Carolina Carmona Maldonado
A veces uno se pregunta el significado de sus sueños, el porqué de aquel hombre o ser que apareció, del porque viste esa persona muerta que extrañas mucho y en si quiso darte un mensaje o simplemente quieres volver a verla. Pero yo nunca encuentro un significado apropiado o elocuente. ¿Por qué? Porque la incoherencia de mi mente me lleva a los sueños más retorcidos y extraños que cualquiera de mis conocidos podría siquiera imaginar.
Me siento en un lugar cómodo y sonrío al volver a recordar ese sueño, en ese último momento donde perseguía a un pastelito de chocolate, el cual corría con terror por una calle angosta, y cuando lo alcancé, le di una mordida y saboreé su deliciosa consistencia esponjosa. Claro está que ese pobre postre no le ha gustado ser víctima del terror y de que le hayan arrancado una parte de sí. ¡Pero estaba delicioso! Me dije para justificar haberlo mordido. Luego de recordar aquello, mi estómago crujió ya que no había desayunado esa mañana.
Trato de olvidarme del hambre y leo en mi libreta uno de esos sueños incomprensibles esperando descifrar su significado ¡si es que lo tiene! Pero por más empeño que le pongo no lo consigo, sobre todo porque hay un pensamiento que distrae mi mente el cual consiste en correr ¿A dónde? Me pregunto, y ¿por qué? Miro hacia todos lados como si algo buscara de mi entorno, tal vez algún peligro, pero solo veo arboles pequeños, pájaros peleando y un parque vacío de personas. Miro al cielo esperando ver nubes negras o algún indicio de lluvia, tal vez esa sea la razón por la que mi mente piensa en correr, pero nada, todo es soleado y sin nubes a la vista.
Me cruzo de brazos y siento un escalofrió recorrer mi espalda ¿Habré olvidado apagar la luz al salir? ¿Habré dejado la puerta abierta de la casa? Cada pregunta que me hago se hace más inquietante y poco a poco comienzo a entrar en pánico ¡Necesito saber por qué debo correr! Me levanto de golpe y camino rápidamente hacia casa esperando encontrar todo en orden, y aunque trato de controlar mis nervios no lo consigo, por lo que comienzo a correr como si no hubiera un mañana y sin querer empujo a varios transeúntes: ¡Tengo que llegar! Me digo y sigo corriendo.
Al llegar, veo que todo estaba tal y como lo había dejado, la cama tendida, los platos lavados, una revista abierta a la mitad en el sofá y migajas de pan en la mesa ¡Que alegría! Sonrió de oreja a oreja, es entonces cuando recobro la otra parte del sueño: recuerdo haberme puesto azul y acostarme en el suelo después de comer ese enorme postre: ¡Que extraño! Digo en voz alta para luego sentarme en el sofá y sostener la revista en mis manos. Después de leer unos párrafos, me surge la urgencia de ir al baño, por lo que camino lentamente y entonces la razón por la que corría. Mi cuerpo estaba tirado en el piso. No había llegado a tiempo.