolo. La expectativa de enterrar dos cadáveres en vez de uno, la hizo estremecerse de placer.

Créditos fanzine Delfos #2

Consejo Editorial Fanzine Electrónico Delfos

Dirección y edición: Miguel Ángel Almanza Hernández

Diseño y maquetación: Yolanda Pomposo Díaz

Producción ejecutiva: Marisela Hernández Barrientos

Consultoría y prólogo: Mayra Daniel Arganis


Agradecimientos especiales a:

Lorena Amkie que nos concedió una agradable y amable entrevista.

Pedro Sacristán que colaboró con los bellísimos forros que adornan este fanzine digital.

Nuestra tallerista invitada: Dilsia Zoskia que nos brindó una excelente narración con el audiocuento “Buscadoras de tesoros”.

A todos nuestros lectores y organizaciones amigas:

¡Muchas Gracias!


Colaboradores del Fanzine Delfos #2

Escritores

Aldo Hernández Zúñiga estudió la Licenciatura en Lingüística en la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH). Se tituló con mención honorífica con la tesis titulada Estructura argumental preferida en lacandón del sur. Actualmente, colabora como docente y asesor en el Centro de Escritura y Argumentación de la UAM Cuajimalpa y se dedica a la enseñanza del español a extranjeros en la escuela Lengua & Cultura. Además, tiene interés por la creación literaria tanto de cuentos como de guiones de cine enfocados al género de terror. Ha publicado un cuento con la editorial Alas de Cuervo y tiene otro cuento en proceso de publicación con la editorial Komala. 
Carlos de la Torre Fregoso es un escritor que se ha desenvuelto de manera significativa en el género de terror. Su talento y dedicación lo han llevado a ser reconocido por varias editoriales destacadas en el ámbito del terror, como Editorial Alas de Cuervo y  Editorial Mandrágora. Uno de sus logros más destacados es la publicación de su libro "El Legado del anticuario" bajo el sello de Mandrágora. Además de su labor como escritor, Carlos de la Torre también ha participado activamente en la comunidad de aficionados al terror. Su presencia en eventos como el Festival Gótico en el Faro Azcapotzalco Xochicalli demuestra su compromiso con el género y su deseo de conectarse con otros entusiastas. También ha incursionado en el mundo digital, contribuyendo con relatos de terror a canales de YouTube populares como Proyecto Paranormal y ARLOF. Además, ha creado su propio canal de YouTube llamado "Cazamitos: Historias de Horror", donde narra sus cuentos de terror. Este canal es una plataforma adicional para compartir sus historias y conectar con una audiencia más amplia.
Carlos Saavedra. Originario de la Ciudad de México. Licenciado en Lengua y Literaturas Hispánicas. UNAM, graduado en 1990 con Mención Honorífica. Como profesor ha impartido en nivel básico y medio superior; como escritor ha publicado en  Amazon; ha colaborado con poemas y cuentos en suplementos periodísticos y en diversas revistas de la Ciudad de México y Guadalajara. 

“La literatura y escribir han sido para mí el descubrimiento de mí mismo como vecino del mundo que me ha visto crecer. En ello se encierran parte de todos aquellos momentos en los que ha discurrido mi vida con los ojos cerrados y con los ojos abiertos; hacia dos flancos complementarios: uno que mira hacia adentro  y extraer lo que día  a día se ha ido acumulando con alegría o desespero, y otro que ve hacia el exterior para buscar la sustancia que alimente el interior como  evidencia de que el alma dialoga con el cuerpo.”
Ernesto Issac Osorio Hernández. Actor y director escénico nacido en la Ciudad de México con más de veinticuatro años de experiencia comprobable en el quehacer artístico; incursionando en el teatro, cine, música, circo, radio, televisión y medios digitales. Desde temprana edad supo que cualquier disciplina artística es el vínculo adecuado para transmitir y compartir ideas, generar empatía, crear alegría y paz; por lo que desde entonces se comprometió al estudio y preparación del quehacer escénico a través de talleres, clases, diplomados y cursos que se relacionan de manera directa o indirecta con estás inquietudes. Siendo esta disposición de aprender y compartir la que hizo que formara parte de varias compañías de teatro, circos, colectivos escénicos; tanto independientes como institucionales como de cine, radio y televisión; cuya visión y misión eran afines a él. Ha obtenido reconocimientos y premiaciones en diferentes estados de la república mexicana, así como en Estados Unidos, Chile, Argentina, Colombia, Perú y Brasil.

Actualmente es director del “Proyecto bla, bla, bla y etcéteras”; desde hace más de ocho años lleva a cabo intervenciones escénicas en espacios no convencionales para poblaciones socialmente marginadas y comunidades vulnerables. Esto junto con un talentoso grupo de artistas de diferentes disciplinas artísticas.
Gabriela Ladrón de Guevara de León Mexicana. Doctora en Educación.
Profesora-Investigadora en la Universidad Autónoma de la Ciudad de México.
Narradora oral y escritora. Su poemario “Ciudad: Mujer en movimiento” ha sido publicado por Enero Once Editorial que próximamente lanzará su libro de cuentos “La extraña Vida Diaria”.
Ross Sotomayor es docente por vocación y escritora por afición. Trabaja en la Preparatoria Lic Benito Juárez García de la Buap. La docencia le llevó a buscar otras nuevas formas de poder hacer llegar ciencia y Literatura a sus alumnas y alumnos. 
Participó en la 4 Muestra Internacional de Monólogos Y Stand UP científicos que organiza Divulgaciencia México, y en el 2º Festival internacional de Rap científico. 
Ha escrito en revistas como Fantastique, La tinta del silencio, en la Revista Penumbria 53, en Fobica Fest. Recientemente, publicó en la Revista Anapoyesis con “el último horizonte” y en El espejo Humeante y en editorial Akera. 
Miguel López González, mexicano. Nacido en el Distrito Federal, ahora llamado Ciudad de México o CDMX. Egresado de la Universidad Intercultural y Licenciado en Lengua y Cultura. Enfocado a la recopilación y estudio de la tradición oral de la cultura mazahua en el Estado de México. 
Entusiasta del terror y la ciencia ficción desde pequeño, fan de los maestros como H.P. Lovecraft, Edgar Alan Poe, Dean Koontz, Ramsey Campbell, Amparo Dávila y otros más. Escritor en desarrollo y en constante estudio. Sus trabajos se enfocan principalmente en el folklor, creación propia y en sueños que son llevados a cuentos.
Rafael Silva colaboró en el fanzine Delfos#2 con el cuento: Rebel-IA.
Ronnie Camacho Barrón (Matamoros, Tamaulipas, México, 1994) Escritor, Lic. en comercio internacional y Aduanas, y Técnico analista programador bilingüe. Autor de 2 Novelas "Las Crónicas del Quinto Sol 1: El Campeón De Xólotl" (Amazon 2019) y "Carlos Navarro y El Aprendiz Del Diablo" (Editorial Pathbooks 2020-2022), también 10 libros infantiles traducidos a 6 idiomas. Su más reciente obra es la antología de cuentos: "Entre Nosotros" (Amazon 2021). Colaboró en 11 antologías, muchos de sus cuentos, relatos y ensayos han sido publicados en más de 131 revistas y blogs tanto nacionales e internacionales.
Uriel Velázquez Bañuelos (Guadalajara, Jalisco, México, 1998) Estudiante en la licenciatura en Escritura Creativa de la Universidad de Guadalajara. Miembro del Gran Colisionador de Textos Especulativos y de la Asociación de Literatura de Ciencia Ficción y Fantástica Chilena.
Su escritura se ha extendido por varios géneros literarios, como el cuento, poesía, dramaturgia y novela. En ellos, se ha aventurado dentro de lo que sería la ciencia ficción, fantasía, el terror y horror, erotismo, realismo sucio, la ficción negra y más. Sus trabajos más destacados han aparecido en distintas antologías:
Carbono, en El Pueblo De Los Gatos y Otros Relatos Singulares, por Editorial Dreamers (2019). El muñequito de madera, en Historias Fantásticas Para Soñar Despierto de Mandrágora Ediciones (2019). El baile secreto de los gatos, en Gatos, Arte y Amor por 9editores (2020). Entre las Luces y las sombras, en Los Mundos Que Se Agotan Cuentos Apocalípticos, por Paraíso Perdido (2020) y en Mundos En Colisión por Gran Colisionador de Textos Especulativos (2023). Negra Paranoia, en La Amante y Otros Microrrelatos, por Ediciones Rubeo (2023). Canción de un ave metálica, en Materiales Ficticios Volumen I, por Editorial Claymore (2023). Las Raíces de la Tumba, en Xalisco Monstruoso, por Mandrágora Ediciones (2023).

Ilustradores:

Ángel Leonardo Alcántara Castro es autor del dibujo a lápiz que hemos editado en el fanzine Delfos#2 con el título de "Profundos".
Antonio Morales García autor de la pintura: “El que habla desde lejos” pseudónimo Iscariot Cioran. 
Octavio Nava Hernández “Tezazacatl”. Ciudad de México, 06 de Junio de 1969.
Estudio Licenciatura en Ciencias de la Comunicación, especialidad en Comunicación Política SUA-FCPyS, estudio fotografía bajo la enseñanza del Maestro Lázaro Blanco en la Casa del Lago de la UNAM, cursó fotografía en el Ateneo Mexicano de Fotografía. Miembro del Club Fotográfico de México. Ha realizado coberturas para campañas políticas, la Visita George W. Bush, el Plan Mérida, y el Certamen Miss Universo, Conflicto Oaxaca, Huracán Paulina, Entrevistas Exclusivas Artistas plásticos México. Conflicto armado Chiapas 1994. Reportaje especial policía comunitaria estado de Guerrero.
Trabajó para los siguiente medios Periódicos: El País Función: Fotógrafo ( Colaborador) 1998 Uno más Uno Función: Fotógrafo 1999, El Gallo Ilustrado, Sección cultural de El Día ( Director Raúl Díaz) Función: Fotógrafo Voz Publica ( Director Francisco Huerta) Semanario La Crisis con periodista Carlos Ramírez, Editor del Semanario Politico.Maestro en la Escuela Nacional de Fotografía 205-2007. Maestro de Fotografía Centro de Estudios en Ciencias de la Comunicación 2000-2003
Iván Ambrouken (1995-  ) En 2014 ingresa a la Facultad de Artes y Diseño de la UNAM para estudiar la licenciatura de Artes Visuales. En el año siguiente expone una de sus piezas en la Biblioteca Vasconcelos de la Ciudad de México con motivo del concurso Diálogo Abierto “Retrato/Antirretrato”. En el 2020 exhibe en Aguafuerte Galería representado al Estado de México en una exposición colectiva, así como en Plaza Loreto y en el Museo del Tequila y el Mezcal con motivo del Octavo Concurso Nacional de Pintura Rodin-Royal Talens. Al año siguiente se integra a Classic Times Studio, donde obtuvo experiencia en el ámbito del tatuaje. En 2022 concluye el “Diplomado en Dirección de Arte para Cine” de la Facultad de Artes y Diseño con motivo de titulación, participando en varios proyectos audiovisuales, entre los que destacan los comerciales para cosméticos Maybelline, videclips para músicos independientes y dos cortometrajes. En el presente año expone en colectivo dos piezas con motivo del concurso internacional “La Expresión Dibujística” en Galería Goya.
Leonel Díaz.  Autor y lector de historietas, docente  e Ilustrador a Sueldo. Cómo autor a publicado "La Senda de los Avatares", "Aventuras Sobrenaturales de Catrina y Kyra" y "Hell Yeah", siendo la primera la más conocida y con mayor número de páginas. Es y ha Sido docente de Dibujo, Ilustración y Fotografía, y dirigido tesis sobre auto publicación, webcomic y cartel, entre otras. Cómo ilustrador ha publicado obra de manera independiente, presentándose como vendedor de la misma en Printfest, Pixelatl, La Mole, La FIL Guadalajara, etc. Ha publicado ilustraciones en diversos números de la revista Crisálida y en el FANZINE Delfos número 2. Ha escrito algunas reseñas de historietas Mexicanas para la página web de Tandem Cómics. Actualmente inicia también sus incursiones en Art Toy con su personaje "Lucho" y en el terreno de los videojuegos independientes.
Pedro N. Sacristán.Ciudad de México, 1980. Artista plástico y coleccionista. Maestro de dibujo y pintura con 20 años de experiencia. Actualmente se dedica a la producción de arte sacro y fantástico, ilustración, publicidad, ex libris y proyectos interdisciplinarios diversos. Su obra describe la identidad mexicana en presente, pasado y futuro; discurre entre la cosmovisión prehispánica y la fantasía gótica para mostrar al mexicano como un ser universal.

"Concibo la pintura como una forma de poesía que se halla entre la mirada y la palabra; el dibujo, aún más certero, tan directo y potente como la escritura."
Velmar Ulises Hernández González. Nacido en la Ciudad de México. Mi lenguaje ha oscilado hacia el surrealismo, el arte fantástico y el realismo. Estudié la Licenciatura en Diseño Industrial en la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Azcapotzalco (UAM-A). He participado en exposiciones de arte, como: la exposición “Pets” de Adriana Maar (2017); la intervención plástica colectiva de un mural para el “Primer Festival de las Jacarandas” en la UAM Azcapotzalco (2018); la exposición colectiva “Chulo Multiverso”, organizada por comunidad  22 albures, en Ecatepec (2018); la Creación del mural colectivo CODEX TORNEL, en Casa del tiempo, de la Universidad Autónoma Metropolitana, Ciudad de México; la exposición internacional “Transformaciones en la vida cotidiana por el covid-19”, de la Universidad Ibagué, en Colombia, en 2021; participé en el LXII Concurso Anual para aficionados a la acuarela, llamado “La Paz”, en el Museo Nacional de la Acuarela (MUNACUA), y en la exposición “Jardín de arte”, en la UAM Xochimilco, en 2022. También participé en la exposición virtual internacional de Rangsaaz Art Foundation, en Delhi, India. Finalmente participé en la exposición mixta (virtual y presencial) internacional, organizada por ECOS, Colectivo de Arte y Cultura, en Cholula, Puebla –ambas exposiciones son del año 2023. 

Portada del Fanzine Delfos #2

Portada del Fanzine Electrónico Delfos#2, acuarela realizada por Pedro N. Sacristán

La portada y la contraportada del Fanzine Electrónico Delfos #2 la ilustra Pedro N. Sacristán. “Jardín de Fuego” nos adentra en un mundo fantástico, rico en simbolismos prehispánicos y bellísimas imágenes; es una obra que alienta a una deliciosa contemplación.

«Jardín de Fuego» Acuarela 53 cm x 38 cm Pedro Sacristán ©2017.

Pedro Sacristán

Concibo la pintura como una forma de poesía que se halla entre la mirada y la palabra; el dibujo, aún más certero, tan directo y potente como la escritura.

Ciudad de México 1980. Artista plástico y coleccionista. Maestro de dibujo y pintura con 20 años de experiencia. Actualmente se dedica a la producción de arte sacro y fantástico, ilustración, publicidad, ex libris y proyectos interdisciplinarios diversos. Su obra describe la identidad mexicana en presente, pasado y futuro; discurre entre la cosmovisión prehispánica y la fantasía gótica para mostrar al mexicano como un ser universal.