La filosofía interminable de Ende: «La infinitud exponencial del libro rizoma»


Roberto Carlos Garnica Castro


Silfos nocturnos, fuegos fatuos y comerrocas, una tortuga gigante, un monstruo proteico y un dragón de la suerte, oráculos y esfinges, hombres lobo, brujas y vampiros, tres niños (una emperatriz, un héroe y un lector apasionado), y muchas otras criaturas fantásticas, hacen de La historia interminable un impulso para soñar y viajar. 
Es también un texto que estimula el pensamiento. ¿Me acompañas a desentrañar sus tesoros filosóficos?

La infinitud exponencial del libro rizoma

En Fantasia en peligro (primer capítulo de La historia interminable), un fuego fatuo, un comerrocas, un silfo nocturno y un diminutense conversan alrededor de una hoguera. Son mensajeros de sus respectivas comarcas y deben dirigirse a la Torre de Marfil para pedir ayuda: ¡la Nada ha aparecido y lo devora todo! Llegan al centro de Fantasia y se sorprenden porque infinidad de mensajeros de todos los confines han arribado allí por el mismo problema. Finalmente les informan que la Emperatriz Infantil está muy enferma y que “quizá ésa sea la causa de la incomprensible desgracia que se ha abatido sobre Fantasia” (Ende, 2022, p. 36).

Además de la historia, que es fascinante, el Capítulo I aborda varios tópicos filosóficos: el “ser” de la nada y la imposibilidad de explicar qué es “esa cosa horrible” (Ende, 2022, p. 29), la contraposición entre literatura realista y fantástica, moralizante y recreativa, el poder de la escritura para evocar sensaciones, sentimientos e ideas, la guerra, etc. En esta segunda entrega de La filosofía interminable de Ende, nos sumergiremos en dicho apartado para reflexionar en torno a la infinitud exponencial de este libro.

En sentido aparente, La historia interminable es algo acabado, es decir, tiene una página inicial y una página final. Sin embargo, como sugerí en Elementos para una escritura y una antropología rizomáticas, La historia interminable es un tipo especial de texto que debe abordarse como obra abierta (Garnica, 2019). No concluye, sino que queda en puntos suspensivos y “cierra” con un lema que es una auténtica línea de fuga: “pero ésa es otra historia y debe ser contada en otra ocasión” (Ende, 2022, p. 489).

La primera vez que aparece el lema es, precisamente, al final del Capítulo I. Y con dicha fórmula expresa que, aunque debido a las exigencias narrativas debe seguir un hilo central, cada historia que aparece sigue su propio camino.

De manera específica, Ende comenta que Blubb, Pyernrajzark, Vúschvusul y Úckuck, los cuatro seres fantásticos que se conocieron en el Bosque de Haule, se hicieron amigos y vivieron muchas aventuras… pero él debe continuar relatando lo que ocurre con Bastián y la Emperatriz infantil.

"Elementales", autor:Yami 2024
«Elementales», autor:Yami Hernández, 2024

Ilustración de la entrada «Elementales» por Yami Hernández.

En este sentido, La historia interminable posee lo que Deleuze y Guattari (2002) denominan ruptura asignificante: “un rizoma puede ser roto, interrumpido en cualquier parte, pero siempre recomienza según ésta o aquella de sus líneas y según otras” (p. 15). Esta novela es esencialmente infinita porque contiene innumerables líneas de fuga que, a su vez, se ramifican exponencialmente.

Aunque hay un personaje central y un eje conductor, cada personaje y cada lugar tienen su propia historia. Cada persona, además, se relaciona con otras y carga con la historia de su pueblo y su entorno.

Del diminutense, por ejemplo, se nos cuenta que se llama Úckuck, que posee un extraordinario caracol de carreras y cuyo pueblo construye “ciudades enteras en las ramas de los árboles, en las que las casitas estaban unidas entre sí por escalerillas, escalas de cuerda y toboganes” (Ende, 2022, p. 25). Y dicha microhistoria puede expandirse si la alimentamos de fértiles preguntas: ¿cuál es el nombre de las ciudades?, ¿cuál es su organización política?, ¿cómo domesticaron a los caracoles de carreras?, ¿quiénes son los padres de Úckuck?, ¿está casado y tiene hijos?, ¿cómo conoció a su esposa?… sin olvidar, por supuesto, ¿qué aventuras vivió después con el comerrocas, el fuego fatuo y el silfo nocturno?1

Blubb, el fuego fatuo, habla de su patria, Podrepantano y de un importante lago que existía allí, Cálidocaldo, y de manera marginal menciona al “Supersapo Sumpf, que vivía con su pueblo en el lago Cálidocaldo” (Ende, 2022, p. 29). También se pueden ampliar esas historias: ¿cómo son esos lugares?, ¿quiénes viven allí?, ¿qué relaciones hay entre ellos? No desestimemos que un lago y hasta una gota de agua pueden concebirse como universos en sí mismos.

La historia interminable, como un rizoma, puede extenderse hacia atrás, hacia adelante y hacia los lados, y cada punto es una nueva línea de fuga…

Por si fuera poco, esta obra del género fantástico está plagada de personajes que se remiten a otros contextos. Estas son algunas de las referencias de intertextualidad milenaria que aparecen en el primer capítulo: Pegaso, Ave Fénix, grifos, yinnis, duendes, trolls, hadas, faunos, etc.

En esta entrega no abordamos todas las cuestiones filosóficas que se tocan en el Capítulo I de La historia interminable. Pero queda claro que se trata de un libro que da qué pensar y que posee, por su ruptura asignificante, una infinitud exponencial. ¿Cuenta con otras características rizomáticas? Al menos, por estar escrito en dos tintas que jerarquizan ontológicamente lo narrado, sigue los principios de conexión y heterogeneidad y saluda al mundo exterior al libro… “pero ésa es otra historia y debe ser contada en otra ocasión” (Ende, 2022, p. 37).


1 Por cierto, esta historia y todas las que nuestro autor deja explícitamente abiertas ya fueron desarrolladas en Ende interminable (2022).

Referencias.

Deleuze, Guilles y Guattari, Félix (2002). Mil mesetas. Capitalismo y esquizofrenia. Pre-Textos.

Ende, Michael (2022). La historia interminable. Alfaguara.

Garnica, Roberto Carlos. (2020). Elementos para una escritura y una antropología rizomáticas. Cuicuilco Revista De Ciencias Antropológicas26(76), 129–151. Recuperado de https://revistas.inah.gob.mx/index.php/cuicuilco/article/view/15464

VV. AA. (2002). Ende interminable. Tinta Púrpura Ediciones.

LA PALABRA DE LOS ABUELOS:«Patokgtokg, la que alegra el nacimiento del sol»



Roberto Carlos Garnica Castro

La escritura es mágica y en este preciso instante puedes “oírme” gracias a su poder, pero nunca hay que dejar de abrevar de la ancestral sabiduría oral.
En Papantla, cuna de la hermana vainilla, viven muchos abuelos que desean compartir sus historias. Aquí, en La palabra de los abuelos, recupero algunas de esas narraciones y las reelaboro de manera literaria. En esta ocasión, te presento un mito cosmogónico que me compartió el maestro Romualdo García de Luna.

Patokgtokg, la que alegra el nacimiento del sol

Era una cálida mañana de abril. A contraluz del sol, como una sombra, cantaba Patokgtokg (la Primavera) entre los azahares del naranjo. Sen (Lluvia) aguzó sus ojos y oídos y sintió cómo el blanco de las flores, el verde de las hojas, el rojo del sol y el marrón del pajarillo se mezclaban con la dulce melodía.

—Mi niña, veo que las alas de Patokgtokg te acarician —exclamó Kiwíkgolo, el dueño del monte.

—Abuelo, la otra noche me contó abuelita cómo Tukay (la araña) se convirtió en la tejedora cósmica y le pregunté cómo fue que los demás animales también descubrieron su don.

—¿Quieres saber cómo Patokgtokg fue elegida para alegrar el nacimiento de Chichiní (el sol)?

A la niña le brillaron los ojos pues supo que sus tres corazones serían alimentados con bellas palabras.

—¡Sí, abuelito!

—Escucha mientras caminamos.

Y fue así como, mientras los miraba Chichiní y las alas de la música los transportaban al Inicio, Kiwíkgolo narró esta historia:

«Hace mucho tiempo, cuando los animales hablaban y aun no existían los hombres, las veinticuatro abuelitas cósmicas profetizaron que habría un nacimiento y pidieron a los animales que se prepararan para presentar su don en el templo. Fue así como, en la era de la penumbra, se convocó a los cantores al lugar que hoy se conoce como Tajín chico.

Allí bajó el Señor del sonido y escuchó a los pájaros que querían ser cantores.

Cuando pasó la Chachalaca el gran abuelo señaló:

—Posees un tono alegre y enérgico, pero es demasiado fuerte para la ocasión.

Luego siguió el Gorrión.

—Mejorcito, pero tu canto suena más a danza ceremonial.

Después de escucharlos a todos, los dioses consideraron que ninguno había llegado a desarrollar su canto.

Aunque esa vez, Patokgtokg no lo intentó porque vivía muy lejos y no alcanzó a llegar.

—Sigan ensayando. Nos veremos en cuatro tiempos —demandaron los dioses.

Todos se prepararon lo mejor que pudieron y, además, alistaron un traje.

La vestimenta de Patokgtokg era muy hermosa. Se la regaló su abuelo, quien estaba muy orgulloso de lo bien que cantaba su nieta.

Pasaron los cuatro tiempos y llegó el momento.

Cuando sonó el primer anuncio, el primero de cuatro truenos, Sukchalh (la Calandria) le suplicó a Patokgtokg:

—Amiga, vengo a pedirte un gran favor, voy a participar en el canto, pero mi vestido se rompió, quisiera que me prestaras el tuyo, después te lo vengo a dejar.

La Primavera, que era muy noble, dijo:

—Si es así, te lo presto.

Sukchalh se lo probó, le quedó a la medida y se lo llevó puesto.

Cuando llegó el turno de Sukchalh ya habían pasado el Gorrión, el Cardenal y la Chachalaca.

La Calandria, con su hermoso vestido, cantó lo mejor que pudo.

No muy convencidos, los Señores del sonido exclamaron:

—¿No hay más?

Y es que, como no participó la primera vez, Patokgtokg no se enteró de que los dioses habían dado una segunda oportunidad.

—Oye, ¿no vas a ir? Los Señores del sonido están eligiendo a quien cantará al niño Sol —le dijo su abuelo.

—No tengo mi traje —respondió Patokgtokg.

—No es el traje, no es la vestimenta, es tu voz, es lo que tú eres.

—¿Será?

—Ve.

No fue fácil llegar porque Tajín chico es como un laberinto. Además, como no llevaba su traje, los guardianes no la dejaban pasar.

—¿Qué es todo este alboroto? —preguntaron los Señores del sonido.

—Es una niña que quiere cantar, pero no está bien vestida.

—Déjenla, queremos escucharla. ¡Canta!

—¿Qué canto? —preguntó Patokgtokg.

—Algo que sea recordado para siempre.

Ella se paró en la piedra y empezó a cantar el son del atole:

—Tru, tru, tru.

Los Señores estaban admirados y declararon:

—Tú eres la elegida, tú vas a cantar al niño sol cuando nazca.

—Pero, éste no es mi traje —musitó Patokgtokg apenada.

—Te equivocas, esa es tu ropa original, es lo tuyo, no necesitas cambiar nada, así te vas a presentar cuando llegue el momento.»

—Y fue así, mi niña, como la noble Patokgtokg se convirtió en la que alegra el nacimiento del sol.

—¡Qué bonita historia abuelito! ¿Y qué pasó con los animales que aún no descubrieron su don? ¿Es cierto que Sukchalh lo descubrió en la milpa?, ¿Por qué los dioses dijeron que el canto del Gorrión era como una danza ceremonial?

—Sen, mi hermosa niña, ésas son otras historias y deben ser contadas en otra ocasión.

Créditos y agradecimientos:

Al Maestro Romualdo García de Luna, por compartirnos la historia de Tukay, la tejedora cósmica.

Al maestro José López Tirzo, por asesorarnos con la escritura de los vocablos totonacos.

“La palabra de los abuelos” es una columna mensual con la misión de recuperar y difundir mitos de la tradición oral totonaca en la región de Veracruz adaptados por Roberto Garnica  quien se ha desarrollado principalmente en el ámbito académico como filósofo, antropólogo e historiador, ha publicado también en libros y revistas nacionales e internacionales.