La filosofía interminable de Ende: «La aventura de la recursividad»

Roberto Garnica Castro


Silfos nocturnos, fuegos fatuos y comerrocas, una tortuga gigante, un monstruo proteico y un dragón de la suerte, oráculos y esfinges, hombres lobo, brujas y vampiros, tres niños (una emperatriz, un héroe y un lector apasionado), y muchas otras criaturas fantásticas, hacen de La historia interminable un impulso para soñar y viajar.

Es también un texto que estimula el pensamiento. ¿Me acompañas a desentrañar sus tesoros filosóficos?

La aventura de la recursividad

En el Prólogo de La historia interminable, Bastián Baltasar Bux, un niño de diez u once años, huye de varios bravucones y se refugia en una librería. Allí encuentra un extraño libro que “lo había llamado de una forma misteriosa porque quería ser suyo, porque, en realidad, ¡le había pertenecido siempre!” (Ende, 2022, p. 15). Como no puede comprarlo lo roba. Sale del establecimiento y corre sin rumbo aparente. Sin entender cómo, llega a su escuela y se esconde en un desván. “Y de pronto sintió que el momento era casi solemne. Se sentó derecho, cogió el libro, lo abrió por la primera página y comenzó a leer La historia interminable” (Ende, 2022, p. 20).

Además de la historia, que es fascinante, el Prólogo aborda varios tópicos filosóficos: la difícil comunicabilidad entre el mundo de los niños y el mundo de los adultos, el carácter carcelario de la escuela, el poder de las pasiones, la motivación del crimen, el infinito y la recursividad, la relación entre realidad y fantasía, etc. En esta primera entrega de La filosofía interminable de Ende, nos sumergiremos en dicho apartado para reflexionar en torno a la recursividad.

La recursividad es un complejo fenómeno que, para fines expositivos, definiremos como la facultad de referirse, contenerse o construirse a sí mismo. Esta autorreferencia implica repetición indefinida y potencialmente infinita. Dos expresiones visuales de este concepto son el uróboro (la serpiente que se devora la cola) y la litografía Manos dibujando de Escher. Y ejercicios de este tipo ocurren cuando, de manera cotidiana, utilizamos el lenguaje para hablar del lenguaje (metalenguaje) o analizamos y juzgamos nuestros propios actos. La recursividad también estalla cuando, como sugiere el título de otra obra de Ende, colocamos un espejo frente a otro espejo.

Los administradores de Google denominan espejo infinito a la imagen que se desenvuelve cuando compartimos pantalla completa de la sala de conferencias.

En el Prólogo de La historia interminable se describe un libro que encanta a Bastián desde el momento en el que lo ve: “era como si el libro tuviera una especie de magnetismo que lo atrajera irresistiblemente” (Ende, 2022, p. 13). Dicho libro se titula La historia interminable y presenta en la portada a dos serpientes que se muerden mutuamente la cola, “el texto estaba impreso en dos colores. No parecía tener ilustraciones, pero sí unas letras iniciales de capítulo grandes y hermosas” (Ende, 2022, p. 13).

Esto no implica nada extraño en el plano de la lectura inmediata, pero un poco de distancia reflexiva nos permite reconocer:

  1. Que leemos un libro en el que se habla de otro libro.
  2. Que el libro que lee Bastián tiene la misma portada, el mismo título y el mismo formato que el libro que nosotros leemos.

Un grado más de recursividad muestra que estamos leyendo un libro que habla de un niño que está leyendo un libro que habla de otro niño que… y nos impele a preguntarnos si, acaso, no estamos también siendo leídos por otros. Las preguntas del personaje de Ende son también las nuestras: ¿qué ocurre dentro de un libro cuando está cerrado? Sólo son letras, pero “algo debe de pasar, porque cuando lo abro aparece de pronto una historia entera […] Para vivirlo hay que leerlo, eso está claro. Pero está dentro ya antes. Me gustaría saber de qué modo’” (Ende, 2022, p. 20).

Abordemos ahora un detalle que pareciera una cuestión meramente estética o formal: el libro está escrito en dos tintas. En púrpura se narra lo que ocurre en el mundo real de Bastián y en verde lo que sucede en el mundo imaginario de Fantasia. No se trata de una oposición radical entre realidad y ficción pues, en sentido estricto, los dos mundos están contenidos en el libro físico (o electrónico) que pertenece a nuestro mundo. Por muy heterogéneos que parezcan, ambos mundos tienen la misma densidad ontológica y conviven en “el no-lugar del lenguaje” (Foucault, 1968, p. 2).

Desde el inicio, Ende (2022) hace guiños al lector, pues su personaje entrevé esa aparente dualidad: “al hojearlo por encima, vio que el texto estaba impreso en dos colores” (p. 13). Y, por eso, tiene la facultad de entrar y salir del libro o, más bien, de desplazarse en todas sus dimensiones. Pero, al parecer, Bastián no tiene acceso a la parte púrpura, es decir, a los pasajes que describen lo que él vive mientras nosotros leemos. Es a ti, lector, a quien se invita a sumergirse en el libro.

En esta entrega no abordamos todas las cuestiones filosóficas que se tocan en el Prólogo de La historia interminable. Ya habrá ocasión para hablar de ellas. Pero queda claro que se trata de un libro que da qué pensar, es quizá un libro peligroso, “¡el libro de todos los libros!” (Ende, 2022, p. 13), ¡un libro que no acaba nunca! La aventura de la recursividad.

Referencias.
Ende, Michael (2022). La historia interminable. Alfaguara.
Foucault, Michel (1968). Las palabras y las cosas. Siglo XXI.

  1. Uróboro, anónimo medieval, recuperado de
    https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=2856329

2. Manos dibujando, M. C. Escher, recuperado de https://www.flickr.com/photos/alvy/167726587

3. Portada de Die Unendliche Geschichte Recuperado de https://www.pasajeslibros.com/libros/die-unendliche-geschichte/9783522202602/

4. Letra inicial de capítulo y texto a dos tintas de Die Unendliche Geschichte
Recuperado de https://geekifyinc.com/product/leder-gebundenes-die-unendliche-geschichte-buch-replica-leatherbound-prop-replica-inspiriert-von-die-unendliche-geschichte/

Crédito de imagen principal de la entrada: «Die unendliche Geschichte» ilustración realizada para esta columna por Tomás Hernández Valadez, mejor conocido como Yami, vive en la CDMX, es licenciado en Comunicación social con especialidad en Comunicación gráfica. Es ilustrador, fotógrafo y técnico en informática. También estudió actuación y artes plásticas. Se ha desempeñado como profesor y tallerista. Tiene su propia empresa de diseño, y registro fotográfico y fílmico (Y&M). Ha organizado foros universitarios en torno a la protección del medio ambiente, la promoción de energías sustentables y la defensa de los pueblos originarios. Trabaja en la casa productora Cinemarts como diseñador gráfico.