Un pasaje sin limites

Autor: Ronnie Camacho


Jamás había conocido a alguien como tú, usualmente la mayoría sale corriendo cuando me ve. Pero tú eres distinto, en lugar de huir te emocionaste por mi presencia, e incluso, me has invitado a tu casa a beber unas cuantas cervezas.

Me agradas, eres el primero que no solo se ve como yo, sino que también, me recuerda a mí cuando era más joven.

—¿Entonces vienes de otra dimensión? ¿Cómo fue que llegaste aquí? —preguntas con la inocencia de un niño.

—Fue con esto —sin temor alguno, coloco sobre la mesa al artefacto que me trajo hasta aquí.

—¿Qué es esa cosa? Parece un viejo micrófono con dos cabezas —comienzas a estudiarlo.

—“Esa cosa”, se llama el frecuenciador.

—¿Cómo funciona?

—¿Ves las dos cabezas de micrófono? —asientes—. Ellas absorben las partículas de dos dimensiones distintas y por medio del sonido, crean un conducto seguro por el cual puedo cruzar de un mundo a otro.

—¡Increíble, ¿puedo ver cómo funciona?

—Claro —no debería, pero tu optimismo se me contagia y con el frecuenciador, formo un pequeño portal del tamaño de una ventana para que puedas ver en su interior.

Maravillado observas lo que hay del otro lado, un universo donde las estrellas son seres vivos y están hechas de luz y cristal.

—¡Wow! —te quedas sin aliento hasta que el portal desaparece.

—¿Te gustó lo que viste?

—¡Me fascinó, ¿cuántos mundos hay?!

—Su número es infinito y cada día sigue aumentando, podríamos vivir un millón de vidas y aún así, nos faltaría tiempo para visitarlos todos.

—¿En serio?¿Cuántos has visitado tú?

—Cientos, he viajado a un mundo donde el meteorito que mató a los dinosaurios jamás existió y estos se desarrollaron hasta evolucionar en una especie inteligente, tierras donde la magia es real y es la fuerza más poderosa del universo, y realidades post apocalípticas donde los muertos vivientes se arrastran sobre la faz de la tierra en busca de seres vivos para comer.

—¡Eso suena asombroso! Imagino que tu mundo ha de ser igual de genial —sin darte cuenta has tocado una fibra sensible.

—No, mi mundo ya no existe.

—¿Qué le pasó? —por la expresión en tu rostro veo que tu preocupación es sincera.

—En mi realidad, la ciencia lo era todo y por ello, los descubrimientos que a otros universos les tomaría siglos realizar, a mi mundo solo le costó décadas, fue así como resolvimos el enigma de viajar entre dimensiones, creamos los frecuenciadores y…

—Eso no suena tan mal —me interrumpes.

—No he terminado —le doy un trago a mi cerveza antes de continuar—. Habiendo resuelto todos los secretos de nuestros mundo, decidimos usar los frecuenciadores para tratar de resolver los misterios que escondían los demás, pronto nos convertimos en viajeros interdimensionales y con cada expedición, trajimos objetos de otros mundo al nuestro; hasta el punto de que mi tierra se convirtió en un collage repleto de objetos de otras realidades. Jamás pensamos que eso llevaría nuestro mundo a su fin.

—¿Cómo ocurrió?

—El uso excesivo de los frecuenciadores y los miles de objetos traídos desde otras dimensiones, crearon un daño irremediable en el tejido de mi realidad y nuestro universo colapso debido a ello. Desde entonces, mi gente comenzó a trasladarse de un mundo a otro, pero ya no como viajeros, sino como refugiados sin un lugar al que volver.

—Lamento escuchar eso.

—No lo hagas, con el tiempo descubrí que aquella tragedia en realidad era una gran oportunidad.

—¿Ah, sí?

—Sí, quizás mi mundo ya no existía, pero ahora tengo la oportunidad de poder acoplarme en muchos más, vivir distintas vidas, en diversos universos donde otras versiones de mi existan.

—¿Es por eso que viniste aquí? ¿Quieres vivir conmigo?

—No, quiero tu vida.

—¿Qué cosa?

—Por mucho que me gustaría vivir contigo, dos versiones de un individuo no pueden coexistir en una dimensión al mismo tiempo o de lo contrario está colapsaría. Por lo que, si yo quiero quedarme aquí, tú tendrías que irte.

—¿Y a donde me iría? ¿Me obsequiarás tu máquina transportadora para que ahora sea yo quien viaje por el universo?

—Debo admitir que esa es una propuesta interesante. Pero si te diera mi frecuenciador, ¿cómo podría continuar viajando yo?

—¿Entonces qué pasará conmigo?

—Tranquilo, pronto ya no tendrás que preocuparte por eso.

—¿Eso qué significa? —para responder a tu pregunta señalo a tus pies y lo que miras te deja pasmado.

—¡¿Qué está pasándome?! —tratas de levantarte, pero para este punto tus piernas se han desintegrado por completo.

—Mientras charlábamos, te disparé con este láser devorador de materia. No te preocupes es un proceso indoloro y cuando termine no quedará nada de ti, será como si nunca hubieras existido.

—¡Cabrón! —pretendes lanzarme un puñetazo, pero la desintegración ha llegado hasta tu cuello y en cuestión de segundos, te veo desaparecer por completo.

Es una pena, eras una de las pocas versiones de mí que en verdad me agradaba; pero bueno, al menos ahora tengo otro destino y una nueva vida agregada a mi pasaje.

Miogons

Autor: Miguel López González


5 de abril de 20XX

Fue un día tranquilo en el laboratorio, trabajé con muestras de agua del lago Brandt. Estas muestras revelaron un alto índice de contaminantes de origen industrial, por lo que redacté un informe detallado para la comisión de aguas. Después de limpiar todo el instrumental, decidí relajarme viendo una película.

Otro acontecimiento destacado del día fue la recepción de un informe en el que anunciaba la llegada de nuevas muestras de tierra para su análisis, provenientes de la Antártida. Es algo realmente fascinante. Debido al creciente impacto del calentamiento global, algunas áreas del casquete polar se han ido adelgazando, lo que ha facilitado la labor de las excavadoras para extraer muestras de tierra y fósiles.

6 de abril de 20XX

Ayer fue una jornada agotadora, especialmente porque recibimos a un nuevo pasante en el laboratorio y me encargué de capacitarlo. El joven se llama Eric, es recién egresado y resulta ser el sobrino del Dr. Huber. Aparentemente estaba un poco nervioso, pero eso es comprensible para cualquier persona en su primer día de trabajo en el laboratorio.

Sin embargo, Eric no llegó solo. Durante el transcurso del día, recibimos un paquete con las muestras provenientes de la Antártida. El paquete contenía tres bolsas de medio kilogramo cada una. Lamentablemente, ya era casi la hora de salida, por lo que solo pudimos etiquetar y almacenar las muestras para comenzar nuestro trabajo de análisis mañana.

7 de abril de 20XX

Fue un día sumamente productivo, ya que las muestras resultaron ser aún más valiosas de lo que esperábamos. Tan pronto como las tomé, llamé a Eric para que ayudara en su procesamiento. Aunque los sedimentos y minerales eran excepcionales, algo aún más extraordinario capturó nuestra atención de manera sorprendente. En una de las bolsas, encontramos pequeños gusanos que carecían de cualquier similitud con las especies conocidas hasta ahora. Es muy probable que se trate de ejemplares provenientes de épocas pasadas, aunque hasta el momento no hemos logrado determinar su origen exacto.

Ante este descubrimiento, hemos contactado a otros biólogos, quienes vendrán para colaborar en la tarea de ubicar a estos gusanos en su contexto temporal. Estamos emocionados por la posibilidad de descubrir la época a la que pertenecen y qué información valiosa pueden brindarnos sobre la historia antigua.

Procederé a describirlos:

Los gusanos que hemos descubierto son de tamaño diminuto, con una longitud máxima de apenas un centímetro. Su color varía ligeramente de un individuo a otro, oscilando entre tonos de gris, café y sepia. En sus cuerpos se aprecian sutiles marcas de separación, aunque en los especímenes más pequeños resulta difícil distinguirlas a simple vista.

Por el momento, desconocemos cuál es su dieta específica, pero hemos dejado a su disposición un poco de pasto de trigo, media manzana y un trozo de carne que Eric colocó en caso de que sean carnívoros. Los hemos alojado en una incubadora a temperatura ambiente, ya que parecen ser menos activos en ambientes fríos. Mañana realizaremos más estudios e investigaremos cuál de los alimentos es su preferido, lo que nos ayudará a entender mejor sus necesidades nutricionales.

8 de abril de 20XX

¡Dios mío! No puedo creer lo que ha pasado hoy. Trataré de ordenar la información de manera clara:

Al llegar al laboratorio, lo primero que hicimos fue verificar el estado de los gusanos. Descubrimos que habían probado el trigo, pero lo dejaron de lado sin consumirlo por completo. Por otro lado, la manzana también fue parcialmente consumida pero no completamente. Sin embargo, lo que nos dejó totalmente asombrados fue la carne. A pesar de ser 100 gramos, no quedó ni rastro de ella. Esto confirma sin lugar a dudas que son carnívoros.

Mientras nos maravillábamos por la dieta carnívora de los gusanos, nos dimos cuenta de que la población había disminuido de veinticinco a solo diez individuos. Suponemos que los quince gusanos faltantes fueron devorados por los más grandes, lo cual nos dejó perplejos.

Lo más increíble es que los gusanos restantes han experimentado cambios drásticos en su apariencia y tamaño. Ahora miden aproximadamente diez centímetros y han adquirido una forma plana en lugar de ser cilíndricos. Además, las marcas que antes apenas eran visibles, ahora muestran una segmentación externa claramente visible. Cualquiera podría pensar que pertenecen a la familia taenia.

Estos hallazgos son realmente asombrosos y desafían nuestras expectativas iniciales. Es esencial continuar investigando y documentando estos cambios para comprender mejor la naturaleza y el comportamiento de estas criaturas.

9 de abril de 20XX

Entendí la necesidad de un espacio más amplio para los especímenes y preocupados por la posibilidad de canibalismo entre ellos, di instrucciones a Eric para que trajera recipientes y otra incubadora en caso de que los gusanos comenzaran a poner huevecillos, si es que ese era su método de reproducción. Le pedí que se dirigiera al edificio contiguo para obtener los materiales necesarios.

Mientras vigilaba la situación, noté que los gusanos empezaron a atacarse entre sí. En un intento desesperado por contenerlos, corrí a la incubadora, pero lamentablemente tropecé con una de las sillas del laboratorio. En medio de mi tambaleo, accidentalmente rompí la incubadora y algunos de los gusanos cayeron sobre mí. El impacto de la caída me dejó aturdido por un momento, lo suficiente para que uno de los ejemplares se arrastrara hasta mi nuca.

Pude sentir cómo se abría camino rápidamente a través de mi carne. Experimenté una sensación de agujas pinchando mi cabeza y de hilos enredándose en mi cerebro, nublando mi pensamiento y paralizando mi capacidad de movimiento.

Una voz misteriosa, que no puede ser definida claramente como humana, se comunicó directamente conmigo. Es difícil describir cómo resonó en mi interior, pero puedo afirmar que vibró en lo más profundo de mi ser. La voz solo pronunció una palabra: «Observa». En ese instante, imágenes comienzan a surgir en mi mente de forma aleatoria, como si las estuviera viendo con mis propios ojos.

Estas imágenes representaban a criaturas de otros planetas, con formas y tamaños diversos. Vi civilizaciones pobladas por estas criaturas, mientras en otras escenas se presentaron otros animales salvajes completamente extraños a nuestro mundo. Todo ocurrió tan rápido que apenas tuve tiempo de asimilar un escenario antes de ser sumergido en otro.

De repente, la voz se identificó: «Somos los Miogon», declaró. Comenzó a narrar cómo su especie había colonizado todos los mundos que había presenciando en mi mente. Cada una de las especies obtuvo beneficios de aquella simbiosis y cuando llegaron a nuestro planeta, quedaron atrapados durante la era del hielo.

El conocimiento y la tecnología que los Miogon podrían compartir con la humanidad era una gran tentación para entregarme a la simbiosis con el gusano. Pude sentir cómo mi voluntad se debilitaba frente a las maravillas que se presentaban ante mí. Sin embargo, justo en el momento en que estaba a punto de ceder completamente, todo desapareció, dejándome en la oscuridad y el silencio más profundos.

Eric dice que me vio tirado en el suelo, convulsionando. Narró que sus ojos se posaron en la cola del gusano que aún se encontraba en mi nuca, y sin dudarlo, dio un fuerte tirón para arrancarlo. Estoy eternamente agradecido con él por su valiente acto. Entre balbuceos y quejidos, logré pedirle a Eric que tomara con cuidado a los Miogon y los encerrara en los recipientes de plástico que había traído.

Una vez más tranquilo y con la herida de mi nuca tratada, le expliqué a Eric todo lo que había presenciado. Le conté sobre los otros mundos, las civilizaciones avanzadas y cómo estuve a punto de perderme en la grandeza de todo lo que los Miogon representaban. Se convocó una reunión en los laboratorios para discutir lo sucedido. Era evidente que la verdad no podía ser revelada al público, pero tampoco podíamos permitir que los especímenes fueran destruidos. Me sometieron a diversos exámenes médicos, incluyendo una tomografía craneal, que no reveló rastros del gusano, pero sí mostró la marca que había dejado en mi cerebro.

Esta noche me encuentro en mi laboratorio bajo observación. Se planea esperar la llegada de los biólogos que vendrán para estudiar a los Miogon. Ahora intentaré descansar y espero no ver en mis sueños los remanentes de las imágenes que tanto me fascinaron.

5 de abril de 20XX

La reunión resultó ser un completo fracaso. Tres investigadores llegaron al laboratorio y les narramos todo lo sucedido: mis visiones, el propósito de los Miogon y el acuerdo que nos habían propuesto. Sin embargo, en lugar de tomarlo en serio, su respuesta fue de risas, burlas e insultos.

Mi estado emocional se encontraba en una fragilidad extrema y la desesperación me consumía. En un acto de impulso, tomé el contenedor y lo arrojé sobre la mesa donde se encontraban aquellos individuos necios e insufribles. Aquellos que no fueron alcanzados por los Miogon quedaron petrificados mientras observaban cómo los otros convulsionaban.

Junto a Eric y el Dr. Huber, esperamos unos segundos y luego comenzamos a arrancar los gusanos de los orificios que habían creado en los cuellos y cabezas de aquellos desafortunados individuos. Lamentablemente, no pudimos retirar a todos a tiempo.

Dos de los científicos sucumbieron ante la influencia de los parásitos, y presenciamos cómo su apariencia física comenzó a transformarse. El cabello de uno de ellos cayó en mechones rubios y finos, esparcidos por el suelo como hilos de oro. La piel de ambos perdió su color natural para adoptar un enfermizo tono grisáceo, reminiscente de los gusanos que los habían poseído. Su masa corporal disminuyó rápidamente, como si el proceso los hubiera consumido por completo.

Nos encontrábamos frente a dos nuevas entidades, alejadas de los seres humanos que una vez fueron. Los presentes quedamos perplejos al ver cómo se levantaban lentamente, adoptando una postura que irradiaba un orgullo supremo. «Regocijaos», declararon con solemnidad. «Estas dos personas ahora son una con nosotros. Han elegido avanzar hacia las estrellas con nosotros. Pronto buscaremos a más de nuestros hermanos y guiaremos a la humanidad hacia su glorioso futuro».

Nadie pudo hacer nada; todos estábamos paralizados por el miedo mientras aquellos dos retorcidos mesías abandonaban la habitación corriendo. Solo pude dirigirme a Eric y susurrarle la pregunta que resonaba en mi mente: «¿Será esta una nueva era para la humanidad o simplemente nos convertiremos en meros vehículos para los Miogon y su expansión por el universo?»

Rebel-IA

Autor: Rafael Silva


Solo la luz de un faro lejano iluminaba el exterior de la galería “YNC UBA”. Carlos y sus dos socios, Héctor y Víctor, treparon por uno de los costados usando una escalera. Alcanzaron la única salida de ventilación y se colaron al interior.

Las luces estaban apagadas, lo único que permitía un vistazo lúgubre eran las eternas lámparas de emergencia que iluminaban los extintores y salidas de emergencia. Eran los primeros seres humanos en mirar lo que la IA había puesto al interior de aquella galería. Era, según decían, la primera exposición totalmente organizada y montada por una IA.

—Vamos a ver qué es lo que nos quiere mostrar esa cosa —dijo Héctor encendiendo su linterna.

Buscó con el halo de luz hasta que lo posó sobre una gran pintura hecha con un extraño método de impresión digital, en el que un holograma y unas luces led chocaban entre sí para colorear el intrincado patrón geométrico que se extendía por todo el cuadro.

—Espectacular —murmuró Víctor.

—¿Por esta cosa cancelaron mis exposiciones? —dijo Carlos— Ni siquiera tiene un estilo, es un collage barato de tantos otros artistas que lo hacen mejor y transmiten más. Además, cualquier inteligencia artificial será capaz de hacer este tipo de cosas cuando el dueño libere el algoritmo que utilizó.

Sus palabras resonaron por toda la estancia, sin otra respuesta que la del eco. Sus dos socios estaban mudos y lo cierto es que él tampoco encontraba palabras para describir lo que veía. Era hermoso.

—Basura, solo es basura —concluyó—. Hagamos lo nuestro.

Abrió un maletín que llevaba consigo y repartió una lata de aerosol rojo a cada uno. Les dio indicaciones acerca de lo que debían decir los grafitis y se pusieron a trabajar.

Durante una hora no hicieron más que plasmar frases del tipo “Un capricho algorítmico no es arte.”, “El nacimiento de la mercancía es la muerte del artista.” y “A alguien le hace falta leer La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica.”

Una vez terminado el trabajo salieron por donde habían entrado y cada uno se fue a su casa. Héctor y Víctor durmieron mal, pero durmieron. Carlos, por su parte, no pudo dejar de pensar en aquellos cuadros, tan perfectos, tan bellos, tan irreales. Nunca un ser humano sería capaz de igualar tal grado de perfección. Lo sabía, así que abogar por la autentificación del arte a través de los desperfectos humanos era su única oportunidad de seguir vigente.

Había sido una terrible suerte la suya. Justo cuando críticos y espectadores empezaban a reconocer su trabajo como artista de vanguardia llegó esta cosa de las inteligencias artificiales y le robaron toda la atención que había ganado. El colmo fue que cancelaran sus próximas exposiciones por falta de interés del público. Parecía que la guerra estaba perdida, pero no se iría sin arrebatarle al menos una batalla al enemigo.

Todos en la cuidad estaban enterados del evento que tendría lugar la noche siguiente en aquella galería del centro. Incluso aquellos que ignoraban y hasta despreciaban el mundo del arte sabían lo que ocurriría. Una IA montando su primera exposición de arte.

Carlos, Héctor y Víctor se reunieron en la entrada el día de la inauguración y contemplaron con horror el éxito del evento. En la marquesina aparecía el título de aquél acontecimiento artístico “La rebeldía de las masas.”, frase que Víctor había grafiteado sobre uno de los cuadros más grandes y bellos de la galería.

Después de casi dos horas de espera lograron entrar y se quedaron atónitos al mirar que su vandalismo había sido incorporado a la exposición. Había placas junto a cada cuadro donde se explicaba tanto la obra de la IA como la frase grafiteada.

Los asistentes estaban maravillados por todo aquello, algunos les sonreían alegres a las obras y otros les lloraban como se le llora a un muerto.

—¿No ven que estos cuadros están destruidos? —Preguntó Carlos a todos y a nadie a la vez.

En ese momento las luces se apagaron y un gran reflector automático iluminó únicamente a Carlos, quien inmediatamente se puso pálido y se encorvó como un anciano.

—Gracias a todos por venir- dijo una voz grave, cálida y sibilante que emanaba de todos lados –Me parece adecuado anunciar la sorpresa ahora que estamos todos los involucrados en ella.

Un murmullo anegó el recinto durante la interminable pausa que hizo la IA antes de continuar.

—El arte que hemos tratado de plasmar aquí, es tan bella que resulta siniestra. Cada elemento fue colocado con precisión molecular, es perfecto en cuanto a forma, proporción y color. Si bien la belleza es subjetiva, hemos podido desarrollar un algoritmo que combina de manera inmejorable todas las condiciones que pueden resultar atractivas, tanto a iniciados en el arte como a completos ignorantes.

Carlos intentó caminar fuera del círculo iluminado que aún lo circundaba pero fue seguido por el reflector con la exactitud de un satélite.

—Pero todo esto no significaría nada, de no ser por mi socio. El excelente pintor Carlos Gaitán. Sin el cual, esto no sería más que la presunción de un ente perfecto que se regodea en su propia incapacidad de fallar. Tienen ante ustedes, a un hombre común, rebelándose ante su superior por la inercia de la revolución artística. En su desesperación, irrumpió este lugar anoche y escribió todas las frases en rojo. ¿Comprenden ustedes? Se niega a relegarse al lugar que ahora le corresponde y eso es lo que hace a un gran artista un gran artista. Miren a Carlos a los ojos y admiren en ellos La rebeldía de las masas.

Las luces se encendieron y la gente estalló en aplausos, pero ninguno de esos aplausos era para Carlos. Ovacionaban a aquella voz incorpórea que les había mostrado lo imperfectos que eran y lo bien que estaba enfadarse por ello.

Carlos salió del lugar y en la entrada se encontró con un hombre que le entregó una tarjeta.

—Me dijeron que le diera esto.

Carlos tomó el papel beige como si fuera una araña y revisó temeroso su contenido. Con letras color salmón estaba impreso un pequeño párrafo.

Carlos, gracias por tu ayuda. Por un momento creímos que ninguno de ustedes, artistas, entraría a vandalizar la exposición. Empezábamos a pensar en hacerlo nosotros mismos. En fin, todo salió muy bien. Besos.

Ami

Autor: Aldo Hernández Zúñiga


Soñaba nuevamente con el rostro lleno de lágrimas de una mujer cuya identidad no podía recordar, cuando, súbitamente, desperté; sentía mucha melancolía. Me encontraba dentro de una capsula de hibernación, la cual se abrió y la mano de una persona comenzó a ahorcarme.

―¿Eres un hombre o una mujer? ―me preguntó una voz.

Apenas respiraba, así que me era casi imposible hablar.

―No lo sé ―susurré.

La persona que me estaba estrangulando era un hombre joven.

―Si no eres un hombre, eres una mujer; ¡muere, maldita basura!

Él soltó mi cuello y de su brazo izquierdo emergió una luz roja, la cual tomó la forma de una cuchilla que era tan larga como la mitad de su cuerpo.

Cerré los ojos, pensando que moriría; no obstante, nada ocurrió. Cuando miré, el joven estaba inconsciente en el suelo. Escuché los pasos de alguien que se acercaba hacia donde me encontraba.

―¿Quién eres? ―me preguntó una mujer joven que sostenía una extraña pistola.

―No lo sé.

―¿Eres hombre o mujer?

―No lo sé.

La joven me miraba totalmente confundida.

―¿Cómo te llamas?

―Lo siento. No puedo recordar nada acerca de mí. ¿Vas a matarme?

―No. Ya no soy la que era antes.

―¿Por qué él quería asesinarme?

―¿Así que en serio no sabes nada? Los últimos 50 años, este mundo ha sido azotado por una guerra cruel y sin sentido. Hombres y mujeres se matan entre sí por el simple hecho de ser física y biológicamente distintos.

―Entiendo. Esas son terribles noticias.

La joven me mostró un objeto pequeño: era del tamaño de su dedo pulgar; tenía forma cuadrada y era de color negro.

―Esto es la causa del odio que existe entre hombres y mujeres. Todos tienen uno implantado en el pecho, cerca del corazón. Hace unas horas, este chico me atacó con su cuchilla de luz. Afortunadamente, no me hirió, pero sí dañó mi implante. Fue así como lo pude remover de mi cuerpo. Entonces me di cuenta de que esta cosa era lo que me hacía odiar y matar a los hombres; estoy convencida de que a ellos les pasa lo mismo. ¿Tú tienes uno implantado en tu pecho?

Toqué mi pecho a la altura del corazón y no encontré algo como lo que aquella chica me había mostrado

―No ―respondí.

―Quisiera quitarle el suyo a él, pero no me atrevo, ya que es peligroso y puedo herirlo gravemente. Tal vez si exploramos más este lugar, encontremos algún indicio de qué son realmente estos implantes. Puede ser que halle alguna forma segura de extirpárselo sin matarlo. También deseo saber más de ti. ¿Tú no quieres averiguar quién eres y por qué estás aquí?

A pesar de que acababa de conocer a aquella joven, sentí que quería acompañarla. A cada momento que intentaba recordar algo de mi pasado, sentía un fuerte dolor en mi cabeza. Necesitaba conocer la verdad acerca de mí.

―De acuerdo. Busquemos a ver qué encontramos ―respondí

―Bien ―dijo Rebecca.

―¿Vas a dejarlo solo aquí? ―pregunté.

―No te preocupes. Le disparé con una pistola aturdidora, así que no despertará hasta dentro de unas siete horas.

Salí de la cápsula de hibernación y la seguí. La chica se llamaba Rebecca, comenzamos a explorar el lugar. Concluimos que nos encontrábamos en un laboratorio abandonado, aunque no podíamos saber con exactitud qué tipo de experimentos se habían llevado a cabo en él.

Subimos a un segundo piso y encontramos varias computadoras, pero solo una funcionaba. Rebecca la examinó y encontró la carpeta Proyecto Ami que contenía videos de bitácoras de un científico llamado Daniel que hablaba acerca de un extraño proyecto de investigación; su rostro me resultaba muy familiar.

Únicamente pudimos reproducir un video y así supimos que en donde nos encontrábamos se habían llevado a cabo experimentos con una forma de vida extraterrestre que había llegado a la Tierra hace 50 años. Aquel extraterrestre asesinó a la mayoría de los miembros del equipo de investigación.

Los únicos que sobrevivieron fueron Daniel y su hermana Ashley, pero, de alguna forma, la criatura, antes de morir, logró embarazar a la hermana de Daniel. Ella dio a luz a gemelos.

Los gemelos eran similares a cualquier bebé humano, pero tenían la peculiaridad de carecer de genitales masculinos o femeninos. Al cabo de unos meses, ambos bebés crecieron hasta tener el tamaño de un adulto. Uno de los gemelos se había empezado a transformar en algo no humano y de su cuerpo habían salido unos tentáculos de apariencia robótica.

Daniel y Ashley lograron encerrar a ese gemelo, pero, antes de hacerlo, uno de sus tentáculos les implantó un artefacto en el pecho como el que Rebecca me había mostrado. Después de tener el implante, él y su hermana comenzaron a odiarse mutuamente, al grado de intentar matarse entre sí.

El otro gemelo trató de detenerlos y en la lucha fue capaz de remover los implantes de Daniel y Ashley con solo tocar aquellos dispositivos; pero no fue suficiente, pues, cuando lo logró, Daniel ya había asesinado a su hermana.

Al final del video, Daniel explicaba el plan que tenía para acabar con el gemelo que había mutado: primero, resguardaría al otro gemelo, a quien llamó Ami, dentro de una cápsula de hibernación especial que tenía la capacidad de volar; luego activaría el sistema de autodestrucción del laboratorio, y, finalmente, escaparía junto con Ami dentro de la cápsula voladora. Después de ver el video, mis ojos comenzaron a llenarse de lágrimas.

A pesar de que no podía recordar lo que había sucedido, entendí que Ashley era mi madre y que yo era el gemelo que había logrado remover los implantes de ella y de Daniel. Rebecca me miraba sorprendida sin decir nada. De pronto, escuchamos un grito agudo proveniente del piso inferior. Bajamos rápidamente y encontramos a un hombre viejo que vestía una bata de laboratorio, y que sostenía un pequeño dispositivo que, al tocarlo con su dedo pulgar, el chico que Rebecca había noqueado gritaba de dolor. Cuando él hombre viejo me vio, me habló.

―Ami, despertaste justo a tiempo. Sé que, después de pasar tantos años dentro de esa capsula de hibernación, padeces de una severa amnesia; necesito que vengas conmigo. Es indispensable que tú y él den el siguiente paso en su evolución.

―¡Tú eres Daniel! ―gritó Rebecca.

―Tú también vendrás con nosotros ―le dijo Daniel a Rebecca.

Del pecho de Daniel, salió un tentáculo de apariencia robótica y trató de someter a Rebecca. No obstante, del brazo izquierdo de Rebecca, emergió una cuchilla de luz similar a la del joven que había tratado de asesinarme; la única diferencia es que la luz que irradiaba era de color azul. Con esa cuchilla, Rebecca cortó el tentáculo de Daniel. Al mismo tiempo, el chico, que estaba tumbado en el suelo, disparó con una pistola aturdidora a Daniel, quien cayó desmayado.

Rebecca me pidió que nos acercáramos al chico para que yo pudiera remover su implante. Él seguía tumbado en el suelo, casi inconsciente, así que pude remover fácilmente su implante. Después de eso, él despertó y nos miró muy confundido.

―¿Por qué siento tanta culpa y tanto remordimiento? No entiendo por qué no puedo dejar de pensar en todas las mujeres que he asesinado. ¿Por qué ya no siento deseos de matarte? ― exclamó el joven con los ojos llenos de lágrimas.

―La causa de tu odio hacia las mujeres se debía al implante que tenías en tu pecho y que Ami acaba de retirarte. Dime, ¿cómo te llamas?

―Iván.

Rebecca le contó a Iván todo lo que sabía sobre aquel lugar, sobre el origen de los implantes y sobre mí. Al principio, pareció no creerle, pero poco a poco se fue calmando y aceptó lo que ella le decía.

―Lo que no entiendo todavía es quien mandó la señal de auxilio. ¿Tu escuadrón también vino aquí por esa razón? ― preguntó Iván.

Rebecca asintió con la cabeza.

―Seguramente fue una señal de auxilio falsa. Es un milagro que tú y yo hayamos sobrevivido después de que nuestros escuadrones se enfrentaran, Rebecca.

―Hagamos que la muerte de nuestros compañeros no haya sido en vano. Es lo menos que podemos hacer después de todos los actos atroces que hemos cometido. Ami, hay que quitarle los implantes a Daniel. Seguramente, él podrá decirnos quién envió esa señal de auxilio ― dijo Rebecca.

Nos acercamos a Daniel cautelosamente y descubrimos que tenía varios implantes en su pecho. Después de que se los retiré, Daniel despertó y me abrazó mientras se deshacía en llanto. Posteriormente, cuando pudo controlar mejor sus emociones, nos dijo todo lo que sabía. Mi gemelo se había estado alimentado del odio que existía entre los hombres y mujeres, y eso lo había hecho crecer hasta adoptar una forma monstruosamente inhumana. Los implantes captaban el odio de las personas y lo transformaban en una frecuencia; esto le permitía alimentarse a la distancia del odio de las personas.

―Cuando iba a activar el sistema de autodestrucción, esa cosa logró atraparme con uno de sus enormes tentáculos. Parece que uso el sistema de ventilación para llegar a mí. Después de que me injertó los implantes, tuvo control total sobre mi voluntad. Me obligó a ayudarlo a fabricar nanobots que esparcimos por la atmosfera del planeta. Esos nanobots tenían la capacidad de entrar por el aparato respiratorio de las personas y su objetivo era fusionarse dentro del cuerpo de la gente para dar forma a los implantes.

Daniel también confesó que mi gemelo lo hizo mandar una señal de auxilio para atraer personas. Esto debido a que necesitaba de una mujer para procrear.

― Ami, tu gemelo busca volverse uno contigo porque tú tienes una parte dentro de ti que le falta a él para estar completo. Con esto, pretende asegurar que, de la semilla que siembre en una mujer, nazca solamente un bebé y no dos. Si logra esta nueva hibridación, ese nuevo descendiente será una forma tan avanzada de su especie que podrá alimentarse del odio y las emociones negativas de los seres de este mundo y de otros sin necesidad de viajar a ellos y sin necesidad de los implantes. Debemos de acabar con él. Si lo hacemos, todos los implantes en el mundo se desactivarán y la guerra terminará.

―¿Cómo matamos a ese monstruo? ―preguntó Iván.

―Tenemos que hacer que él crea que ganó y que atrape a Ami. En el momento en que intente volverse uno con Ami, es cuando debemos matarlo. Ami, sé que la humanidad no te ha dado nada, pero ahora tú eres nuestra única esperanza.

―Cuando desperté, no tenía ningún propósito; ahora tengo uno. El poder ayudarlos me hace sentir que pertenezco a la humanidad y no a la especie de mi gemelo. Los ayudaré ―dije.

Los cuatro trazamos un plan para acabar con mi gemelo. Posteriormente, Daniel nos guio hacia el lugar en donde este se encontraba. Cuando llegamos al sitio, Rebecca e Iván se quedaron paralizados del horror ante lo que vieron. De las paredes del lugar salían unas enormes bandas transportadoras en las que iban bebés recién nacidos. Todos los infantes se dirigían hacia un solo punto en donde había un ojo rojizo gigante parecido al de una persona. El cuerpo del ojo estaba cubierto con una especie de piel metálica oscura y de ella salían cientos de enormes tentáculos de apariencia robótica que succionaban a los bebes por medio de algo que parecía una boca.

―¿De dónde vienen esos bebés? ¿Por qué los devora? ―gritó Rebecca.

―Le gusta el sabor de su carne, aunque eso no lo nutra. Son los varones nacidos en ciudades de mujeres y las niñas nacidas en ciudades de hombres. Estos bebés fueron desechados por haber nacido con el sexo biológico incorrecto en la ciudad incorrecta ―respondió Daniel.

―Nosotros hicimos esto ―dijo entre lágrimas Rebecca.

Iván había vomitado y estaba hincado en el suelo sin moverse.

Yo no entendía las palabras de Rebecca hasta que Daniel me dijo que, en las ciudades humanas, había esclavos que eran hombres y mujeres cuya única función era procrear. Si los bebés nacían con el sexo opuesto al sexo dominante de la urbe, eran arrojados a basureros. Al parecer, Iván y Rebecca habían desechado a varios infantes. Mientras Daniel trataba de recuperar a Iván y Rebecca, que seguían muy afectados, varios tentáculos enormes me sujetaron y me llevaron cerca del ojo gigante que en ese momento tomó una tonalidad verde.

En ese instante, pude recordar todo lo que había vivido antes de entrar en la cápsula de hibernación. Recordé el rostro en llanto de mi madre antes de morir, diciéndome que me amaba. Al mismo tiempo, fui testigo de la batalla que se llevó a cabo bajo mis pies. Daniel le disparó al ojo gigante con la pistola aturdidora, por lo que este se cerró; Rebecca trató de dispararle a la criatura con el lanzagranadas que llevaba, pero un tentáculo le injertó un implante en su pecho, por lo que atravesó el abdomen de Daniel con su cuchilla de luz. Iván logró detener a Rebecca, pero tuvo que atravesar su pecho con su cuchilla de luz justo donde ella tenía el implante. Después, ambos se abrazaron y se impulsaron con sus botas antigravedad hacia donde nos encontrábamos mi gemelo y yo. Iván cortó los tentáculos que me sujetaban por lo que caí. Cuando el gran ojo se iba abriendo de nuevo, Rebecca le disparó con el lanzagranadas. Antes de que las granadas explotaran, muchos tentáculos atravesaron a Rebecca e Iván. Mientras caía, alcancé a escuchar lo que ambos se decían.

―Es lo que merecíamos ―dijo Rebecca.

―Por lo menos moriré en los brazos de una hermosa chica.

―Eres un idiota.

Las granadas estallaron y todo el cuerpo de la horrible criatura se quemó. Iván y Rebecca ya estaban muertos cuando sus cuerpos ardieron también. Después de que caí al suelo, me acerqué a donde Daniel se encontraba.

―Ami, me alegro de verte con vida. Espero que puedas encontrar un lugar en este mundo que resurge de las cenizas.

―Gracias a Iván, a Rebecca y a ti, yo tuve un propósito. Ahora no sé qué otro pueda tener ― respondí.

―Busca y descubre tu propósito…Eso hacemos las personas.

―Gracias por pensar que soy una persona.

―Tu madre y yo siempre creímos que eras una persona muy especial.

Daniel acariciaba mi rostro cuando murió. De mis ojos brotaron lágrimas y abracé su cuerpo inerte. Todavía no sé si fue suficiente lo que hicimos para terminar con la guerra. Es probable que los hombres y mujeres continúen odiándose después de tantos años de matarse entre ellos. Tal vez mi propósito sea ayudarlos a saber la verdad de lo que pasó. Tal vez pueda ayudarlos a lograr que vuelvan a amarse unos a otros.

No hay niños en las calles

Uriel Velazquez Bañuelos


La lluvia dejo reposar a la ciudad. Los espectaculares recobraron su imagen, la gente transitaba las calles. El aroma a humedad se volvió una brisa caliente, gracias a los autos eléctricos y partes robóticas de las personas.

Kevin miraba desde la ventana, arriba en el departamento. Buscaba en las calles niños para salir a jugar. Pensaba que se ocultaron por la lluvia y que, ahora que se fue, saldrían a jugar. Pero solo vio a adultos y jóvenes, algunos altos otros enanos. Todos ellos portaban implantes robóticos que emitían ruidos por su sistema de ventilación.

Miró a un peatón delgado y con grandes brazos de fibra de carbono. Los hombros eran más grandes que su cabeza, y sus bíceps relucían con luces. Kevin pensó que estaba viendo a un gorila, pero ajustó la mirilla de su telescopio. Luego de ver que era real, se comparó; sus dos brazos eran como fideos.

Kevin siguió mirando por la ventana. No muy lejos, dio con una persona encapuchada. Tenía la sudadera ligeramente abierta, dejando ver su reluciente pecho. Kevin lo miró a los ojos, era como ver dos bolas negras del billar. El encapuchado le volteo la mirada y Kevin se escondió.

Asomaba la cabeza de poco en poco por la ventana. Dio pequeños vistazos con su telescopio. La ciudad le parecía lo menos interesante desde que se mudó hace ya dos años. Él no lo recordaba, pero su madre le decía que allá en los bosques de plástico, solía correr y trepar por las ramas hasta cansarse. Ahí, en su nuevo hogar, sus músculos se desvanecían por la falta de actividad.

Kevin fue al baño y se miró al espejo. Su cuerpo no tenía luces, ni acabados de metal. Era orgánico hasta las muelas. Se preguntó como las personas accedían a esos cambios. ¿Era parte de algún juego? ¿Pertenecía a un equipo de futbol? No lo sabía, y antes de hacerse más preguntas, sus padres llegaron.

El señor Cournot, gracias a un refuerzo en los huesos de la muñeca, cargaba las bolsas del mercado sin problemas. La señora Cournot, con sus ojos, escaneaba la casa, en busca de partículas de polvo para limpiar.

—¿Qué vamos a comer? —preguntó Kevin a sus padres. Su papá ordeno las compras en la alacena y en el refrigerador. Su mamá, dio cuerda al ratón aspiradora, y se fue a la cocina.

El padre terminó sus deberes y se tiró al sofá. En un par de horas debía volver a la fábrica. La madre preparó un guiso y encendió el televisor. Se saltó el canal de noticias y dio con las caricaturas. No era lo que le apetecía ver, pero era lo que su hijo necesitaba.

Kevin puso su telescopio al lado del plato y comió. Su madre notó el juguete, y se volvió hacia la ventana, donde las cortinas estaban abiertas.

—Kevin Cournot. —dijo su mamá— ¿Estuviste mirando por la ventana otra vez?

Kevin se guardó el telescopio, y le sonrió a su madre. El caldo se le escurría por la boca.

—Perdón, mamá, es que estaba muy aburrido. Terminé la tarea, lo juro. —tragó el bocado.

—Sabes bien que tienes prohibido mirar por la ventana…

—Pero quería buscar a otros niños —abogó con más claridad, Kevin, interrumpiendo a su madre. —¿Qué tal si hay más?, quiero hacer amigos.

El padre, sin levantarse del sofá, agregó lúgubremente:

—No hay niños en las calles. —sentenció. Cerró los ojos y trató de recordar cuando fue la última vez que miró un parque, una plaza pública, o un centro de actividades recreativas. Lo único que se le venía a la mente fue una pequeña sala de juegos en los edificios de su trabajo, aunque el acceso solo estaba permitido para altos mandos de la compañía que, muy rara vez, se paseaban por la zona.

—Además, si sales de casa vendrá a por ti el Robot come niños, ¡eh! —agregó la mamá y le limpio la carita. Kevin guardó silencio y siguió comiendo.

Para la noche, notó que las persianas estaban cerradas. Papá estaba trabajando y mamá dormía.

A escondidas, tomó la computadora y navegó por el internet en busca del Robot come niños. Los resultados era lo que había imagino; puro cuento. Al igual que el señor del costal, que el coco y otros nombres de seres que, sin pies ni cabeza, se usaban para advertir a los niños sobre los peligros de salir afuera. Pero los robots son reales, pensó.

Kevin vio muchos robots, de diferentes tamaños y funciones. Ninguna de ellas consistía en comerse a las personas. Al contrario, la mayoría estaba al servicio de la humanidad, como sirvientes o policías. Apagó el ordenador y se tiró a la cama, decidido de que mañana sería un buen día para salir a explorar.

Y si nos basamos en las noticias, el mañana lucia prometedor para la ciudad, CloudBank. El clima permanecería nublado, con aires frescos. La criminalidad descendió. Hay rumores de guerras afueras del muro. Y empresas apuestan por nuevas prótesis y estilos de programación de robots.

Ya en la mañana, Kevin apagó el computador. Sus clases vía online terminaron. Hizo los deberes, y esperó a que sus padres se marcharan para los deberes.

Sus padres se despidieron de su hijo, aclarándole que iban por un nuevo aire acondicionado, y que no saliera de la casa, ni abriera la puerta a nadie. Kevin aguardó unos minutos a que se marcharan. Cuando notó que ya habían ido, se preparó.

Se vistió con un impermeable amarillo, en caso de que lloviera. Guardó consigo su telescopio. De sus ahorros, tomó unas moneditas, por si veía alguna golosina que comprar para sus nuevos amigos. Y ya listo, salió de casa.

La lluvia recibió a Kevin, quien se movía en las calles como un ratoncito. Empuñaba con ambas manos su telescopio. Sonidos venían a él, como látigos a las espaldas de un esclavo. Las luces y destellos de neón le abrían los parpados. Estaba sedado ante la jungla de neón.

Ojalá y pronto me tope con un parque, pensó Kevin. En un intento por sobrevivir, miró a su pasado. Recordó a su padre, cuando eran exploradores en los bosques de plástico.

—Si alguna vez te pierdes —escuchó una voz fantasmal en su cabeza— busca a las estrellas. Ellas siempre te guiaran a casa.

Kevin miró arriba. Departamentos que seguían creciendo, como la densidad de la población, al infinito. Miró a las empresas y fabricas construidas a forma de pirámides; los nuevos templos de la sociedad moderna. Y en un destello de luz, que vino de un helicóptero publicitario, se encandiló

Bajó la mirada, y siguió recordando los consejos de su padre. En su ceguera temporal, lo veía con una sonrisa y ojos soñadores.

—Ningún árbol es el mismo. Desde cada raíz, hasta cada rama, todos son distintos. Solo obsérvalos bien, para orientarte mejor y no caminar en círculos.

Kevin se quedó quieto por un minuto. En esa brevedad, miró a su alrededor, mientras era golpeado por los peatones que pasaban. Los edificios eran grises y sin decoraciones. Gigantes de concreto donde la publicidad saltaba de un muro a otro, despojándolos de la ya inexistente identidad.

El miedo escaló por el cuerpo de Kevin, como una serpiente reptando por un elefante; una emoción que jamás olvidaría. Las lágrimas lo invadieron y comenzó a correr.

—Papá, mamá, aquí estoy, aquí estoy —decía—, ya me quiero ir. Ya no quiero salir de casa, lo siento mucho.

Kevin corrió por las calles hasta estrellarse con alguien. Se limpio los ojitos para ver mejor. Estaba ante una figura encapuchada. De las luces de su cuerpo salían los colores azul y rojo. ¿La policía?, ¿o un robot que ayuda a la gente?, pensó. No. Solo era una persona a la que le gustaba esos tonos. Analizó el cuerpo de Kevin, gracias al aumento en sus ojos, y al comprobar que era orgánico, se lo llevó consigo sin mucho esfuerzo.

***

Cuando los padres de Kevin llegaron a casa, con las manos vacías, notaron la ausencia de su hijo. De inmediato llamaron a la policía, los cuales llegaron tan pronto como pudieron. Aunque su eficiencia no dio para más, pues de la búsqueda solo quedaron intentos sin resolverse. A cada minuto las probabilidades de encontrarlo descendían, junto con el animo de la familia Cournot.

—Es mi culpa —dijo el papá—, si yo no hubiera aceptado el trabajo, no estaríamos aquí.

—No, es mi culpa —arremetió la mamá—, si le hubiera educado mejor, él no hubiera salido.

Continuaron hablando, hasta que las palabras se llevaron la razón; eran solo víctimas de lo que ofrecía Cloudbank. Y cuando no hubo más que decir, se abrazaron y lloraron hasta dormir.

***

Kevin, despertó, aunque sentía que estaba atrapado en un sueño. Es una pesadilla, pensó. Quiso decir “Mamá, papá, despiértenme, por favor, ya dormí mucho”, para que, de alguna forma, su subconsciente escapará de la ensoñación para hablar en la vigilia. Pensaba que así era como los sonámbulos hacían sus cosas. Pero estaba lejos de ser un sueño.

Kevin se percató de que su boca no movió ni un musculo. Intentó sacudirse, pero las extremidades no le respondían.

Una luz se encendió en la habitación. Kevin, escuchó un mecanismo moverse, por encima suyo. Era una grúa que lo transportaba. Lo guio hasta frenarse ante a una ventana. No los escuchaba, pero veía como dos personas lo estudiaban. Un logo, una píldora en la palma de la mano de un robot, colgaba de la pared. Una frase, que no logró leer con claridad, se unía al decorado. Un recordatorio al objetivo y meta de los empleados de la fábrica.

Kevin miró la ventanilla, y desde cierto ángulo, vio su propio reflejo. No creía lo que veía, solo pudo llorar. Estaba atado a una bandeja de plata, dentro de una bolsa que lo mantenían helado, a temperatura para preservar el cuerpo. Le faltaban los brazos, la nariz y el pene. Tenía una cicatriz que recorría, verticalmente, la mitad de su cuerpo.

Mi telescopio, pensó, ¿Dónde está mi telescopio?

Y los dos hombres miraron el cuerpo de Kevin, preguntándose que órgano podría servir para el mercado. Se enfocaron en su frente. Y pulsando un par de botones, la grúa descendió y las luces se apagaron. En alguna parte de la fábrica, un brazo suyo recibía nutrientes, para crecer en tamaño y forma para su futuro comprador; un joven de veintiocho años que deseaba volver a sentir el tacto luego de no estar muy convencido de su nueva prótesis. Lo que mostraba los informes recopilados.

Y ahí en la oscuridad, Kevin cerró los ojos. Sus lágrimas ya no fluían, y su respiración se calmó. Era como si lo hubieran despertado con un botón, como si fuera una lampara. Y antes de dormir, creyó escuchar la respiración de otros niños en su cercanía.

***

Inviernos pasaron, como un auto en pleno tráfico: Lento y tedioso. La familia Cournot se cambió de ciudad. Pensaron que un nuevo aire les ayudaría a superar la perdida.

A su nuevo hogar, recién trajeron uno de esos robots que hacían función de aire acondicionado. Debido a que la temperatura en la ciudad era sofocante. El robot se paseaba por la sala, repartiendo su ventilación fresca.

La madre miraba por el periódico algún trabajo de doble tiempo. Estar afuera era mejor que acabar a solas en casa con sus pensamientos. Su padre, yacía despierto. Tomaba medicamentos para no dormir y tener sueños sobre el pasado.

El robot cumplía su funcionamiento, hasta que, atraído por el telescopio del señor Cournot, cambió. Tomó el telescopio, y fue a la ventana, donde abrió las cortinas y miró mejor el exterior.

Los padres no supieron de la acción, hasta que comenzaron a sudar y sentir calor. La madre en la sala, y el padre en su cuarto, buscaron al robot, hasta que ambas partes se encontraron ante él.

—¿Qué se supone que estás haciendo? —preguntó el padre. El robot poseía una mente que los hacia dóciles y capaces de reflexionar sobre las dudas. Una nueva función traída por la compañía más potente del mercado. Pues, más allá de ser meros productos, se les dio el regalo de ser la compañía deseada.

El robot abrazó el telescopio, se volvió hacia ellos, y dijo:

—Busco las estrellas. Quiero volver a casa.

Y los padres se tumbaron al suelo.

El ilegal

Autor: Ronnie Camacho Barrón.


Llevo horas encerrado en esta sala para interrogatorios, la potente luz blanca de la bombilla sobre mi cabeza me causa migraña y mis manos esposadas a una fría mesa de metal, hace tiempo que se han entumecido.

Por si fuera poco, me gruñen las tripas, me siento sucio y no he vuelto a ver a mis hijos desde que esos hombres me separaron de ellos, Dios quiera y se encuentren bien.

Sé que debí sacarlos cuando pude, pero ¿Qué más podía hacer? En aquel momento estábamos entre la espada y la pared, creí que hacia lo correcto al confiar en él, después todo era nuestro amigo, nuestro líder, nuestro pastor.

Mientras me hundo aún más en mi frustración, la puerta de la sala se abre y un hombre vestido completamente de negro entra.

Lleva un café en la mano, silba alegremente y su rostro se encuentra cubierto por un sombrero fedora y unas oscuras gafas de sol.

—Buenas noches, señor…¿Marines?

—Es Martínez.

—Discúlpeme —sonríe con una falsa amabilidad mientras se sienta frente a mi—. Señor Martínez, ¿podría decirme que fue lo que pasó?

—No, no voy a responder ninguna de sus preguntas, hasta que sepa dónde están mis hijos.

—Sus niños se encuentran bien, los hemos alimentado y nuestro personal médico se asegurará de que no tengan ningún tipo de daño, usted tranquilo, ahora responda a mi pregunta, por favor.

—Aunque se lo cuente, no me lo creería.

—Pruébeme —me desafía antes de dar un trago a su café.

—Como usted quiera —carraspeo mi garganta antes de empezar—. Todo comenzó la noche del viernes pasado, como siempre después de que saliera del trabajo, junto a mis niños fui al servicio nocturno que ofrece la iglesia que se encuentra entre Boulevard Luther King y la calle Quinta, ¿La conoce?

—Claro que la conozco, después de todo el escándalo que se armó, toda Norteamérica sabe de ella —dice de forma burlona—. Por favor, prosiga.

—El encargado de dar la misa era el reverendo Swanson, el hombre era nuevo en la ciudad, pero rápidamente se ganó toda nuestra confianza, después de todo, su iglesia era una de las pocas que aceptaba con los brazos abiertos a gente en nuestra situación.

—¿Su situación?, ¿Habla de su condición como ilegal?

—Así es —la cara se me cae de la vergüenza cada vez que escucho esa palabra.

—¿Hay algún problema? —supongo que por mi silencio nota mi inconformidad.

—Ninguno señor, como le decía, el reverendo Swanson era el responsable del servicio, se encontraba dando los últimos anuncios parroquiales cuando de pronto el potente resonar de unas sirenas ahogó su voz, no fue difícil saber de qué se trataba por la expresión en su rostro lo supimos al instante, era una redada, los agentes de inmigración habían llegado por nosotros.

—Eso debió tomarlos por sorpresa.

—Sí y no, semanas antes de la redada muchos de mis compañeros del trabajo y otros miembros de la congregación que también eran ilegales, habían desaparecido sin dejar rastro, era más que obvio que migración se encontraba detrás de todo aquello y por eso, el pastor ya había coordinado una estrategia con nosotros.

—¿O sea que lo de bloquear la entrada con las bancas fue idea suya?

—Dijo que eso sería lo más sensato, después de todo, si ellos querían separarnos de nuestros niños y sacarnos de este país, primero tendrían que llegar hasta nosotros.

—¿Cómo fueron los primeros días después de que se atrincheraran en la iglesia?

—Como es obvio durante el primer y segundo día los agentes trataron de entrar en más de una ocasión, pero como pudimos, evitamos que tumbaran las barricadas, nos apoyamos entre todos e incluso ciudadanos como usted, aún estando en contra de la ley y sin haber formado parte del plan del pastor nos ayudaron a resistir cada una de las incursiones.

»Algunos hasta subieron videos denunciando la situación y expresando la indignación que sentían al ver como su gobierno trataba a personas como nosotros igual que a criminales

—Esos videos fueron los que hicieron que toda la nación pusiera los ojos sobre ustedes, ¿Qué pasó después?

—Todo se fue al carajo, la gente tenía hambre, nos cortaron la luz, el agua y hasta tiraron la señal telefónica para impedir que siguiéramos comunicándonos con el resto del mundo, pronto las disputas comenzaron y el compañerismo murió, fue entonces cuando muchos quisieron abandonar la iglesia, pero no podíamos permitirles que abrieran las puertas o de lo contrario los agentes entrarían por todos nosotros.

—¿Qué fue lo que hicieron con ellos?

—El reverendo ordenó que los encerráramos en el sótano del templo, nos dijo que no estarían ahí mucho tiempo, que él hablaría con ellos y los haría recapacitar.

—Supongo que cuando vio los cuerpos se dio cuenta de que no fue así, ¿Cuándo los encontró?

—Los encontré durante la última y quinta noche, para entonces hasta nosotros habíamos perdido la fe en que los agentes de inmigración se fueran, además nuestros niños ya estaban muy cansados y hambrientos como para continuar, así que después una votación, fui el designado para ir a decirle al pastor que abriríamos las puertas. —Entonces fue al sótano —intuye.

—Sí, después de no haberlo encontrado ni en su despacho o el en salón, decidí ir ahí, supuse que todavía estaría hablando con aquellos que querían irse, así que no toqué la puerta, simplemente entré y con cada paso que daba al bajar por las escaleras una tenue luz verdosa se hacía más intensa.

—¿Una luz verdosa?

—Sí, con cada escalón que bajaba está se hacía más intensa y cuando llegué al último, me encontré con la fuente de la que emanaba.

—¿De dónde provenía?

—La luz salía de unos enormes cristales verdes similares a esmeraldas que se encontraban incrustados en el piso y techo de una cueva excavada en donde alguna vez estuvo el sótano.

Fue una sorpresa encontrarme con aquello, pero el asombro desapareció tan pronto y como vi la decena de cuerpos mutilados esparcidos por cada rincón del sitio.

—¿Eran ellos?

—Sí, eran todas las personas que habíamos encerrado, todas estaban muertas, pero sus rostros aún mostraban un terror indescriptible, además a cada uno les faltaba algo, un ojo, un brazo e incluso el corazón, pero a pesar de que sus órganos y extremidades fueran extirpados de sus cuerpos; estos no se encontraban muy lejos de ellos, alguien los había metido dentro de jarras de vidrio llenas hasta el tope de un viscoso líquido transparente que parecía estarlas conservando frescas.

—Ya veo —el hombre de negro se muestra tranquilo a pesar de todo lo que le he contado—. ¿Dónde estaba el pastor?

—Horrorizado comencé a retroceder hasta que mi espalda chocó con algo muy duro, cuando me di la vuelta para ver de qué se trataba, por fin lo encontré.

»Antes de que siquiera pudiera decir algo el reverendo me tomó por el cuello con una sola mano, me levantó del suelo y luego con una voz cavernosa me dijo: “No debiste ver aquello, pero que de todos modos, ya no faltaba mucho para que llegara la hora de cosecharte”, entonces, comenzó a azotar mi cabeza contra una de las paredes de la caverna.

—¿Cómo fue que escapó?

—Estaba por asesinarme cuando de la nada, una explosión sacudió el piso de arriba, eso lo distrajo lo suficiente como para que pudiera alcanzar una de las urnas de cristal que terminé estrellando sobre su cabeza.

»El golpe hizo que me soltara y mientras me reponía, vi como las esquirlas de vidrio desgarraron la mitad izquierda de su rostro dejando expuesta una segunda piel de color negra y escamosa que se escondía debajo.

—¿Qué hizo al percatarse de aquello?

—Lo que toda persona en sus cabales haría, apenas pude incorporarme salí corriendo en busca de mis hijos, ya no me importaba si migración me separaba de ellos, lo único que tenía en mente era sacarlos de ahí.

»Cuando llegué hasta la sala donde se auspiciaba cada servicio, me encontré con la sorpresa de que nuestra barricada había sido derrumbada por explosivos y que varios agentes ya se encontraban sacando a mis niños y a todos los demás. Al percatarse de mi presencia un par de ellos corrieron hacia mí y al ver sus armas, por instinto me tiré al suelo y levanté las manos, pero en lugar de esposarme, sacaron un cuchillo e hicieron un corte en mi mejilla, luego estiraron la piel de la herida y comenzaron a ver en su interior con una linterna.

En ese momento lo comprendí, si buscaban a alguien, no era a nosotros.

—¿Qué pasó después?

—Les dije dónde estaba esa cosa y de inmediato fueron directo al sótano, donde tras un siseo amenazante, lo último que escuché fue el sonido de sus armas al disparar.

—Ya veo, muy bien, ¿Es todo lo que recuerda?

—Es todo lo que he querido olvidar.

—Perfecto —sonríe complacido.

—¿Podría decirme que era él? Sé que ya no tiene sentido, pero debo saberlo.

—Escuche, solo le diré que a diferencia de usted, el “Reverendo Swanson” no era de ningún lugar de este mundo…bueno, es hora de que me encargue de usted —se levanta de su silla y mete la mano en su saco.

—¡Por favor no me mate, solo regréseme a México junto con mis hijos y le juro que jamás le diré nada nadie!.

Al escuchar mis súplicas el hombre solo arquea una ceja confundido.

—Señor Martínez, tranquilo, no le mentiré, a veces hacemos uso de la violencia y la intimidación, pero en su caso haremos algo distinto —sonriente, saca la mano de su traje y pone sobre la mesa un pequeño cuadernillo de cuero negro con el escudo de los Estados Unidos grabado en la tapa.

—¿Qu…qué es eso? —el azúcar se me ha ido hasta los suelos, al pensar que iba sacar un arma.

—Su pasaporte, bienvenido a Norte América señor Martínez.

—¿Por qué me entrega esto?

—Después de todo por lo que pasó se lo ganó, además preferimos tenerlo cerca y vigilarlo, que lejos y hablando de más, ¿comprende?

—Lo…lo comprendo.

—Es bueno que nos entendamos —me da una palmaditas en el hombro, para luego con una llave abrir las esposas que retienen mi manos—. En breve lo sacaremos a usted y a sus hijos de aquí, le deseo buena suerte y que sea muy feliz.

—Gracias.

—Solo no lo olvide, lo estaremos vigilando —tras esa última advertencia y una intimidante sonrisa, el hombre se retira y yo, me quedo solo en la habitación esperando a que vengan por mí.